MARX, ENGELS, LENIN, STALIN Y MAO

MARX, ENGELS, LENIN, STALIN Y MAO

martes, 1 de febrero de 2011

¿TROTSKISMO O LENINISMO?

por José Stalin

(Discurso en el Pleno del grupo comunista del Consejo Central de los Sindicatos Soviéticos
19 de noviembre de 1924)

Camaradas: Después del detallado informe que ha hecho Kámenev, me queda poco que decir. Me limitaré por ello a desenmascarar ciertas leyendas, propaladas por Trotski y sus correligionarios, acerca de la insurrección de Octubre, acerca del papel de Trotski en la insurrección, acerca del Partido y la preparación de Octubre, etc., etc. Además, hablaré del trotskismo como de una ideología peculiar, incompatible con el Leninismo, y de las tareas del Partido en relación con los últimos escritos de Trotski.

I. Hechos acerca de la insurrección de Octubre
Ante todo, acerca de la insurrección de Octubre. Entre los miembros del Partido es difundido intensamente el rumor de que el CC, en su conjunto, estaba en contra de la insurrección en octubre de 1917.
Suelen decir que el 10 de octubre, cuando el CC tomó el acuerdo de organizar la insurrección, la mayoría del CC se manifestó al principio contra la insurrección, pero que en aquel mismo instante irrumpió en el local donde se celebraba la reunión un obrero y dijo: «Vosotros os manifestáis en contra de la insurrección, pero yo os digo que, a pesar de todo, habrá insurrección». Y cuentan, además, que después de estas amenazas el CC se acobardó, volvió a plantear el asunto de la insurrección y acordó organizarla. Esto, camaradas, no es simplemente un rumor. De ello habla en su libro «Diez días» el célebre John Reed, que estaba muy lejos de nuestro Partido y no podía, naturalmente, conocer la historia de nuestra reunión secreta del 10 de octubre, por lo que mordió el anzuelo de las calumnias propaladas por los Sujánov. Este cuento se reproduce y repite en muchos folletos salidos de plumas trotskistas, entre ellos uno reciente de Sirkin acerca de Octubre. Estos rumores los alimenta celosamente Trotski en sus últimos escritos.
No creo que sea necesario demostrar que todos estos cuentos árabes y otros semejantes no corresponden a la verdad, que en realidad nada parecido ocurrió -ni podía ocurrir- en la reunión del CC. Siendo así, bien podríamos desdeñar estos absurdos rumores: ¡qué rumores no se fabricarán en los despachos de los oposicionistas y de la gente lejana al Partido! Y así lo hemos venido haciendo hasta hoy, sin prestar atención a los errores de John Reed, por ejemplo, y sin preocuparnos de corregirlos. Pero, después de los últimos escritos de Trotski, ya no se pueden pasar por alto esas leyendas, pues con ellas tratan ahora de educar a la juventud y, desgraciadamente, han logrado ya en esa labor algunos resultados. Por ello debo oponer a esos absurdos rumores la verdad de los hechos.
Tomo las actas de la reunión del CC de nuestro Partido del 10 (23) de octubre de 1917. Asisten: Lenin,
Zinóviev, Kámenev, Stalin, Trotski, Sverdlov, Uritski, Dzerzhinski, Kollontay, Búbnov, Sokólnikov y
Lómov. Se discute en torno al momento y a la insurrección. Después de los debates, se vota la resolución del camarada Lenin acerca de la insurrección. La resolución es aprobada por una mayoría de 10 votos contra 2.
Parece que está claro: el CC, por una mayoría de 10 votos contra 2, acuerda pasar a la organización práctica de la insurrección. En esta misma reunión, el CC elige un centro político para dirigir la insurrección, al que da el nombre de Buró Político. Lo forman: Lenin, Zinóviev, Stalin, Kámenev, Trotski, Sokólnikov y Búbnov.
Tales son los hechos.
Estas actas destruyen de golpe varias leyendas. Destruyen la leyenda de que la mayoría del CC era contraria a la insurrección. Destruyen también la leyenda de que en el problema de la insurrección el CC estuvo a punto de escindirse. Las actas evidencian que los enemigos de la insurrección inmediata –Kámenev y Zinóviev- pasaron a integrar el organismo de dirección política de la insurrección al lado de los partidarios de ella. No hubo, ni podía haber, nada parecido a una escisión.
Trotski asegura que Kámenev y Zinóviev eran en Octubre el ala derecha de nuestro Partido, casi socialdemócratas. No se comprende cómo, en tal caso, no se produjo una escisión en el Partido, cómo las divergencias con Kámenev y Zinóviev duraron tan sólo unos días ni cómo estos camaradas, a pesar de esas divergencias, fueron colocados por el Partido en puestos de la mayor importancia y elegidos para formar parte del centro político de la insurrección, etc., etc. El Partido conoce bastante bien lo implacable que era Lenin con los socialdemócratas; el Partido sabe que Lenin no hubiera accedido ni por un instante a tener en el Partido, y menos aún en puestos de la mayor importancia, a camaradas de mentalidad socialdemócrata. ¿A qué se debió que en el Partido no se produjera una escisión? Se debió a que, a pesar de las divergencias, esos camaradas eran viejos bolcheviques y pisaban el terreno común del bolchevismo. ¿Qué terreno común era ése? La unidad de criterios respecto a las cuestiones fundamentales: el carácter de la revolución rusa, las fuerzas motrices de la revolución, el papel del campesinado, los principios de dirección del Partido, etc. Sin ese terreno común, la escisión hubiera sido inevitable. No hubo escisión, y las divergencias duraron en total unos días, por la única y exclusiva razón de que Kámenev y Zinóviev eran leninistas, bolcheviques.
Veamos ahora la leyenda sobre el papel particular de Trotski en la insurrección de Octubre. Los trotskistas propalan insistentemente rumores de que Trotski fue el inspirador y el único dirigente de la insurrección de Octubre. Esos rumores los propala con particular empeño Lentsner, el llamado redactor de las obras de Trotski. El propio Trotski, dando sistemáticamente de lado al Partido, al CC del Partido y al Comité de Petrogrado del Partido, silenciando el papel dirigente de estas organizaciones en la insurrección y presentándose machaconamente a sí mismo como la figura central de la insurrección de Octubre, contribuye, quiéralo o no, a propalar esos rumores acerca de su papel particular en la insurrección. Estoy lejos de negar el papel, indudablemente importante, desempeñado por Trotski en la insurrección. Pero debo decir que Trotski no desempeñó, ni podía desempeñar, ningún papel particular en la insurrección de Octubre, y que, siendo presidente del Soviet de Petrogrado, se limitaba a cumplir la voluntad de las correspondientes instancias del Partido, que dirigían cada uno de sus pasos. A los filisteos como Sujánov todo eso puede parecerles extraño, pero los hechos, los hechos reales, confirman por entero lo que digo.
Tomemos las actas de la reunión siguiente del CC, celebrada el 16 (29) de octubre de 1917. Participan en ella los miembros del CC más representantes del Comité de Petrogrado y representantes de la organización militar, de los comités de fábrica, de los sindicatos y de los ferroviarios. Entre los asistentes, además de los miembros del CC figuran: Krilenko, Shotman, Kalinin, Volodarski, Shliápnikov, Lacis y otros. En total, 25 personas. Se discute el problema de la insurrección desde un punto de vista puramente práctico y organizativo. Se aprueba la resolución de Lenin sobre la insurrección por una mayoría de 20 votos contra 2, y 3 abstenciones. Se elige un centro práctico para dirigir la organización de la insurrección. ¿Quiénes pasan a formar parte de dicho centro? Para él son elegidos cinco camaradas: Sverdlov, Stalin, Dzerzhinski, Búbnov y Uritski. Tareas del centro práctico: dirigir todos los organismos de preparación práctica de la insurrección, de acuerdo con las directivas del Comité Central. Como veis, en esta reunión del CC ocurrió algo «terrible», es decir, Trotski, el «inspirador», la «figura principal», el «único dirigente» de la insurrección, no fue elegido, de «modo extraño», para el centro práctico llamado a dirigir la insurrección. ¿Cómo compaginar este hecho con esa difundida opinión acerca del papel particular de Trotski? ¿No es verdad que todo ello es algo «extraño», como diría Sujánov, o como dirían los trotskistas? Sin embargo, no hay en ello, hablando en propiedad, nada de extraño, pues Trotski, por ser entonces relativamente nuevo en el Partido, no desempeñó ni podía desempeñar ningún papel particular en el Partido ni en la insurrección de Octubre. Lo mismo que todos los demás funcionarios en puestos de responsabilidad; era únicamente un ejecutor de la voluntad del CC y de sus organismos. Quien conozca el mecanismo de dirección del Partido Bolchevique, comprenderá sin gran trabajo que no podía ser de otro modo: en cuanto Trotski no hubiera acatado la voluntad del CC, habría perdido toda influencia sobre el curso de los acontecimientos. Las habladurías acerca del papel particular de Trotski son una leyenda propalada por complacientes comadres «del Partido».
Eso no quiere decir, naturalmente, que la insurrección de Octubre no tuviera su inspirador. La insurrección tuvo su inspirador y su dirigente. Pero fue Lenin, y nadie más que Lenin, cuyas resoluciones aprobó el CC al decidir el problema de la insurrección; Lenin, a quien la clandestinidad no impidió ser el verdadero inspirador de la insurrección, a despecho de las afirmaciones de Trotski. Es necio y ridículo querer ocultar ahora con habladurías acerca de la clandestinidad el hecho indudable de que el inspirador de la insurrección fue V. I. Lenin, el jefe del Partido.
Tales son los hechos.
Admitámoslo, nos dicen, pero no se puede negar que Trotski peleó bien en el período de Octubre. Sí, eso es cierto, Trotski peleó bien en el período de Octubre. Pero en el período de Octubre no sólo Trotski peleó bien; ni siquiera pelearon mal gentes como los eseristas de izquierda, que entonces marchaban hombro a hombro con los bolcheviques. Debo decir, en general, que en el período de la insurrección triunfante, cuando el enemigo está aislado y la insurrección se extiende, no es difícil pelear bien. En esos momentos, hasta los elementos atrasados se hacen héroes.
Pero la lucha del proletariado no es una ofensiva continua, una cadena de éxitos constantes. La lucha del proletariado tiene que pasar también por sus pruebas y sufrir sus derrotas. Y verdadero revolucionario no es quien da muestras de valor en el período de la insurrección triunfante, sino quien, peleando bien cuando la revolución despliega una ofensiva victoriosa, sabe asimismo dar muestras de valor en el período de repliegue de la revolución, en período de derrota del proletariado; quien no pierde la cabeza y no se acobarda ante los reveses de la revolución, ante los éxitos del enemigo; quien no se deja llevar del pánico ni cae en la desesperación en el período de repliegue de la revolución. Los eseristas de izquierda no lucharon mal en el período de Octubre, apoyando a los bolcheviques. Pero ¿quién ignora que esos «denodados» combatientes se dejaron llevar del pánico en el período de Brest-Litovsk, cuando la ofensiva del imperialismo alemán les hizo caer en la desesperación y en el histerismo? Es muy de lamentar, pero es un hecho indudable que a Trotski, que peleó bien en el período de Octubre, le faltó valor en el período de Brest-Litovsk, en un período de reveses temporales de la revolución, para dar muestras de suficiente firmeza en tan difícil momento y no seguir las huellas de los eseristas de izquierda. Es indiscutible que el momento era difícil, que había que poner de manifiesto gran valentía y una serenidad extraordinaria para no desconcertarse, para replegarse a tiempo, para aceptar la paz en el momento oportuno, salvar al ejército proletario del golpe que quería asestarle el imperialismo alemán, conservar las reservas campesinas y, después de haber obtenido, de tal modo, una tregua, caer sobre el enemigo con nuevas fuerzas. Pero, desgraciadamente, Trotski no tuvo esa valentía ni esa firmeza revolucionaria en un momento tan difícil.
Según opina Trotski, la principal enseñanza de la revolución proletaria consiste en «no acobardarse» en
Octubre. Eso es falso, porque la afirmación de Trotski no encierra más que una partícula de la verdad acerca de las enseñanzas de la revolución. Toda la verdad acerca de las enseñanzas de la revolución proletaria consiste en «no acobardarse» no sólo en los días de ofensiva de la revolución, sino tampoco en los días de repliegue, cuando el enemigo obtiene ventajas y la revolución sufre reveses. La revolución no queda circunscrita a Octubre. Octubre no es más que el comienzo de la revolución proletaria. Malo es acobardarse cuando la insurrección va en ascenso. Pero aún es peor acobardarse cuando llegan duras pruebas para la revolución, después de la toma del Poder. Mantenerse en el Poder al día siguiente de la revolución es tan importante como tomarlo. Si Trotski se acobardó en el período de Brest-Litovsk, en un período de duras pruebas para nuestra revolución, cuando la cosa llegó casi a la «entrega» del Poder, debe comprender que los errores de Kámenev y de Zinóviev en Octubre no tienen nada que ver con esto.
Esto es lo que hay en cuanto a las leyendas acerca de la insurrección de Octubre.

