MARX, ENGELS, LENIN, STALIN Y MAO

MARX, ENGELS, LENIN, STALIN Y MAO

miércoles, 2 de febrero de 2011

EL GOBIERNO PROVISIONAL REVOLUCIONARIO


Crece la revolución popular. El proletariado se arma y enarbola la bandera de la insurrección. Los campesinos se yerguen y agrupan en torno al proletariado. No está ya lejano el día en que estalle la insurrección general y sea “barrido de la faz de la tierra” el trono odiado del odiado zar. El gobierno zarista será derrocado. Sobre sus escombros ha de ser formado el gobierno de la revolución: un gobierno provisional revolucionario, que desarmará a las fuerzas tenebrosas, armará al pueblo y pasará en el acto a la convocatoria de la Asamblea Constituyente. Esta manera, el dominio del zar será reemplazado por el dominio del pueblo. Tal es el camino que en el momento presente sigue la revolución popular.

   ¿Qué debe hacer el gobierno provisional?

   Debe desarmar a las fuerzas tenebrosas, refrenar a los enemigos de la revolución, para que no puedan restaurar la autocracia zarista. Debe armar al pueblo y contribuir a llevarla revolución hasta el fin. Debe poner en práctica la libertad de palabra, de imprenta, de reunión, etc. Debe abolir los impuestos indirectos y establecer el impuesto progresivo sobre los beneficios y la gerencia. Debe organizar comités campesinos, que resuelvan las cuestiones de la tierra en el campo. Debe también separar la Iglesia del Estado y la escuela de la Iglesia…

   Además de estas reivindicaciones generales, el gobierno provisional debe satisfacer las reivindicaciones (¿propias?) de los obreros: la libertad de huelga y de asociación, la jornada de ocho horas, los seguros obrero a cargo del Estado, condiciones higiénicas de trabajo, establecimiento de Bolsas de Trabajo, etc.

   En una palabra, el gobierno provisional debe realizar plenamente nuestro programa mínimo (*) y procede en el acto a la convocatoria de la Asamblea Constituyente de todo el pueblo, que legalice “para siempre” los cambios operados  en la vida social.

   ¿Quién debe forma parte del gobierno provisional?

   La revolución será llevada a cabo por el pueblo, y el pueblo es el proletariado y el campesinado. Está claro que ellos deben encargarse también de lleva la revolución hasta el fin, domina  la reacción, armar al pueblo, etc. Y para todo esto es necesario que el proletariado y el campesinado cuenten con defensores de sus intereses en el gobierno provisional. El proletariado y los campesinos dominarán en la calle, derramarán su sangre: está claro que también deben domina en el gobierno provisional.

   Todo eso es así, se nos dice, pero ¿qué hay de común entre el proletariado y el campesinado?

   Lo que hay de común es que uno y otro execran los restos del régimen de servidumbre, uno y otro luchan a vida o muerte contra el gobierno zarista, uno y otro quieren la república democrática.

   Esto sin embargo, no puede hacernos olvida la verdad de que la diferencia entre ellos es mucho más considerable.

   ¿En qué estriba esta diferencia?

   En que el proletariado es enemigo de la propiedad privada, odia el régimen burgués, y sólo necesita la República democrática para acumula fuerzas y después derrocar el régimen burgués, mientras que el campesinado está ligado a la propiedad privada, siente apego al régimen burgués, y necesita la república democrática para fortalecer los fundamentos del régimen burgués.

   Ni que decir tiene que el campesinado (**) irá contra el proletariado únicamente en tanto en cuanto el proletariado quiera abolir la propiedad privada. Por otra parte,  está claro también que los campesinos apoyarán al proletariado únicamente en tanto en cuanto el proletariado quiera derrocar la autocracia. La revolución actual es burguesa, es decir, no afecta a la propiedad privada; por tanto, el campesinado en el momento presente no tiene motivo alguno para dirigir sus armas contra el proletariado. En cambio, la revolución actual rechaza de raíz el Poder zarista; por tanto, los campesinos están interesados en adherirse resueltamente al proletariado, como la fuerza de vanguardia de la revolución. Está claro que también al proletariado le interesa apoyar a los campesinos y alzarse con ellos contra el enemigo común: el gobierno zarista. No en vano el gran Engels dice que hasta la victoria de la revolución democrática el proletariado debe luchar contra el régimen vigente al lado de la pequeño burguesía(***). Y si antes de dominar por completo a los enemigos de la revolución nuestra victoria no puede ser llamada victoria, si dominar a los enemigos y armar al pueblo constituyen una obligación del gobierno provisional, so lleva a término la victoria debe ser del gobierno provisional, cae por su peso que en gobierno provisional, además de los defensores de los intereses de la pequeño burguesía, deben entrar  los representantes del proletariado, como defensores  de sus intereses. Sería insensato que el proletariado, siendo jefe de la revolución, confiara exclusivamente a la pequeña burguesía la tarea de dar cima a la revolución: esto sería traicionarse a sí misma. Lo que no hay que olvidar es que el proletariado, como enemigo de la propiedad privada, debe tener su propio Partido y no desviase ni un instante de su camino.

