MARX, ENGELS, LENIN, STALIN Y MAO

MARX, ENGELS, LENIN, STALIN Y MAO

miércoles, 2 de febrero de 2011

LA CUESTION AGRARIA


I

Asistimos a la demolición del viejo régimen, el campo está en efervescencia. Los campesinos, ayer aun sumidos en la ignorancia y humillado, se ponen hoy en pie. Enderezan las espaldas. El movimiento campesino, ayer aun sin fuerza, hoy, como impetuoso torrente, se precipita contra el viejo régimen: ¡fuera del camino; si no, os barreremos! “Los campesinos quieren las tierras de los terratenientes”, “los campesinos quieren acabar con los restos del régimen de servidumbre”: tales son los clamores que resuenan hoy en las aldeas y en los pueblos insurreccionados de Rusia.

Se equivocan los que piensan hacer callar a balazos a los campesinos; la realidad nos ha enseñado que así se aviva y agudiza más aún el movimiento revolucionario de los campesinos.

Se equivocan, asimismo, quienes intentan apaciguar a los campesinos con promesas vacías y “Bancos campesinos”; los campesinos quieren la tierra, la ven hasta en sueños y, naturalmente, no se tranquilizarán mientras no se adueñen de las tierras de los terratenientes. Qué pueden darles las promesas vacías y unos “Bancos campesinos”

Los campesinos quieren apoderarse de las tierras de los terratenientes. Siguiendo ese camino quieren acabar con los restos del régimen de servidumbre, y quien no traicione a los campesinos debe tratar de resolver precisamente sobre esta base la cuestión agraria.

Más, ¿cómo pueden obtener los campesinos las tierras de los terratenientes?

Se dice que la única salida está en un “rescate ventajoso de las tierras”. El gobierno y los terratenientes tienen muchas tierras libres, nos dicen esos señores, y si los campesinos las rescatan, todo se arreglará y, de este modo, los lobos quedarán ahitos y las ovejas incólumes. Pero, al hablar así, no se les ocurre preguntar cómo van a rescatar los campesinos dichas tierras, cuando se les ha arrancado ya no sólo el dinero, sino hasta su propia piel. ¡Y no piensan que con el rescate meterán a los campesinos únicamente las tierras malas, y las buenas tierras se las quedarán, como lo supieron hacer cuando la “liberación de los siervos”! Y además, ¿por qué los campesinos deben rescatar las tierras que les pertenecen  desde tiempo inmemoriales? ¿Acaso no están regadas con el sudor de los campesinos tanto las tierras del Estado como la de los terratenientes, acaso no pertenecían a los campesinos estas tierras, acaso no se les arrebató a los campesinos este patrimonio de sus padres y de sus abuelos? ¿Dónde está, pues, la justicia, cuando se exige a los campesinos el rescate por unas tierras que se les ha arrebatado a ellos mismos? ¿Y acaso la cuestión del movimiento campesino es una cuestión de compra-venta? ¿Acaso el movimiento campesino no se propone la liberación de los campesinos? Pero quién liberará del yugo de la servidumbre a los campesinos si no ellos mismos? Y estos señores nos aseguran que a los campesinos los liberarán los terratenientes, a condición de recibir un poco de dinero al contado. ¿Y qué os figuráis? ¡Resulta que esta “liberación” debe ser realizada bajo la dirección de la burocracia zarista, de esa misma burocracia que más de una vez ha recibido a los campesinos hambrientos con el fuego de cañones y ametralladoras!...

¡No! A los campesinos no les salvará el rescate de las tierras. Quienes les aconsejan un “rescate ventajoso”, son unos traidores, puesto que tratan de hacer cae a los campesinos en las redes tendidas por traficantes intermediarios y no quieren que la liberación de los campesinos sea obra de los campesinos mismos.

Si los campesinos quieren apoderarse de las tierras de los terratenientes, si por este medio deben acabar con los vestigios del régimen de servidumbre, si un “rescate ventajoso” no les salvará, si la liberación de los campesinos debe ser obra de los campesinos mismos, está fuera de toda duda que la única vía es la incautación de las tierras de los terratenientes, es decir, su confiscación.

Esta es la salida.

Se pregunta: ¿hasta dónde debe llegar la confiscación, tiene ésta límite, deben incautarse los campesinos sólo de una parte de las tierras o de todas ellas?