II. El partido y la preparación de Octubre
Pasemos ahora al problema de la preparación de Octubre. Escuchando a Trotski, podría suponerse que en todo el período de preparación, de marzo a octubre, el Partido Bolchevique no hacía sino agitarse sin ton ni son; que estaba corroído por contradicciones internas y ponía a Lenin toda clase de estorbos, y que, de no haber sido por Trotski, nadie sabe cómo habría terminado la Revolución de Octubre. Hasta cierto punto divierten estas peregrinas palabras acerca del Partido en boca de Trotski, quien en el mismo «prefacio» al tomo III declara que «el fundamental instrumento de la revolución proletaria es el Partido», que, «sin el Partido, haciendo caso omiso del Partido, dando de lado al Partido, con un sucedáneo del Partido, la revolución proletaria no puede vencer». En fin, ni el mismísimo Alá alcanzará a comprender cómo pudo triunfar nuestra revolución si «su fundamental instrumento» resultó inservible y si, «dando de lado al Partido», no hay ninguna posibilidad de vencer. Pero no es la primera vez que Trotski nos obsequia con tales extravagancias. Es de suponer que estos divertidos razonamientos acerca de nuestro Partido sean las habituales extravagancias de Trotski.
Examinemos, brevemente, la historia de la preparación de Octubre por períodos.
1) El período de nueva orientación del Partido (marzo-abril). Hechos principales de este período:
a) el derrocamiento del zarismo;
b) la formación del Gobierno Provisional (dictadura de la burguesía);
c) la aparición de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados (dictadura del proletariado y del campesinado);
d) la dualidad de poderes;
e) la manifestación de abril;
f) la primera crisis de Poder.
El rasgo característico de este período es que existen, una al lado de otra, juntas, al mismo tiempo, la dictadura de la burguesía y la dictadura del proletariado y del campesinado, con la particularidad de que la segunda tiene confianza en la primera, supone en ella anhelos de paz, entrega voluntariamente el Poder a la burguesía y se convierte, de este modo, en un apéndice suyo. Aun no hay conflictos graves entre las dos dictaduras. Pero, en cambio hay una «comisión de enlace»165.
Fue éste un grandioso viraje en la historia de Rusia y un viraje inusitado en la historia de nuestro Partido.
La vieja plataforma de derrocamiento directo del gobierno, formulada antes de la revolución, era clara y concreta, pero ya no servía para las nuevas condiciones de la lucha. Ahora ya no se podía marchar directamente al derrocamiento del gobierno, porque estaba ligado a los Soviets, que se hallaban bajo la influencia de los defensistas, y el Partido hubiera tenido que sostener una guerra superior a sus fuerzas contra el gobierno y contra los Soviets. Pero tampoco se podía aplicar una política de apoyo al Gobierno
165 La «comisión de enlace», fue nombrada por el Comité Ejecutivo Central menchevique-eserista del Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado el 7 de marzo de 1917 para establecer contacto con el Gobierno Provisional, «influir» en él y «controlar» su actuación. De hecho, la «comisión de enlace» ayudaba a aplicar la política burguesa del Gobierno Provisional e impedía a las masas obreras emprender una lucha revolucionaria activa por el paso de todo el Poder a los Soviets.
Provisional, porque era un gobierno del imperialismo. Se imponía una nueva orientación del Partido en las nuevas condiciones de la lucha. El Partido (su mayoría) marchaba a tientas hacía esa nueva orientación.
Adoptó la política de presión de los Soviets sobre el Gobierno Provisional en el problema de la paz y no se decidió a pasar de golpe, de la vieja consigna de dictadura del proletariado y del campesinado, a la nueva consigna del Poder de los Soviets. Con esta política de medias tintas se quería que los Soviets pudieran ver en las cuestiones concretas de la paz la verdadera naturaleza imperialista del Gobierno Provisional y apartarlos así de él. Pero ésa era una posición profundamente errónea, pues engendraba ilusiones pacifistas, llevaba el agua al molino del defensismo y dificultaba la educación revolucionaria de las masas. Esa posición errónea la compartía yo entonces con otros camaradas del Partido y no la abandoné del todo hasta mediados de abril, cuando me solidaricé con las tesis de Lenin. Se imponía una nueva orientación. Esa nueva orientación la dió Lenin al Partido en sus famosas Tesis de Abril. No voy a extenderme acerca de las tesis, pues todos y cada uno de vosotros las conocéis. ¿Tuvo entonces el Partido divergencias con Lenin? Sí, las tuvo. ¿Cuánto duraron esas divergencias? Dos semanas, a lo sumo. La Conferencia local de Petrogrado166 (segunda quincena de abril), que aprobó las tesis de Lenin, fue un punto crucial en el desarrollo de nuestro Partido. La Conferencia de toda Rusia celebrada a fines de abril no hizo más que llevar a término en escala nacional lo hecho por la Conferencia de Petrogrado, agrupando en torno a una posición única del Partido a las nueve décimas partes de éste.
Ahora, siete años después, Trotski manifiesta una alegría maligna por las pasadas divergencias entre los bolcheviques y las presenta casi como una lucha de dos partidos en el seno del bolchevismo. Pero, en primer lugar, Trotski exagera y abulta las cosas desmesuradamente, pues el Partido Bolchevique salió de estas divergencias sin haber sufrido la menor conmoción. En segundo lugar, nuestro Partido sería una casta, y no un partido revolucionario, si no admitiera en su seno matices del pensamiento. Además, es sabido que también en el pasado hubo entre nosotros divergencias, por ejemplo, en el período de la III Duma, lo que no fue óbice para que nuestro Partido se mantuviese unido. En tercer lugar, no estará de más que preguntemos cuál era entonces la posición del propio Trotski, que ahora manifiesta sin recato una alegría maligna con motivo de las pasadas divergencias de los bolcheviques. Lentsner, el llamado redactor de las obras de Trotski, asegura que las cartas americanas de Trotski (marzo) «se adelantaron en todo» a las «Cartas de lejos» de Lenin (marzo), que sirvieron de base a las Tesis de Abril de Lenin. Así lo dice: «Se adelantaron en todo». Trotski no pone peros a esa analogía, aceptándola, por lo visto, con agradecimiento. Pero, en primer lugar, las cartas de Trotski «no se parecen en nada» a las de Lenin ni por su espíritu ni por las conclusiones,pues reflejan enteramente la consigna antibolchevique de Trotski «sin zar, por un gobierno obrero», consigna que significa: revolución sin los campesinos. Basta con leer estas dos series de cartas para convencerse de ello. En segundo lugar, ¿cómo explicar, en tal caso, que Lenin estimara necesario desolidarizarse de Trotski al día siguiente de haber llegado del extranjero? ¿Quién no conoce las reiteradas declaraciones de Lenin de que la consigna de Trotski «sin zar, por un gobierno obrero» es un intento de «saltar por encima del movimiento campesino, cuyas posibilidades no han sido agotadas», que esa consigna es «jugar a la toma del
Poder por un gobierno obrero»167? ¿Qué puede haber de común entre las tesis bolcheviques de Lenin y el esquema antibolchevique de Trotski con su «juego a la toma del Poder»? ¿De dónde saldrá esa propensión de la gente a comparar una casucha con el Monte Blanco? ¿Qué falta le hacía a Lentsner sumar tan irreflexivamente al montón de viejas leyendas sobre nuestra revolución esa otra leyenda de que las cartas americanas de Trotski «se adelantaron» a las conocidas «Cartas de lejos» de Lenin168?