   Dicho en otros términos, el proletariado y el campesinado deben, mediante esfuerzos comunes, acabar con el gobierno zarista; mediante esfuerzos comunes deben dominar a los enemigos de la revolución, y precisamente por eso, a la par que el campesinado, el proletariado también debe tener en el gobierno provisional defensores de sus intereses: a la socialdemócratas.

   Esto es tan claro, tan evidente, que hablar de ello parece hasta superfluo.

   Pero tercia la “minoría” y, poniéndolo en duda, afirma obstinadamente:  es impropio de la socialdemocracia participar en el gobierno provisional, eso está en contradicción con los principios.

   Examinemos esa cuestión. ¿Cuáles son los argumentos de la “minoría”? Ante todo, invoca el Congreso de Ámsterdam. Este Congreso, en oposición al jauresismo, tomó el acuerdo de que los socialistas no debían tender a participar en un gobierno burgués, y como el gobierno provisional es un gobierno burgués, para nosotros es inadmisible participar en él. Así razona la “minoría”, sin advertir que con una comprensión tan escolar del acuerdo  (¿de dicho? O ¿del?) Congreso, tampoco deberíamos participa en la revolución.  En efecto: somos enemigos de la burguesía, (¿y?) la revolución actual es burguesa, ¡luego no debemos tomar parte alguna en esta revolución! A tal camino nos empuja la lógica de la “minoría”. Ahora bien, la socialdemocracia afirma que nosotros, los proletarios, debemos no sólo participar en la revolución actual, sino, encabezarla, dirigirla y llevarla hasta el fin. Pero es imposible llevar la revolución hasta el fin sin participar en el gobierno provisional. Indudablemente, en este caso la lógica de la “minoría” cojea de los dos pies. Una de dos: o nosotros, asemejándonos a los liberales, debemos renunciar a la idea de que el proletariado es el dirigente de la revolución, y entonces queda eliminado sin más el problema de nuestra participación en el gobierno provisional; o debemos reconocer abiertamente esta idea socialdemócrata y reconocer a la vez la necesidad de la participación en el gobierno provisional. Ahora bien, la “minoría” no quiere romper ni con lo uno ni con lo otro, ¡quiere ser al mismo tiempo liberal y socialdemócrata! Con esa crueldad atenta Cintra la lógica, libre de toda culpa…
   Por lo que atañe al Congreso de Ámsterdam, éste se refería al gobierno permanente de Francia y no a un gobierno provisional revolucionario. El gobierno de Francia es reaccionario conservador, defiende lo viejo y lucha contra lo nuevo: se comprende que un verdadero socialdemócrata no entre en él; mientras que el gobierno provisional es revolucionario progresivo, lucha contra lo viejo, desbroza el camino a lo nuevo, sirve a los intereses de la revolución: se comprende que un verdadero socialdemócrata entre en él y tome parte activa en la labor de dar cima a la revolución. Como veis, son cosas diferentes. Por lo tanto, en vano se aferra la “minoría” al Congreso de Ámsterdam: el Congreso no la salvará del fracaso.

    Al parecer, la propia “minoría” lo ha comprendido así también y recurre a otro argumento: ahora evoca las sombras de Marx y Engels. Por ejemplo, “Social-Demokrat” repite obstinado que Marx y Engels “rechazan de plano” la participación en un gobierno provisional. Pero ¿dónde, cuándo lo rechazaron? ¿Qué dice, por ejemplo, Marx? Resulta que Marx dice que “… la pequeña burguesía democrática… exhorta al proletariado… a esforzarse por crear un partido de oposición que abarque todas las tendencias del partido democrático…”, que “semejante unión sería hecha en indudable perjuicio del proletariado y en beneficio exclusivo de la pequeña burguesía”, etc. En una palabra, el proletariado debe tener un partido independiente de clase. Pero ¿quién está contra eso, “sabio crítico”? ¿Por qué pelea usted contra molinos de viento?