Algunos dicen que incautarse de todas las tierras es demasiado, que basta con incautarse sólo de una parte para satisfacer a los campesinos. Admitámoslo, pero ¿qué debemos hacer si los campesinos piden más? No vamos a ponernos en medio del camino, diciéndoles: ¡deteneos, no vayan más allá! ¡Esto sería reaccionario! ¿Y acaso los acontecimientos en Rusia no han demostrado que los campesinos exigen, efectivamente, la confiscación de todas las tierras de los terratenientes? Además, ¿qué significa “incautarse de una parte”, qué parte debe ser incautada a los terratenientes: la mitad o un tercio? ¿Quién debe resolver esta cuestión: los terratenientes solos o los terratenientes y los campesinos juntos? Como veis, aquí queda todavía mucho margen para los intermediarios, aquí son todavía posibles los regateos entre los terratenientes y los campesinos, esto se halla por completo en pugna con la liberación de los campesinos. Los campesinos deben  asimilar de una vez para siempre la idea de que con los terratenientes no se regatea, sino se lucha. No hay que recomponer el yugo de la servidumbre, sino destrozarlo a fin de aniquilar para siempre los restos del régimen de servidumbre. “Incautarse sólo de una parte” significa dedicarse a la compostura de los restos del régimen de la servidumbre, lo cual es incompatible con la liberación de los campesinos.

Está claro que el único camino es incautarse de todas las tierras de los terratenientes. Sólo esto puede llevar hasta el fin el movimiento campesino, sólo esto puede fortalecer la energía del pueblo, sólo esto puede aventar los restos caducos del régimen de servidumbre.

Así, pues: el movimiento de nuestros días en el campo es un movimiento democrático de los campesinos. El objetivo de este movimiento es acabar con los restos del régimen de servidumbre. Y pata acabar con ellos es necesaria la confiscación de todas las tierras de los terratenientes y del Estado.

Ciertos señores nos echan en cara: ¿por qué la socialdemocracia no ha exigido hasta ahora la confiscación de todas las tierras, por qué hasta ahora no ha hablado más que de la confiscación de los “rescates”?

Esto ha sido, señores, porque en 1903, cuando el Partido hablaba de los “recortes”, el campesinado de Rusia aún no había sido atraído al movimiento. El deber del Partido era lanzar en el campo una consigna que encendiese el corazón de los campesinos y los alzase contra los restos del régimen de servidumbre. Precisamente esta consigna fue la de los “rescates”, que recordaban con diáfana claridad al campesinado de Rusia la injusticia de los restos del régimen de servidumbre.

Sin embargo, después cambiaron los tiempos. El movimiento campesino se desarrolló. Ahora no hace falta despertarlo: sin ello está ya en ebullición. Hoy no se trata de cómo debe ser puesto en movimiento el campesinado, sino qué deben exigir los campesinos que se han puesto en movimiento. Esta claro que aquí son necesarias reivindicaciones concretas, y el Partido dice a los campesinos que deben exigir la confiscación de todas las tierras de los terratenientes y del Estado.


Y esto significa que todo tiene su tiempo y su lugar, tanto los “recortes” como la confiscación de todas las tierras.


II

Hemos visto que el actual movimiento del campo es el movimiento de liberación de los campesinos, hemos visto también que para liberar a los campesinos es necesario acabar con los restos del régimen de servidumbre y que para acabar con tales restos es necesario incautarse de todas las tierras de los terratenientes y del Estado a fin de desbrozar el camino a la nueva vida, al libre desarrollo del capitalismo.

Supongamos que toda esto se ha realizado. Y bien, ¿cómo deben ser distribuidas después esas tierras, a quién deben ser entregadas en propiedad?

Unos dicen que les tierras incautadas deben ser entregadas a la aldea en propiedad común, que ahora debe ser abolida la propiedad privada sobre la tierra (¿…?) de este modo, la aldea debe ser la dueña absoluta de las tierras, y después la aldea misma distribuirá a los campesinos “lotes” iguales y así se realizará ahora ya el socialismo en el campo: en lugar del trabajo asalariado se implantará el usufructo igualitario de la tierra.

Esto se llama “socialización de la tierra”, nos dicen los socialistas revolucionarios.

¿Es aceptable para nosotros tal salida? Ahondemos en la esencia de la cuestión. Comencemos por el hecho de que los socialistas revolucionarios quieren empezar la realización del socialismo por el campo. ¿Es posible esto? De todos es sabido que la ciudad está más desarrollada que el campo, la ciudad es guía del campo, y, por consiguiente, toda obra socialista debe empezar por la ciudad. Sin embargo, los socialistas revolucionarios quieren convertir el campo en guía de la ciudad y obligarle a empezar la realización del socialismo, lo que, naturalmente, es imposible, debido al atraso del campo. De aquí se infiere que el “socialismo” de los socialistas revolucionarios será un socialismo muerto al nacer.


Pasemos a considerar la cuestión de que los socialistas revolucionarios quieren ahora ya realizar el socialismo en el campo. Realizar el socialismo significa aniquilar la producción mercantil, abolir la economía monetaria, demoler el capitalismo hasta sus cimientos y socializar todos los medios de producción. Ahora bien, los socialistas revolucionarios quieren deja intacto todo eso y socializar tan sólo la tierra, lo que es completamente imposible. Si la producción mercantil permanece incólume, entonces la tierra también se convertirá en una mercancía, un día u otro irá al mercado, y el “socialismo” de los socialistas revolucionarios saldrá despedido por los aires. Está claro que los socialistas revolucionarios quieren realizar el socialismo en el marco del capitalismo, lo que, por supuesto, es inconcebible. Por eso mismo se dice precisamente que el “socialismo de los socialistas revolucionarios” es un socialismo burgués.