166 La Conferencia local de Petrogrado del P.O.S.D.R.(b) se celebró del 27 de abril al 5 de mayo (del 14 al 22 de abril) de 1917.
Asistieron a la Conferencia 57 delegados. En las labores de la Conferencia participaron V. I. Lenin y J. V. Stalin.
167 V. las Obras de Lenin, t. XX, pág. 104. V. también los informes en la Conferencia local de Petrogrado y en la Conferencia de toda Rusia del POSDR (b) (mediados y fines de abril de 1917)
168 Entre esas leyendas hay que incluir también la muy difundida versión de que Trotski es el «único» o el «principal organizador» de las victorias en los frentes de la guerra civil. Debo declarar, camaradas, en aras de la verdad, que esa versión no corresponde en absoluto a la realidad de los hechos. Estoy lejos de negar el importante papel desempeñado por Trotski en la guerra civil. Pero debo declarar categóricamente que el alto honor de haber organizado nuestras victorias no corresponde a esta o aquella persona sino a la gran colectividad de los obreros avanzados de nuestro país, al Partido Comunista de Rusia. Quizás no esté de más que cite algunos ejemplos. Vosotros sabéis que se consideraba a Kolchak y a Denikin los principales enemigos de la República Soviética. Sabéis que nuestro país no respiró a sus anchos hasta que no hubo derrotado a estos enemigos. Pues bien, la historia evidencia que a estos dos enemigos, es decir, a Denikin y a Kolchak, los remataron nuestras tropas a pesar de los planes de Trotski. Juzgad vosotros mismos.
1) Sobre Kolchak. Verano de 1919. Nuestras tropas avanzan contra Kolchak y combaten en las cercanías de Ufá. Se reúne el Comité
Central. Trotski propone que se detenga la ofensiva en la línea del río Biélaia (cerca de Ufá), dejando los Urales en manos de
Kolchak, y que se retire parte de las tropas del Frente del Este para trasladarlas al Frente del Sur. Tienen lugar acalorados debates. El Comité Central no está de acuerdo con Trotski, estimando que no se puede dejar en manos de Kolchak los Urales con sus fábricas y su red de ferrocarriles, pues allí puede reponerse fácilmente, reunir fuerzas y aparecer de nuevo a orillas del Valga. Lo primero que hay que hacer es arrojar a Kolchak al otro lado de los Urales, a las estepas siberianas, y sólo después de ello ocuparse del traslado de tropas al Sur. El Comité Central rechaza el plan de Trotski. Este presenta la dimisión. El Comité Central no la acepta. El Comandante en Jefe, Vacietis, partidario del plan de Trotski, dimite. Su puesto lo ocupa un nuevo Comandante en Jefe, Kámenev. Apartir de este momento, Trotski deja de participar directamente en los asuntos del Frente del Este.
2. Sobre Denikin. Otoño de 1919. La ofensiva contra Denikin no da el resultado apetecido. El «anillo de hierro» en torno a
Mámontov (la incursión de Mámontov) fracasa, sin duda alguna. Denikin toma Kursk, Denikin se aproxima a Oriol. Trotski es
llamado del Frente del Sur para que asista a una reunión del Comité Central. El Comité Central estima que la situación es alarmante y acuerda enviar al Frente del Sur a nuevos dirigentes militares y retirar de allí a Trotski. Los nuevos dirigentes militares exigen la «no ingerencia» de Trotski en los asuntos del Frente del Sur. Trotski deja de participar directamente en los asuntos del Frente del Sur. Las operaciones en el Frente del Sur, Incluida la toma de Rostov del Don y de Odesa, se desarrollan sin Trotski. Que prueben a refutar estos hechos.