   El “crítico” continúa, no obstante, citando a Marx. “Para luchar contra un enemigo común, no se precisa ninguna unión especial. Por cuanto es necesario luchar directamente contra tal enemigo, los intereses de ambos partidos coinciden por el momento y dicha unión surgirá… únicamente para el momento dado… Durante la lucha y después de ella los obreros deben aprovechar todas las oportunidades para presentar sus propias necesidades (debería decir: reivindicaciones) junto a las necesidades (reivindicaciones) de los demócratas burgueses… En una palabra, desde el primer momento de la victoria es preciso encauzar la desconfianza… contra los antiguos aliados, contra el partido que quiera explotar la victoria común en su exclusivo beneficio”. Dicho en otros términos, el proletariado debe seguir su propio camino y apoyar a la pequeña burguesía solamente en tanto en cuanto ello no esté en pugna con sus intereses. Ahora bien, ¿quién está contra esto, extraño “crítico”, y para qué necesitaba usted invocar las palabras de Marx? ¿Acaso Marx dice algo sobre el gobierno provisional revolucionario? ¡Ni una palabra! ¿Acaso Marx dice que la participación en un gobierno provisional durante la revolución democrática contradice nuestros principios? ¡Ni una palabra! Así, pues, ¿por qué llega nuestro autor a ese entusiasmo atolondrado, de dónde saca la “contradicción de principios” entre nosotros y Marx?     ¡Pobre “crítico”! Se desvive a fin de hallar tal contradicción, pero, desgraciadamente para él, no obtiene el menor resultado.


   ¿Y qué dice Engels, según declaran los mencheviques? Resulta que Engels dice, en una carta a Turati, “que la revolución inminente en Italia será pequeñoburguesa y no socialista, que hasta su victoria el proletariado debe luchar contra el régimen vigente al lado de la pequeña burguesía, pero teniendo obligatoriamente su propio partido; ahora bien, sería de todo punto peligroso que los socialistas entraran en el nuevo gobierno después de la victoria de la revolución. Así repetirían el error de Luis Blanc y de otros socialistas franceses en 1848, etc. (****). En otros términos, por cuanto la revolución italiana será democrática y no socialista, se incurriría en un gran error soñando con el dominio del proletariado y permaneciendo en el gobierno también después de la victoria; sólo hasta la victoria el proletariado podría actuar al lado de los pequeños burgueses contra el enemigo común. Pero ¿quién discute esto, quién dice que nosotros debemos confundir la revolución democrática con la revolución socialista? ¿Para qué invocar a Turati, secuaz de Bernstein?  ¿O para qué era necesario recordar a Luis  Blanc? Luis Blanc era un “socialista” pequeñoburgués, y aquí se trata de los socialdemócratas. En tiempos de Luis Blanc no existía el partido socialdemócrata, y aquí se trata precisamente de tal partido.  Los socialistas franceses se referían a la conquista del Poder político, y a nosotros nos interesa el problema de la participación en el gobierno provisional… ¿Acaso dice Engels que la participación en el gobierno provisional durante la revolución democrática está en pugna con nuestros principios?  ¡Ni una palabra! Así, pues, ¿para qué hacía falta tantas disquisiciones, señor menchevique, cómo no comprende usted que confundir las cuestiones no significa resolverlas?  ¿Para qué hacía falta inquietar en vano las sombras de Marx y Engels?

   A lo que se ve, la propia “minoría” ha comprendido que no la salvarán  los nombres de Marx y Engels, y ahora se ha aferrado a un tercer “argumento”. Vosotros queréis poner doble freno a los enemigos de la revolución, nos dice la “minoría”, queréis que “la presión del proletariado sobre la revolución no vaya sólo “desde abajo”, no sólo desde la calle, sino también desde arriba, desde el palacio del gobierno provisional”. Pero esto se halla en contradicción con los principios, nos reprocha la “minoría”. 

   Así, pues, la “minoría” afirma que debemos influir sobre el curso de la revolución “sólo desde abajo”. La “mayoría”, por el contrario, estima que debemos completar la acción “desde abajo” con la acción “desde arriba”, a fin de que la presión sea más cabal.

   En tal caso, ¿quién actúa en contradicción con los principios de la socialdemocracia, la “mayoría” o la “minoría”?