105
Por algo se dice que un oso servicial es más peligroso que un enemigo.
2) El período de movilización revolucionaria de las masas (mayo-agosto). Hechos principales de este
período:
a) la manifestación de abril en Petrogrado y la formación de un gobierno de coalición, en el que participan los «socialistas»;
b) la manifestación del Primero de Mayo en los principales centros de Rusia, con la consigna de «paz
democrática»;
c) la manifestación de junio en Petrogrado con la consigna fundamental de «¡Abajo los ministros capitalistas!»;
d) la ofensiva de junio en el frente y los reveses del ejército ruso;
e) la manifestación armada de julio en Petrogrado y la salida de los ministros demócratas constitucionalistas del gobierno;
f) la llegada de tropas contrarrevolucionarias sacadas del frente, el asalto y la destrucción de la redacción de «Pravda», la lucha de la contrarrevolución contra los Soviets y la formación de un nuevo gobierno de
coalición encabezado por Kerenski ;
g) el VI Congreso de nuestro Partido, que lanza la consigna de preparación de la insurrección armada;
h) la contrarrevolucionaria Conferencia de Estado y la huelga general de Moscú;
i) la fracasada ofensiva de Kornílov sobre Petrogrado, la vivificación de los Soviets, la dimisión de los
demócratas constitucionalistas y la formación del «Directorio».
El rasgo característico de este período es la agudización de la crisis y la ruptura del inestable equilibrio
entre los Soviets y el Gobierno Provisional, equilibrio que -bien o mal- existía en el período precedente. La dualidad de poderes se ha hecho insostenible para ambas partes. El frágil edificio de la «comisión de enlace» vive sus últimos días. «Crisis de Poder» y «carrousel ministerial» eran en aquellos momentos las palabras más en boga. La crisis en el frente y la ruina en la retaguardia hacen su obra, reforzando los flancos extremos y presionando por ambos lados a los conciliadores defensistas. La revolución se moviliza, haciendo con ello que se movilice la contrarrevolución. La contrarrevolución, a su vez, espolea a la revolución, suscitando nuevas oleadas de la marea revolucionaria. La cuestión del paso del Poder a una nueva clase se pone a la orden del día.
¿Había entonces divergencias en nuestro Partido? Sí, las había. Pero se referían exclusivamente a cuestiones de carácter práctico, contrariamente a lo que afirma Trotski, quien trata de descubrir un ala «derecha» y un ala «izquierda» en el Partido. Es decir, había esas divergencias sin las que, en general, no existe una vida activa de Partido y un verdadero trabajo de Partido.
No tiene razón Trotski cuando afirma que la manifestación de abril en Petrogrado suscitó divergencias en el seno del Comité Central. El Comité Central se mantuvo absolutamente unánime en esta cuestión,
condenando el intento de un grupo de camaradas de detener al Gobierno Provisional en un momento en que los bolcheviques estaban en minoría en los Soviets y en el ejército. Si Trotski no escribiera la «historia» de Octubre a lo Sujánov, sino basándose en documentos fidedignos, se convencería sin gran trabajo de que su afirmación es errónea.
No tiene absolutamente ninguna razón Trotski cuando afirma que el intento, «a iniciativa de Lenin», de
organizar una manifestación el 10 de junio fue tachado de «aventura» por los «derechistas» del Comité
Central. Si Trotski no escribiera a lo Sujánov, sabría seguramente que la manifestación del 10 de junio fue aplazada de pleno acuerdo con Lenin y que precisamente Lenin defendió la necesidad de aplazarla en un gran discurso pronunciado en la conocida reunión del Comité de Petrogrado (v. las actas del Comité de Petrogrado).
No tiene ninguna razón Trotski cuando habla de divergencias «trágicas» en el seno del CC con motivo de la manifestación armada de julio. Trotski, sencillamente, inventa, suponiendo que algunos miembros del grupo dirigente del CC «debían ver en el episodio de julio una aventura nociva». Trotski, que entonces aún no formaba parte de nuestro CC y era tan sólo un parlamentario nuestro en los Soviets, podía, naturalmente, no saber que el CC consideraba la manifestación de julio como un mero medio para tantear al enemigo; que el CC (y Lenin) no querían ni pensaban convertir la manifestación en insurrección en un momento en que los Soviets de la capital seguían aún a los defensistas. Es muy posible que algunos de los bolcheviques lloriquearan, en efecto, con motivo de la derrota de julio. Yo sé, por ejemplo, que algunos de los bolcheviques detenidos entonces estaban incluso dispuestos a abandonar nuestras filas. Pero hacer de aquí deducciones contra algunos supuestos «derechistas», a los que se dice miembros del CC, es tergiversar desvergonzadamente la historia.
No tiene razón Trotski cuando declara que en los días de la korníloviada se puso de manifiesto en parte de los dirigentes del Partido la tendencia a concertar un bloque con los defensistas, a apoyar al Gobierno
Provisional. Se trata, naturalmente, de esos mismos supuestos «derechistas» que quitan el sueño a Trotski.
Trotski no tiene razón, pues existen tales documentos como el Órgano Central del Partido, que echa por tierra la declaración de Trotski. Este invoca la carta de Lenin al CC previniendo contra el apoyo a Kerenski.
Pero Trotski no comprende las cartas de Lenin, ni su significado, ni su misión. A veces, Lenin se adelanta deliberadamente en sus cartas a los acontecimientos, llevando a un primer plano errores posibles, y criticándolos por anticipado, a fin de prevenir al Partido y ponerlo a salvo de ellos, o, a veces, exagera las «pequeñeces» y hace «de una mosca un elefante», con el mismo fin pedagógico. El jefe del Partido, sobre todo si se encuentra en la clandestinidad, no puede obrar de otro modo, pues debe ver más allá que sus compañeros de lucha y está obligado a dar la señal de alarma con motivo de cualquier error posible, incluso con motivo de «pequeñeces». Pero sacar de estas cartas de Lenin (que no son pocas) la conclusión de que hubo divergencias «trágicas» y alborotar a cuenta de ello significa no comprender las cartas de Lenin, no conocer a Lenin. Quizá sea ésta la explicación de que Trotski no dé a veces en el clavo. Resumiendo: en el CC no hubo ninguna divergencia, absolutamente ninguna, en los días de la intentona de Kornílov.
Después de la derrota de julio, entre el CC y Lenin surgieron, efectivamente, divergencias respecto a la
suerte de los Soviets. Es sabido que Lenin, deseando concentrar la atención del Partido en los preparativos de la insurrección fuera de los Soviets, prevenía contra el excesivo entusiasmo por los Soviets, considerando que éstos, envilecidos por los defensistas, ya no tenían ningún valor. El Comité Central y el VI Congreso del Partido adoptaron una línea más prudente, considerando que no había fundamento para estimar excluida una vivificación de los Soviets. La intentona de Kornílov demostró que esta decisión había sido acertada. Por lo demás, esas divergencias no fueron una cuestión de actualidad para el Partido. Lenin reconoció posteriormente que la línea del VI Congreso había sido acertada. Es interesante que Trotski no se haya aferrado a esta divergencia ni la haya abultado hasta darle proporciones «monstruosas».
Un partido unido y monolítico, centro de la movilización revolucionaria de las masas: tal es el cuadro de la situación de nuestro Partido en este período.
3) El período de organización del asalto (septiembre-octubre). Hechos principales de este período:
a) la convocatoria de la Conferencia Democrática y el fracaso de la idea de formar un bloque con los
demócratas constitucionalistas;
b) paso de los Soviets de Moscú y de Petrogrado al lado de los bolcheviques;
c) el Congreso de los Soviets de la Región del Norte169 y la resolución del Soviet de Petrogrado contra la
evacuación de las tropas;
d) la resolución del CC del Partido sobre la insurrección y la formación del Comité Militar
Revolucionario del Soviet de Petrogrado;
e) la resolución de la guarnición de Petrogrado sobre el apoyo armado al Soviet de Petrogrado y la
organización del sistema de comisarios del Comité Militar Revolucionario;
f) las fuerzas armadas de los bolcheviques se lanzan a la calle; detención de los miembros del Gobierno
Provisional;
g) la toma del Poder por el Comité Militar Revolucionario del Soviet de Petrogrado y la formación del
Consejo de Comisarios del Pueblo por el II Congreso de los Soviets.
El rasgo característico de este período es la rápida agravación de la crisis, el completo desconcierto de los círculos gobernantes, el aislamiento de los eseristas y los mencheviques y el paso en masa de los elementos vacilantes al lado de los bolcheviques. Conviene señalar una particularidad original de la táctica de la revolución en este período. Consiste esta particularidad en que cada paso, o casi cada paso, de su ofensiva la revolución procura dado como si fuera un paso defensivo. Es indudable que la negativa a evacuar las tropas de Petrogrado fue un serio paso de la ofensiva de la revolución, pero, no obstante, esa ofensiva se hizo bajo la consigna de defensa de Petrogrado contra una posible ofensiva del enemigo exterior. Es indudable que la formación del Comité Militar Revolucionario fue un paso todavía más importante de la ofensiva contra el Gobierno Provisional, pero, no obstante, se dió bajo la consigna de organizar el control de los Soviets sobre la actividad del Estado Mayor de la Zona. Es indudable que el paso franco de la guarnición al lado del Comité Militar Revolucionario y la organización del sistema de comisarios soviéticos señalaron el comienzo de la insurrección, pero, no obstante, estos pasos los dió la revolución bajo la consigna de defensa del Soviet de Petrogrado contra posibles acciones de la contrarrevolución. Parecía como si la revolución camuflara sus acciones de ofensiva con la envoltura de la defensa para que le fuese más fácil arrastrar a su órbita a los elementos indecisos, vacilantes. A ello se debe, quizá, el carácter aparentemente defensivo de los discursos, artículos y consignas de este período, que, no obstante, tienen un carácter profundamente ofensivo por su contenido interno.

169 El Congreso de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados de la Región del Norte se celebró del 24 al 26 (del 11 al 13) de
octubre de 1917 en Petrogrado, bajo la dirección de los bolcheviques. El Congreso aprobó una resolución sobre la necesidad del paso inmediato del Poder a los Soviets en el centro y en provincias, llamó a los campesinos a apoyar la lucha por el Poder de los Soviets y a los Soviets mismos a acciones enérgicas y a la creación de Comités Militares Revolucionarios para organizar la defensa armada de la revolución.

¿Hubo en este período divergencias en el seno del Comité Central? Sí, y no pequeñas. Ya he hablado de
las divergencias en el problema de la insurrección, reflejadas íntegramente en las actas del CC del 10 y del 16 de octubre. Por ello no voy a repetir lo dicho antes. Ahora es necesario detenerse en tres cuestiones: la participación en el anteparlamento, el papel de los Soviets en la insurrección y la fecha de la insurrección. Es tanto más necesario por cuanto Trotski, en su afán de situarse en lugar visible, ha falseado «involuntariamente» la posición de Lenin en las dos últimas cuestiones.
Es indudable que las divergencias respecto al anteparlamento fueron serias. ¿Cuál era el fin, por decirlo
así, del anteparlamento? Ayudar a la burguesía a relegar los Soviets a segundo plano y echar los cimientos del parlamentarismo burgués. Si podía o no el anteparlamento alcanzar ese fin en la situación revolucionaria de entonces, es ya otra cuestión. Los acontecimientos demostraron que ese fin era inalcanzable y que el propio anteparlamento era un aborto de la korniloviada. Pero es indudable que con el anteparlamento los mencheviques y los eseristas perseguían precisamente ese fin. ¿A qué podía llevar en tales condiciones la participación de los bolcheviques en el anteparlamento? Únicamente a desorientar a las masas proletarias respecto a la verdadera faz del anteparlamento. A ello, principalmente, se debe la vehemencia con que fustiga Lenin en sus cartas a los defensores de la participación en el anteparlamento. La participación en el anteparlamento fue, sin duda, una grave equivocación.
Pero sería erróneo suponer, como lo hace Trotski, que los defensores de la participación fueron al
anteparlamerrto con el fin de desarrollar allí una labor orgánica, con el fin de «llevar el movimiento obrero» «al cauce de la socialdemocracia». Eso es completamente falso. Eso es mentira. Si eso fuera cierto, el Partido no habría logrado corregir esta equivocación «en un dos por tres», retirándose ostensiblemente del anteparlamento. La vitalidad y la fuerza revolucionaria de nuestro Partido se expresaron, entre otras cosas, en que enmendó esta equivocación en un abrir y cerrar de ojos.
Ahora, permitidme que corrija una pequeña inexactitud que se ha deslizado en la relación que Lentsner, el «redactor» de las obras de Trotski, hace de la reunión del grupo bolchevique en que se resolvió la cuestión del anteparlamento. Lentsner dice que en la reunión hubo dos informantes: Kárnenev y Trotski. Eso no es cierto. En realidad, los informantes fueron cuatro: dos en favor del boicot del anteparlamento (Trotski y Stalin) y dos en favor de la participación (Kámenev y Noguín).
Aún procede peor Trotski cuando se refiere a la posición de Lenin en cuanto a la forma de la insurrección.
Según Trotski, resulta que Lenin quería que el Partido tomase en octubre el Poder «independientemente del Soviet y a espaldas de éste». Criticando después esta necedad atribuida a Lenin, Trotski «galopa y
caracolea», soltando, por último, esta condescendiente frase: «Eso hubiera sido un error». Aquí Trotski no dice la verdad acerca de Lenin, tergiversa la idea de Lenin acerca del papel de los Soviets en la insurrección.
Podría citar un montón de documentos demostrativos de que Lenin proponía tomar el Poder a través de los Soviets, del de Petrogrado o del de Moscú, y no a espaldas de ellos. ¿Qué fin persigue Trotski con esa leyenda, más que extraña, acerca de Lenin?
Trotski no procede mejor cuando «analiza» la posición del CC y de Lenin en cuanto a la fecha de la insurrección. Al relatar la célebre reunión del CC del 10 de octubre, Trotski afirma que en esta reunión «se adoptó una resolución diciendo que la insurrección debería producirse, a más tardar, el 15 de octubre».
Resulta que el CC señaló para el 15 de octubre la fecha de la insurrección y que luego, faltando él mismo a su acuerdo, la aplazó hasta el 25 de octubre. ¿Es cierto eso? No, no es cierto. El Comité Central sólo adoptó en este período dos resoluciones sobre la insurrección, la del 10 y la del 16 de octubre. Leamos estas resoluciones.
Resolución del 10 de octubre:
«El CC reconoce que tanto la situación internacional de la revolución rusa (insurrección en la flota alemana, manifestación extrema de la marcha ascendente, en toda Europa, de la revolución socialista mundial, y, además, la amenaza de una paz170 de los imperialistas, con el fin de estrangular la revolución en Rusia) como la situación militar (decisión indudable de la burguesía rusa y de Kerenski y Cia. de entregar Petrogrado a los alemanes) y la conquista de la mayoría dentro de los Soviets por el Partido proletario -todo ello, unido a la insurrección campesina y al viraje de la confianza del pueblo hacia nuestro Partido (elecciones de Moscú)-, así como, finalmente, la preparación manifiesta de una segunda korniloviada (evacuación de tropas de Petrogrado, envío de cosacos a esta capital, cerco de Minsk por los cosacos, etc.), ponen a la orden del día la insurrección armada.
Reconociendo, pues, que la insurrección armada es inevitable y que ha alcanzado plena madurez, el CC insta a todas las organizaciones del Partido a guiarse por ello y a examinar y resolver desde este punto de vista todos los problemas prácticos (Congreso de los Soviets de la Región del Norte, evacuación de tropas de Petrogrado, acciones en Moscú y en Minsk, etc.).