   Veamos lo que dice Engels. En los años del 70 estalló una insurrección en España. Surgió el problema del gobierno provisional revolucionario. Entonces actuaban allí los bakuninistas (anarquistas). Estos negaban toda acción desde arriba, lo que originó una polémica entre ellos y Engels. Los bakuninistas propugnaban lo mismo que ahora sostiene la “minoría”. “Los bakuninistas –dice Engels- han venido predicando durante muchos años que toda acción revolucionaria de arriba abajo es perniciosa, que todo debe ser organizado y realizado de abajo arriba”. En opinión de los bakuninistas, “toda organización de un Poder político, del Poder llamado provisional revolucionario no puede ser más que un nuevo engaño y resultaría tan peligrosa para el proletariado como todos los gobiernos que existen actualmente”. Engels ridiculiza este criterio y dice que la realidad ha echado implacablemente por tierra esta doctrina de los bakuninistas. Los bakuninistas se vieron obligados a ceder ante las exigencias de la realidad, y… “en contra de sus principios anarquistas tuvieron que forma un gobierno revolucionario”. Así “pisotearon el principio que acababan de proclama ellos mismos, principio según el cual la institución de un gobierno revolucionario no es más que un nuevo engaño y una nueva traición a la clase obrera”.

   Así habla Engels.

   De este modo, se pone en claro que el principio de la “minoría” –acción sólo “desde abajo”- es un principio anarquista, que en realidad contradice de raíz la táctica socialdemócrata. El criterio de la “minoría” de que toda participación en el gobierno provisional sería funesta para los obreros es una frase anarquista, que ya ridiculizó Engels. También se pone en claro que la realidad rechazará las concepciones de la “minoría” y las pulverizará sin el menor esfuerzo, como ocurrió con los bakuninistas.

   La “minoría”, a pesar de todo, continúa porfiando: nosotros, dice, no iremos contra los principios. Extraña es la idea que estas gentes tienen de los principios socialdemócratas. Tomemos aunque no sea más que sus opiniones de principio en relación con el gobierno provisional revolucionario y la Duma de Estado. La “minoría” está en contra de la participación en el gobierno provisional, engendrado por los intereses de la revolución: eso, afirma,  contradice los principios. Pero está a favor de la participación en la Duma de Estado, engendrada por los intereses de la autocracia: ¡resulta que eso no contradice los principios! La “minoría” está  contra la participación en el gobierno provisional, que será formado por el pueblo revolucionario y legitimado por el pueblo mismo: eso, afirma, contradice los principios. Peo está a favor de la participación en la Duma de Estado, convocada por el zar autocrático y legitimada por el mismo zar: ¡resulta que eso no contradice los principios! La “minoría” está contra la participación en el gobierno provisional, llamado a enterrar la autocracia: eso, afirma, contradice los principios. Pero está a favor de la participación en la Duma de Estado, llamada a reforzar la autocracia:  resulta que eso no contradice los principios … ¿De qué principios habláis vosotros, honorabilísimos señores, de los principios liberales o de los socialdemócratas? Haríais muy bien en da una respuesta explícita a esta pregunta. Nosotros tenemos nuestras pequeñas dudas al respecto.

   Sin embargo, dejemos estas cuestiones.

   La cosa es que en la búsqueda de principios la “minoría” ha rodado a la senda de los anarquistas.

   Eso es lo que ahora se ha puesto en claro.

                                                 II

   A nuestros mencheviques no les han gustado las resoluciones adoptadas en el III Congreso del Partido. Su sentido verdaderamente revolucionario ha agitado el “pantano” menchevique y ha despertado en él apetencias “(¿...?) crítica”. Por lo visto, en su mentalidad oportunista ha leído principalmente la resolución sobre el gobierno provisional revolucionario, y se han puesto a “pulverizarla”. Pero como  no han encontrado nada a que pudieran asirse y extremar su crítica, recurren a su procedimiento habitual y por añadidura barato: ¡la demagogia! La resolución ha sido ideada como señuelo para los obreros, para engañarlos y cegarlos, escriben dichos “críticos”. Y, como se ve, este alboroto les causa gran satisfacción. Se imaginan al adversario herido de muerte y a sí mismos como críticos vencedores, y exclaman: “¡Y esa gente (los autores de la resolución) quiere dirigir al proletariado!”. Se mira a estos “críticos” y aparece ante uno el personaje de Gógol, que, hallándose en estado de enajenación mental, imaginaba ser el  rey de España. ¡Tal es el destino de quienes sufren manía de grandezas!