170 Por lo visto, debe decir: «una paz separada». J. St.

Resolución de la reunión del CC con camaradas en puestos de responsabilidad del 16 de octubre:
«La reunión aprueba y apoya por completo la resolución del CC, llama a todas las organizaciones y a todos los
obreros y soldados a preparar en todos sus aspectos y con toda intensidad la insurrección armada y a apoyar el Centro creado para ello por el Comité Central, y expresa su plena seguridad en que el CC y el Soviet indicarán oportunamente el momento propicio ylos procedimientos de ofensiva más convenientes».
Ya veis que la memoria le ha sido infiel a Trotski en cuanto a la fecha de la insurrección y a la resolución del CC sobre la insurrección.
Trotski no tiene ninguna razón cuando afirma que Lenin menospreciaba la legalidad de los Soviets, que
Lenin no comprendía la gran importancia de la toma del Poder por el Congreso de los Soviets de toda Rusia el 25 de octubre y que, precisamente por ello, insistía en que se tomara el Poder antes del 25 de octubre. Eso no es cierto. Lenin proponía tomar el Poder antes del 25 de octubre por dos razones: En primer lugar, porque los contrarrevolucionarios podían entregar Petrogrado en cualquier momento, lo que hubiera enervado a insurrección en ascenso, por lo que cada día era precioso. En segundo lugar, porque el error del Soviet de Petrogrado, que señaló abiertamente e hizo pública la fecha de la insurrección (25 de octubre), no podía ser enmendado más que por la insurrección efectiva antes de esta fecha legal de la insurrección. Lo que ocurre es que Lenin consideraba la insurrección como un arte y no podía menos de saber que el enemigo, prevenido (por la imprudencia del Soviet de Petrogrado) de la fecha señalada para la insurrección, se prepararía sin falta para ese día, por lo que era imprescindible adelantársele, es decir, comenzar la insurrección, inexcusablemente, antes del plazo legal. A ello, principalmente, se debe la vehemencia con que Lenin fustigaba en sus cartas a los fetichistas del 25 de octubre. Los acontecimientos demostraron que Lenin tenía toda la razón. Sabido es que la insurrección empezó antes del Congreso de los Soviets de toda Rusia. Sabido es que el Poder fue tomado, de hecho, antes de la apertura del Congreso de los Soviets de toda Rusia, y que no lo tomó el Congreso de los Soviets, sino que lo tomaron el Soviet de Petrogrado y el Comité Militar Revolucionario. El Congreso de los Soviets se limitó a recibir el Poder de manos del Soviet de Petrogrado.
Por eso, los largos razonamientos de Trotski acerca de la importancia de la legalidad de los Soviets son completamente superfluos.
Un partido lleno de vitalidad y fuerza, encabezando a las masas revolucionarias, que se lanzan al asalto del Poder burgués y derrocan ese Poder: tal es la situación de nuestro Partido en ese período.
Esto es lo que hay en cuanto a las leyendas sobre la preparación de Octubre.

III. ¿Trotskismo o Leninismo?
Hemos hablado anteriormente de las leyendas contra el Partido y acerca de Lenin propaladas por Trotski y sus partidarios en relación con Octubre y su preparación. Hemos desenmascarado y desmentido esas leyendas. Pero se pregunta: ¿para qué ha recurrido Trotski a todas esas leyendas acerca de Octubre y de la preparación de Octubre, acerca de Lenin y del Partido de Lenin? ¿Qué fin persiguen los nuevos escritos de Trotski contra el Partido? ¿Cuál es el sentido, el objetivo, el fin de esos escritos, ahora, cuando el Partido no quiere discutir, cuando el Partido tiene ante sí un cúmulo de tareas inaplazables, cuando el Partido necesita un trabajo acorde para restaurar la economía nacional, y no una nueva lucha sobre cuestiones viejas? ¿Para qué quiere Trotski arrastrar el Partido hacia atrás, a nuevas discusiones?
Trotski asegura que todo eso es necesario para «estudiar» Octubre. Pero ¿acaso no se puede estudiar
Octubre sin dar una vez más coces al Partido y a Lenin, su jefe? ¿Qué «historia» de Octubre es esa que empieza y termina desacreditando al principal dirigente de la insurrección de Octubre, desacreditando al
Partido, que fue quien organizó y llevó a cabo la insurrección? No, el quid de la cuestión no reside en el estudio de Octubre. Así no se estudia Octubre. Así no se escribe la historia de Octubre. Por lo visto, hay ahí otro designio. Y ese «designio» consiste, a juzgar por todo, en que Trotski hace en sus escritos otro intento (¡uno más!) de preparar las condiciones para suplantar el leninismo por el trotskismo. Trotski necesita, «a más no poder», desacreditar al Partido, a sus cuadros, que realizaron la insurrección, para pasar de esta labor de descrédito del Partido a la labor de descrédito del leninismo. Y el descrédito del leninismo es necesario para meter de contrabando el trotskismo, como la «única» ideología «proletaria» (¡no va en broma!). Todo ello, naturalmente (¡oh, naturalmente!), se hace bajo la bandera del leninismo, para que la operación de meter el trotskismo de contrabando sea «lo menos dolorosa posible».
Este es el fondo de los últimos escritos de Trotski.
Por ello, esos escritos de Trotski plantean de plano la cuestión del trotskismo.
Así, pues, ¿qué es el trotskismo?
El trotskismo tiene tres particularidades, que lo ponen en contradicción insoluble con el leninismo.
¿Qué particularidades son ésas?
Primera. El trotskismo es la teoría de la revolución «permanente» (ininterrumpida). Y ¿qué es la revolución permanente, tal como la entiende Trotski? Es la revolución haciendo caso omiso de los campesinos pobres como fuerza revolucionaria. La revolución «permanente» de Trotski es, como dice Lenin, «saltar» por encima del movimiento campesino, «jugar a la toma del Poder». ¿Por qué es peligrosa esa revolución? Porque, de intentar llevarla a cabo, desembocaría en un fracaso inevitable, porque apartaría del proletariado ruso a su aliado, es decir, a los campesinos pobres. A ello se debe la lucha que el leninismo sostiene contra el trotskismo desde 1905.
¿Cómo considera Trotski el leninismo desde el punto de vista de esa lucha? Lo considera como una teoría con «rasgos antirrevolucionarios». ¿En qué se basa tan airado juicio del leninismo? En que el leninismo defendía y logró imponer en su tiempo la idea de la dictadura del proletariado y del campesinado.
Pero Trotski no se limita a ese airado juicio. Va más allá, afirmando: «Todo el edificio del leninismo se basa hoy día en la mentira y en la falsificación y lleva en sí el principio venenoso de su propia descomposición» (v. la carta de Trotski a Chjeídze en 1913). Como veis, nos hallamos ante dos líneas opuestas.
Segunda. El trotskismo es la desconfianza hacia el principio bolchevique del Partido, hacia la cohesión
monolítica del Partido, hacia su hostilidad a los elementos oportunistas. El trotskismo en materia de
organización es la teoría de la convivencia de los revolucionarios y los oportunistas, de sus grupos y grupitos en el seno de un mismo partido. Seguramente, conocéis la historia del Bloque de Agosto de Trotski, donde
colaboraban en buena armonía los martovistas y los otsovistas, los liquidadores y los trotskistas, haciéndose
pasar por un «verdadero» partido. Sabido es que ese «partido» hecho de retazos perseguía el fin de destruir el Partido Bolchevique. ¿En qué consistían entonces «nuestras divergencias»? En que el leninismo veía la garantía del desarrollo del Partido proletario en la destrucción del Bloque de Agosto, mientras que el trotskismo veía en este bloque la base para la creación de un «verdadero» partido.
De nuevo, como veis, dos líneas opuestas.
Tercera. El trotskismo es la desconfianza en los jefes del bolchevismo, un intento de desacreditarlos, de difamarlos. No conozco ni una tendencia en el Partido que pueda compararse con el trotskismo en cuanto a la difamación de los líderes del leninismo o de las instituciones centrales del Partido. ¿Qué no vale, por ejemplo, el «amable» juicio de Trotski acerca de Lenin caracterizándolo como a un «explotador profesional de todo atraso en el movimiento obrero ruso» (v. lugar citado). Y éste no es, ni mucho menos, el más «amable» entre todos los «amables» juicios que ha emitido Trotski.
¿Cómo ha podido ocurrir que, llevando a cuestas tan desagradable fardo, Trotski figurara, a pesar de todo, en las filas de los bolcheviques durante el movimiento de Octubre? Ocurrió eso porque Trotski abandonó entonces (lo abandonó de hecho) su fardo, escondiéndolo en el armario. Sin esta «operación», hubiera sido imposible una verdadera colaboración con Trotski. La teoría del Bloque de Agosto, es decir, la teoría de la unidad con los mencheviques, ya había sido derrotada y barrida por la revolución, pues, ¿de que unidad podía hablarse cuando se libraba una lucha armada entre bolcheviques y mencheviques? A Trotski no le quedó más remedio que reconocer que esa teoría era inservible.
Con la teoría de la revolución permanente «ocurrió» la misma desagradable historia, pues ninguno de los bolcheviques pensaba en la toma inmediata del Poder al día siguiente de la revolución de febrero, y Trotski no podía ignorar que los bolcheviques no le permitirían, como decía Lenin, «jugar a la toma del Poder». A Trotski no le quedó más remedio que aceptar la política bolchevique de lucha por la influencia en los Soviets, de lucha por conquistar al campesinado. En cuanto a la tercera particularidad del trotskismo (la desconfianza en los líderes bolcheviques), debía, como es natural, pasar a segundo plano, en vista del evidente fracaso de las dos primeras particularidades.
¿Podía Trotski, en tal situación, no esconder su fardo en el armario y no seguir a los bolcheviques? ¿Podía obrar de otro modo Trotski, a quien no seguía ningún grupo político algo importante y que vino a los bolcheviques siendo un hombre sin ejército y en plena soledad política? ¡Naturalmente que no!
¿Qué enseñanza se desprende de esto? Una sola enseñanza: una colaboración prolongada de los leninistas con Trotski sólo es posible si éste desecha por completo su viejo fardo, si se adhiere plenamente al leninismo. Trotski escribe de las enseñanzas de Octubre, pero se olvida de que, entre ellas, hay una enseñanza de Octubre, la enseñanza de que acabo de hablar, que tiene para el trotskismo una importancia primordial. Al trotskismo no le vendría mal tener también presente esta enseñanza de Octubre.
Pero, a lo que se ve, esta enseñanza no le ha aprovechado al trotskismo. Lo que ocurre es que el viejo fardo del trotskismo, escondido en el armario en las jornadas del movimiento de Octubre, lo sacan ahora
nuevamente a la luz del día, con la esperanza de realizarlo, ya que, afortunadamente, nuestro mercado se
amplía. Es indudable que los nuevos escritos de Trotski son un intento de volver al trotskismo, de «superar» el leninismo, de meter de contrabando e imponer todas las particularidades del trotskismo. El nuevo trotskismo no es una simple repetición del viejo trotskismo, pues está muy ajado y maltrecho, es
incomparablemente más blando de carácter y más moderado en las formas que el viejo trotskismo, pero,
indudablemente, conserva, en el fondo, todas las particularidades del viejo trotskismo. El nuevo trotskismo no se decide a manifestarse como una fuerza combativa contra el leninismo, prefiere hacer sus manejos bajo la común bandera del leninismo, bajo la consigna de la interpretación y el perfeccionamiento del leninismo.
Obra así por su debilidad. No puede considerarse casual el hecho de que la salida a escena del nuevo