      Fijémonos en la “crítica” misma, que hallamos en el nº 5 del “Socialdemokrat”. Como ya sabéis, nuestros mencheviques no pueden recordar sin espanto el sangriento fantasma del gobierno provisional revolucionario y apelan a los santos de su devoción, los Martínov y los Akímov, a fin de que les libren de ese monstruo y lo reemplacen por el Zemski Sobor, ahora ya por la Duma de Estado. A este fin ponen por las nubes el “Zemski Sobor” y tratan de presentar como oro de ley este podrido engendro del podrido zarismo: “Sabemos que la gran revolución francesa instituyó la república sin tener un gobierno provisional”, escriben. ¿Sólo eso? ¿No sabéis nada más, “honorables” señores? ¡Poco es! ¡Habría que saber más! Habría que saber también, por ejemplo, que la gran revolución francesa triunfó como movimiento revolucionario burgués; en cambio, en Rusia “el movimiento revolucionario triunfará como movimiento de los obreros, o no triunfará en absoluto”, según con toda razón dice G. Plejanov. En Francia, al frente de la revolución estaba la burguesía; en cambio, en Rusia está el proletariado. Allí, la primera dirigía los destinos de la revolución; aquí, el segundo. ¿Y acaso no está claro, que, con la mutación de las fuerzas revolucionarias dirigentes, no pueden obtenerse resultados idénticos para una y otra clase? Si en Francia la burguesía, hallándose al frente de la revolución, se aprovechó de sus frutos, ¿acaso también en Rusia debe aprovecharse de ellos, a pesar de que al frente de la revolución está el proletariado? Sí, dicen nuestros mencheviques; lo que ocurrió allí, en Francia, debe ocurrir también aquí, en Rusia. Estos señores, como el dueño de una funeraria, toman la medida de un difundo y miden con ella a los vivos. Además, han cometido aquí una notable falsificación: han descabezado el tema que nos interesa y han trasladado a la cola el centro de la polémica. Nosotros, como todo socialdemócrata revolucionario, hablamos de la implantación de la república democrática. Ellos, en cambio, han escondido no se sabe dónde la palabra “democrática” y se han puesto a charlatanear sobre la “república”. “Sabemos que la gran revolución francesa instituyó la república”, afirman. Sí, instituyó la república, pero ¿cuál? ¿Una república auténticamente democrática? ¿Una república como la que exige el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia? ¿Dio esa república al pueblo el sufragio universal? ¿Eran las elecciones de entonces plenamente directas? ¿Fue establecido un impuesto progresivo de utilidades? ¿Acaso se decía allí algo sobre la mejora de las condiciones de trabajo, sobre la reducción de la jornada de trabajo, sobre el aumento del salario, etc.?... No. Allí no había nada de esto, ni podía haberlo, pues entre los obreros no existía entonces una educación socialdemócrata. Por eso mismo, en la república francesa de entonces sus intereses eran echados al olvido y eludidos por la burguesía. ¿Y será posible, señores, que inclinéis vuestras “respetabilísimas” cabezas ante tal república? ¿Ese es vuestro ideal? ¡Buen viaje! Pero recordad, honorables señores, que inclinarse ante tal república no tiene nada de común con la socialdemocracia ni con su programa, que eso es una democracia del peor género. Y vosotros hacéis pasar todo eso de contrabando, escudándoos en el nombre de la socialdemocracia.

   Además, los mencheviques deben saber que la burguesía de Rusia con su Zemski Sobor no nos brindará  siquiera una república como en Francia, ya que no tiene la menor intención de destruir la monarquía. Conociendo perfectamente el “atrevimiento” de los obreros allí donde no hay monarquía, trata de conservar incólume esta fortaleza y convertirla en arma suya contra el enemigo inconciliable: el proletariado. A este fin precisamente sostiene negociaciones  en nombre del “pueblo” con el zar verdugo y le aconseja, en interés de la “patria” y del trono, que convoque el Zemski Sobor para evitar la “anarquía”. ¿Será posible que vosotros, los mencheviques, no conozcáis todo esto?

   Lo que necesitamos no es una república como la que implantó la burguesía francesa en el siglo XVIII, sino una república como la que exige el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia en el siglo XX. Y solamente la insurrección popular victoriosa, dirigida por el proletariado, y el gobierno provisional revolucionario, llevado al poder por la insurrección, pueden crear tal república. Sólo tal gobierno provisional puede llevar provisionalmente a la práctica nuestro programa mínimo y presentar semejantes cambios a la aprobación de la Asamblea Constituyente que  él convoque.

   Nuestros “críticos” no creen que la Asamblea Constituyente, convocada de acuerdo con nuestro programa, pueda expresar la voluntad del pueblo (¿y cómo van a concebirlo, cuando no pasan de la gran revolución francesa, ocurrida hace 115 ó 116 años?). “Las personas ricas e influyentes –continúan los “críticos”- tienen tantos medios para amañar las elecciones en su favor, que es del todo superfluo habla de una auténtica voluntad del pueblo. Para que los electores de las clases pobres no se conviertan en exponentes de la voluntad de los ricos, es precisa una gran lucha, una prolongada disciplina de partido”  (¿qué no reconocen los mencheviques?). “Ni siquiera en Europa(¿),  a pesar  de los largos años de educación política, se ha realizado nada de esto. ¡Y nuestros bolcheviques piensan que este talismán lo tiene en sus manos el gobierno provisional!”