trotskismo haya coincidido con la muerte de Lenin. Si Lenin viviera, el trotskismo no se habría atrevido a dar tan arriesgado paso.
¿Cuáles son los rasgos característicos del nuevo trotskismo?
1) La cuestión de la revolución «permanente». El nuevo trotskismo no considera necesario defender de
manera abierta la teoría de la revolución «permanente». Deja sentado, «simplemente», que la Revolución de Octubre ha confirmado con toda plenitud la idea de la revolución «permanente». De ello saca la siguiente conclusión: es importante y admisible en el leninismo lo que corresponde al período de después de la guerra, al período de la Revolución de Octubre; y, por el contrario, es desacertado e inadmisible en el leninismo lo anterior a la guerra, lo anterior a la Revolución de Octubre. De aquí la teoría de los trotskistas de la división del leninismo en dos partes: el leninismo de antes de la guerra, el «viejo» leninismo, el leninismo «inservible», con su idea de la dictadura del proletariado y el campesinado, y el leninismo nuevo, el leninismo de después de la guerra, el leninismo de Octubre, que ellos quieren adaptar a las exigencias del trotskismo. Esta teoría de la división del leninismo la necesita el trotskismo como el primer paso, más o menos «aceptable», para facilitar sus pasos siguientes en la lucha contra el leninismo.
Pero el leninismo no es una teoría ecléctica, pegada de diversos elementos y susceptible de ser dividida.
El leninismo es una teoría coherente, nacida en 1903, que ha pasado por las pruebas de tres revoluciones y que ahora avanza triunfante, como bandera de combate del proletariado mundial.
«El bolchevismo -dice Lenin- existe como corriente del pensamiento político y como partido político desde 1903.
Sólo la historia del bolchevismo en todo el período de su existencia puede explicar de un modo satisfactorio porqué el bolchevismo pudo forjar y mantener, en las condiciones más difíciles, la disciplina férrea necesaria para la victoria del proletariado» (v, t. XXV, pág. 174).
El bolchevismo y el leninismo son una y la misma cosa. Son dos denominaciones de una misma cosa. Por eso, la teoría de la división del leninismo en dos partes es la teoría de la destrucción del leninismo, la teoría de la suplantación del leninismo por el trotskismo.
Huelga decir que el Partido no puede admitir esa extraña teoría.
2) La cuestión del principio del Partido. El viejo trotskismo trataba de socavar el principio bolchevique
del Partido valiéndose de la teoría (y la práctica) de la unidad con los mencheviques. Pero esa teoría se puso hasta tal punto en evidencia, que ahora ni siquiera desean recordarla. Para quebrantar el principio del Partido, el trotskismo contemporáneo ha ideado una teoría nueva, una teoría menos comprometedora y casi «democrática», la teoría de oponer a los viejos cuadros los jóvenes militantes del Partido. Para el trotskismo no existe una historia única y coherente de nuestro Partido. El trotskismo divide la historia de nuestro Partido en dos partes de desigual valor: la parte anterior a Octubre y la parte posterior a Octubre. La parte de la historia de nuestro Partido anterior a Octubre no es historia, propiamente hablando, sino «prehistoria», un período sin importancia o, en el mejor de los casos, poco importante, de preparación de nuestro Partido. La parte de la historia de nuestro Partido posterior a Octubre es verdadera historia, historia auténtica. Allí, los «viejos» cuadros de nuestro Partido, cuadros «prehistóricos» y de poco valor. Aquí, un partido nuevo, verdadero, «histórico». No creo que sea necesario demostrar que ese original esquema de la historia del Partido es un esquema destinado a quebrantar la unidad entre los viejos y los nuevos cuadros de nuestro Partido, un esquema para destruir el principio bolchevique del Partido.
Huelga decir que el Partido no puede admitir ese extraño esquema.
3) La cuestión de los líderes del bolchevismo. El viejo trotskismo trataba de desacreditar a Lenin más o menos abiertamente, sin temer las consecuencias. El nuevo trotskismo procede con mayor cautela. Procura continuar la obra del viejo trotskismo encubriéndose con alabanzas a Lenin, con loas a Lenin. Creo que vale la pena citar algunos ejemplos.
El Partido conoce a Lenin como a un revolucionario implacable. Pero sabe también que Lenin era prudente, que no le gustaba la gente que perdía la cabeza y con frecuencia ponía freno, con mano firme, a los que se entregaban al terrorismo, entre ellos al mismo Trotski. Trotski trata este tema en su libro «Acerca de Lenin». Pero, según la apreciación que en él da, resulta que Lenin no hacía otra cosa sino «inculcar en cada momento propicio la idea de que el terrorismo es inevitable». Da la impresión de que Lenin era el más sanguinario entre todos los bolcheviques sanguinarios.
¿Qué fin persigue Trotski con esa exageración innecesaria y sin posible justificación?
El Partido conoce a Lenin como a un militante ejemplar, a quien no gustaba resolver las cuestiones por sí solo, al margen del grupo de camaradas dirigentes, ni de golpe, sin un meticuloso tanteo y una cuidadosa
comprobación. Trotski trata también en su libro este aspecto. Pero en el libro de Trotski no vemos a Lenin, sino a un mandarían chino que resuelve las cuestiones más importantes en la quietud de su despacho, por intuición.
¿Queréis saber cómo resolvió nuestro Partido la disolución de la Asamblea Constituyente? Escuchad a
Trotski:
«Está claro que hay que disolver la Asamblea Constituyente -decía Lenin-, pero, ¿y los eseristas de izquierda?
Sin embargo, nos dió una gran alegría el viejo Natansón. Pasó a vemos, para «aconsejarse», y de buenas a primeras dijo:
- Me parece que tendremos que disolver por la fuerza la Asamblea Constituyente.
- ¡Bravo! -exclamó Lenin-. ¡Muy bien! Pero, ¿darán "ese paso los suyos?
- Algunos vacilan, pero creo que, en fin de cuentas, estarán de acuerdo -respondió Natansón».
Así se escribe la historia.
¿Queréis saber cómo resolvió el Partido el problema del Consejo Militar Supremo? Escuchad a Trotski:
«Sin militares serios y expertos no saldremos de este caos -decía yo a Vladímir Ilich- cada vez que volvía del Estado Mayor.
- Quizá tenga usted razón. Pero, ¿no nos traicionarán?
- Le pondremos a cada uno un comisario.
- O mejor dos -exclamó Lenin-, dos que tengan buenas zarpas. No puede ser que no tengamos comunistas con buenas zarpas.
- Así surgió la estructura del Consejo Militar Supremo».
Así escribe Trotski la historia.
¿Qué fin perseguía Trotski con estos cuentos árabes que desacreditan a Lenin? ¿Ensalzar a V. I. Lenin, al jefe del Partido? No lo parece.
El Partido conoce a Lenin como al más gran marxista de nuestros tiempos, como a un profundo teórico y un revolucionario de la mayor experiencia, en quien no había ni sombra de blanquismo, Trotski trata también en su libro este aspecto. Pero en su apreciación no vemos al Lenin gigante, sino a un pigmeo blanquista, que en los días de Octubre aconseja al Partido «tomar el Poder con sus propias manos, independientemente del Soviet y a sus espaldas». Pero ya he dicho que esta apreciación no corresponde en lo más mínimo a la realidad.
¿Qué fin persigue Trotski con esa escandalosa... inexactitud? ¿No hay en ello una tentativa de desacreditar «un poquitin» a Lenin?
Tales son los rasgos característicos del nuevo trotskismo.
¿Cuál es el peligro del nuevo trotskismo? Que el trotskismo, por todo su contenido interno, tiene todas las probabilidades de convertirse en el centro y en el punto de concentración de todos los elementos no proletarios, que anhelan el debilitamiento y la descomposición de la dictadura del proletariado.
Y bien, diréis vosotros, ¿cuáles son las tareas inmediatas del Partido en relación con los nuevos escritos
de Trotski?
El trotskismo ha emprendido todo eso ahora para desacreditar el bolchevismo, para minar sus cimientos.
La tarea del Partido consiste en enterrar el trotskismo como corriente ideológica.
Hablan de represiones contra la oposición y de posibilidad de escisión. Eso son tonterías, camaradas.
Nuestro Partido es fuerte y poderoso. No consentirá ninguna escisión. En cuanto a las represiones, estoy decididamente contra ellas. Lo que ahora necesitamos no son represiones, sino una amplia lucha ideológica contra el trotskismo, en trance de resurrección.
Nosotros no queríamos y no buscábamos esta discusión literaria. El trotskismo nos la impone con sus escritos antileninistas. Pues bien, estamos dispuestos, camaradas.

Publicado el 26 de noviembre de 1924 en el núm. 269 de «Pravda».

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