   ¡He ahí el auténtico seguidismo! ¡He ahí, de tamaño natural, la “táctica-proceso” y la “organización-proceso” “que dormían el sueño de los justos”! ¡No hay ni que hablar, nos dicen sentenciosamente los “críticos”, de reivindicar en Rusia lo que todavía no se ha realizado en Europa! ¡Pero nosotros sabemos que no solo en “Europa”, sino tampoco en América se ha realizado plenamente nuestro programa mínimo, y, por tanto, quien lo acepta y lucha por su realización en Rusia, después de la caída de la autocracia, es, en opinión de los mencheviques, un soñador incorregible, un pobre Quijote! ¡En una palabra, nuestro programa mínimo es falso, utópico y no tiene nada de común con la “vida” real! ¿No es así, señores “críticos”? Precisamente esto es lo que resulta, según vosotros. ¡Entonces tened más valor y decidlo francamente, sin rodeos! ¡ Así sabremos con quién tratamos y os libraréis de las formalidades programáticas odiadas por vosotros! Porque habláis tan tímida, tan cobardemente de la poca importancia del programa, que muchos, excepto los bolcheviques, como es natural, piensan todavía que reconocéis el programa de la socialdemocracia de Rusia, aprobado en el II Congreso del Partido.  Pero ¡a que viene este fariseísmo! 

   Hemos llegado, pues, a la raíz de nuestras discrepancias. ¡Vosotros no creéis en nuestro programa y ponéis en tela de juicio su justeza; nosotros, por el contrario, partimos siempre de él, concordamos todas nuestras actividades con él!

   Nosotros creemos que, con libertad de agitación electoral, las “personas ricas e influyentes” no podrán sobornar y engañar a todo el pueblo, puesto que a su influencia y a su oro opondremos la veraz palabra socialdemócrata ( y nosotros, a diferencia de vosotros, no dudamos lo más mínimo de esta verdad) y debilitaremos así los manejos fraudulentos de la burguesía. En cambio, vosotros no creéis en esto, razón por la cual arrastráis la revolución  hacia el reformismo.

   “En 1848 –prosiguen los “críticos”-, el gobierno provisional de Francia (¡otra vez Francia!),  en que participaban también los obreros, convocó una Asamblea Constituyente, en la que no tuvo asiento ni un solo delegado del proletariado de París”. ¡Otro ejemplo de incomprensión total de la doctrina socialdemócrata y de concepción estereotipada de la historia! En Francia, a pesar de que los obreros participaban en el gobierno provisional, no resultó nada, y por eso precisamente en Rusia  la socialdemocracia debe abstenerse de participar en él, pues –deducen los “críticos”- tampoco aquí resultará nada. Pero ¿acaso se trata de la participación de los obreros? ¿Acaso decimos que el obrero, sea el que fuere y no importa cual fuere su orientación, debe participar en el gobierno provisional revolucionario? No, todavía no nos hemos convertido en secuaces vuestros y no concedemos a cada obrero el certificado de socialdemócrata. ¡Ni siquiera nos ha pasado por la cabeza llamar miembros del Partido Socialdemócrata a los obreros que participaron en el gobierno provisional francés! ¿A qué viene esta desplazada analogía? ¿Y qué comparación puede haber entre la conciencia política del proletariado francés de 1848 y la conciencia política del proletariado de Rusia en el momento actual? ¿Acaso el proletariado francés de aquel tiempo desfiló siquiera una vez en una manifestación política contra el régimen entonces vigente? ¿Celebró alguna vez el Primero de Mayo bajo la bandera de la lucha contra el régimen burgués? ¿Estaba organizado en un partido obrero socialdemócrata? ¿Tenía el programa de la socialdemocracia? Sabemos que no. De nada de esto tenía la menor idea el proletariado francés. Cabe preguntarse: ¿podía el proletariado francés aprovecharse entonces de los frutos de la revolución en la misma medida en que puede aprovechase de ellos el proletariado de Rusia, este proletariado organizado desde hace mucho tiempo en un partido socialdemócrata, que tiene un programa socialdemócrata bien definido y que se abre paso conscientemente hacia su objetivo? Todo el que sea capaz de comprender algo siquiera de las cosas reales, contestará negativamente. Y sólo gente capaces de aprenderse de memoria los hechos históricos, pero que no saben explicar su origen de acuerdo con el lugar y el tiempo, pueden considerar iguales estas dos magnitudes diferentes.

   “Son necesarias –aleccionan una y otra vez los “críticos”- la violencia nuestro programa mínimo? Teméis, honorables señores, verla en paro forzoso. No tengáis miedo, le sobrará trabajo. La Asamblpor parte del pueblo, la revolución ininterrumpida, y no conformas con las elecciones  y marcharse cada uno a su casa”. ¡De nuevo la calumnia! ¿Quién os ha dicho, honorables señores, que nos conformaremos con ir a las elecciones y después marcharnos cada uno a nuestra casa? ¡Vengan nombres!

   Nuestros “críticos” están preocupados, además, porque exigimos del gobierno provisional revolucionario la aplicación de nuestro programa mínimo, y exclaman: “Esto es desconocer por completo el problema: el problema consiste en que las reivindicaciones políticas y económicas de nuestro programa sólo pueden ser realizadas mediante la legislación, en tanto que el gobierno provisional no es una institución legislativa”. Leyendo esta requisitoria fiscal contra los “actos opuestos a la ley”, acude la duda de si habrá escrito este artículo para el “Socialdemokrat” un burgués liberal cualquiera, venerador de la legalidad (*****). ¡¿Cómo, si no, se explica estas elucubraciones burguesas acerca de que el gobierno provisional revolucionario no tiene derecho abolir las leyes viejas y promulgar otras nuevas?! ¿Acaso este razonamiento no huele a trivial liberalismo? ¿No es extraño escucharlo en boca de un revolucionario? Esto recuerda el caso del reo que antes de ser decapitado suplicaba que no le lastimasen un grano que tenía en el cuello. Por lo demás, todo se puede perdonar a los “críticos” que no distinguen el gobierno provisional revolucionario de un consejo de ministros corrientes (no son ellos los culpables; sus maestros, Martínov y Akímov, son quienes los han llevado a se extremo). ¿Qué es un consejo de ministros? El resultado de la existencia de un gobierno permanente. ¿Y qué un gobierno provisional revolucionario? El resultado de la destrucción del gobierno permanente. El primero hace cumplir las leyes vigentes con la ayuda del ejército permanente. El segundo deroga las leyes vigentes y en sustitución de ellas legitima la voluntad de la revolución con ayuda del pueblo insurreccionado.

 ¿Qué hay de común entre ellos?

   Supongamos que la revolución ha triunfado y el pueblo victorioso ha formado un gobierno provisional revolucionario. Cabe preguntar: ¿qué hará el gobierno, si no tiene derecho a abolir y promulgar leyes? ¿Esperar a la Asamblea Constituyente? Pero la convocatoria de esta asamblea también requiere la promulgación de nuevas leyes, a saber: la del sufragio universal, directo, etc., la de la libertad de palabra, de imprenta, de reunión, etc. Y todo esto figura en nuestro programa mínimo. Si el gobierno provisional revolucionario no puede aplicar dicho programa, ¿qué le servirá de guía para convocar la Asamblea Constituyente? ¿No será el programa confeccionado por Buliguin y aprobado por el Nicolás II?

    Supongamos, además, que el pueblo victorioso, después de sufrir numerosas bajas por falta de armas, exige del gobierno provisional revolucionario, a los fines de la lucha con la contrarrevolución, que destruya el ejército permanente y arme al pueblo. Entonces salen los mencheviques con su predica: la destrucción del ejército permanente y el armamento del pueblo no son de la incumbencia de este organismo (del gobierno provisional revolucionario), sino de otro: de la Asamblea Constituyente; apelad a ella, no exijáis actos contrarios a la ley, etc. ¡Buenos consejeros, ni que decir tiene!

   Ahora veamos en qué se basan los mencheviques para privar al gobierno provisional revolucionario de “facultades jurídicas”. En primer lugar, se basan en que no es una institución legislativa, y en segundo lugar, la Asamblea Constituyente, dicen, no tendría nada que hacer. ¡Hasta que extremo vergonzoso han llegado en sus manifestaciones estos políticos en mantillas! ¡Resulta que incluso no saben que la revolución victoriosa y el exponente de su voluntad –el gobierno provisional revolucionario- son, hasta la formación del gobierno permanente, los dueños de la situación y, por tanto, pueden abolir y promulga leyes! Si no fuera así, si el gobierno provisional revolucionario no tuviese estos derechos, su existencia carecería de todo sentido y el pueblo insurreccionado no constituiría semejante órgano. Es extraño que los mencheviques hayan olvidado el abecé de la revolución.

   Los mencheviques preguntan: ¿qué deberá hacer, pues, la Asamblea Constituyente si el gobierno provisional revolucionario pone en práctica la Constituyente sancionará los cambios que ha de introducir el gobierno provisional revolucionario con ayuda del pueblo insurreccionado, elaborará la Constitución del país, de la que nuestro programa mínimo no será más que una parte integrante. ¡Eso es lo que exigiremos de la Asamblea Constituyente!

   “Ellos (los bolcheviques) no pueden concebir la escisión entre la propia pequeña burguesía y los obreros, escisión que ha de reflejarse también en las elecciones, y, por consiguiente, el gobierno provisional  querrá oprimir a favor de su clase a los electores obreros”, escriben los “críticos”. ¡Comprenda el que pueda esta sabiduría! ¿Qué significa: ¡¡ “el gobierno provisional querrá oprimir a favor de su clase a los electores obreros”!!?  ¿De qué gobierno provisional hablan, con qué molinos de viento luchan estos quijotes? ¿Acaso alguien ha dicho que si la pequeña burguesía constituye sola el gobierno provisional revolucionario, defenderá, a pesar de ello, los intereses obreros? ¿A qué viene atribuir a otros sus propias necedades? Nosotros decimos que en determinadas condiciones es admisible la participación de nuestros delegados socialdemócratas en el gobierno provisional revolucionario al lado de los representantes de la democracia. Si eso es así, si se trata de un gobierno provisional revolucionario del que formen parte también los socialdemócratas, ¿cómo va a ser pequeñoburgués por su composición? Ahora bien, basamos nuestros argumentos respecto a la participación en el gobierno provisional revolucionario en el hecho de que el cumplimiento de nuestro programa mínimo no contradice en lo fundamental los intereses de la democracia: de los campesinos y de la pequeña burguesía urbana (a la que vosotros, los mencheviques, invitáis a ingresar en vuestro partido), y por eso consideramos posible lleva a la práctica dicho programa juntamente con la democracia. Y si la democracia obstaculiza la aplicación de algunos puntos de dicho programa, nuestros delegaos, apoyados desde la calle por sus electores, por el proletariado, tratarán de llevarlo a cabo recurriendo a la fuerza, si se cuenta con ella (si no tenemos esta fuerza, no entraremos en el gobierno provisional, ni se nos elegirá para entrar en él). Como veis, la socialdemocracia debe entrar en el gobierno provisional revolucionario precisamente para defender allí los puntos de vista socialdemócratas, es decir, para no permitir a las otras clases lesionar los intereses del proletariado.

   Los representantes del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia en el gobierno provisional revolucionario declararán la guerra, no al proletariado, como se le antoja por escaso entendimiento a los mencheviques, sino, con el proletariado, a los enemigos del proletariado. Pero ¡qué os importa a vosotros, los mencheviques, todo esto, qué os importa a vosotros la revolución y su gobierno provisional! Vuestro lugar está allí en la “Duma de Estado”… (******)    

     
   La primera parte del artículo fue publicada sin firma el
    15 de agosto de 1905, en el nº 11 del periódico
    “Proletariatis Brdzola”.
     La segunda parte se publica por primera vez.
     Traducido del georgiano.
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(*) Sobre el programa mínimo véase el “Comunicado del II Congreso del P. O. S. D. R”.
(**) Es decir, la pequeña burguesía.
(***) Véase “Iskra” núm. 96. Este pasaje está reproducido en el núm. 5 de “Social-Demokrat”. Véase: “La democracia y la socialdemocracia”.
(****) Véase: “Socialdemokrat”, nº 5. Estas palabras las reproduce el “Socialdemokrat” entre comillas. Se podría pensar que las palabras de Engels han sido reproducidas textualmente, pero en realidad no es así. Lo que se ha hecho es exponer con palabras propias el contenido de la carta de Engels.
(*****) Esta idea se afianza más cuanto que los mencheviques, en el nº 5 del “Socialdemokrat”, declararon traidores a la “causa común”, entre toda la burguesía de Tiflís, tan sólo a unos diez comerciantes. Por lo visto, los demás son partidarios suyos y tienen una misma “causa común” con los mencheviques. Nada extraño sería que uno de estos partidarios de la “causa común” hubiera escrito y enviado al órgano de sus colegas un artículo “crítico” contra la intransigente “mayoría”.
(******) Aquí se interrumpe el manuscrito. (N. de la Red.)




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