Respecto al usufructo igualitario de la  tierra, digamos que esto no son sino palabras vacías. El usufructo igualitario de la tierra requiere igualdad de bienes, y entre los campesinos existe la desigualdad de bienes, desigualdad que no puede ser suprimida por la presente revolución democrática. ¿Se puede acaso pensar que el dueño de ocho parejas de bueyes usufructuará la tierra en la misma medida que el labriego que no tiene ni un solo buey? Y los socialistas revolucionarios piensan que   con el “usufructo igualitario de la tierra” se destruirá el trabajo asalariado y se pondrá fin al desarrollo del capital, lo que, por supuesto, es un absurdo. Evidentemente, los socialistas revolucionarios quieren luchar contra el ulterior desarrollo del capitalismo y hacer girar hacia atrás la rueda de la historia, y en esto ven la salvación. Pero la ciencia nos dice que la victoria del socialismo depende del desarrollo del capitalismo, y quien lucha contra este desarrollo, lucha contra el socialismo. Por eso mismo a los socialistas revolucionarios se les llama también socialistas reaccionarios.

Sin hablar ya de que los campesinos quieren luchar por la abolición de la propiedad feudal, no contra la propiedad burguesa, sino sobre la base de la propiedad burguesa: quieren distribuirse en propiedad privada las tierras incautadas y no se conforman con la “socialización de la tierra”.

Como veis, la “socialización de la tierra” es inaceptable.

Otros dicen que las tierras incautadas deben ser entregadas al Estado democrático y que los campesinos no serán más que arrendatarios de la tierra del Estado.

Esto se llama “nacionalización de la tierra”.

El socialismo en el campo: en lugar del trabajo asalariado se implantará el usufructo igualitario de la tierra.

Esto se llama “socialización de la tierra”, nos dicen los socialistas revolucionarios.

¿Es aceptable para nosotros tal salida? Ahondemos en la esencia de la cuestión. Comencemos por el hecho de que los socialistas revolucionarios quieren empezar la realización del socialismo por el campo. ¿Es posible esto? De todos es sabido que la ciudad está más desarrollada que el campo, la ciudad es guía del campo, y, por consiguiente, toda obra socialista debe empezar por la ciudad. Sin embargo, los socialistas revolucionarios quieren convertir el campo en guía de la ciudad y obligarle a empezar la realización del socialismo, lo que, naturalmente, es imposible, debido al atraso del campo. De aquí se infiere que el “socialismo” de los socialistas revolucionarios será un socialismo muerto al nacer.

Pasemos a considerar la cuestión de que los socialistas revolucionarios quieren ahora ya realizar el socialismo en el campo. Realizar el socialismo significa aniquilar la producción mercantil, abolir la economía monetaria, demoler el capitalismo hasta sus cimientos y socializar todos los medios de producción. Ahora bien, los socialistas revolucionarios quieren deja intacto todo eso y socializar tan sólo la tierra, lo que es completamente imposible. Si la producción mercantil permanece incólume, entonces la tierra también se convertirá en una mercancía, un día u otro irá al mercado, y el “socialismo” de los socialistas revolucionarios saldrá despedido por los aires. Está claro que los socialistas revolucionarios quieren realizar el socialismo en el marco del capitalismo, lo que, por supuesto, es inconcebible. Por eso mismo se dice precisamente que el “socialismo de los socialistas revolucionarios” es un socialismo burgués.

Respecto al usufructo igualitario de la  tierra, digamos que esto no son sino palabras vacías. El usufructo igualitario de la tierra requiere igualdad de bienes, y entre los campesinos existe la desigualdad de bienes, desigualdad que no puede ser suprimida por la presente revolución democrática. ¿Se puede acaso pensar que el dueño de ocho parejas de bueyes usufructuará la tierra en la misma medida que el labriego que no tiene ni un solo buey? Y los socialistas revolucionarios piensan que   con el “usufructo igualitario de la tierra” se destruirá el trabajo asalariado y se pondrá fin al desarrollo del capital, lo que, por supuesto, es un absurdo. Evidentemente, los socialistas revolucionarios quieren luchar contra el ulterior desarrollo del capitalismo y hacer girar hacia atrás la rueda de la historia, y en esto ven la salvación. Pero la ciencia nos dice que la victoria del socialismo depende del desarrollo del capitalismo, y quien lucha contra este desarrollo, lucha contra el socialismo. Por eso mismo a los socialistas revolucionarios se les llama también socialistas reaccionarios.

Sin hablar ya de que los campesinos quieren luchar por la abolición de la propiedad feudal, no contra la propiedad burguesa, sino sobre la base de la propiedad burguesa: quieren distribuirse en propiedad privada las tierras incautadas y no se conforman con la “socialización de la tierra”.

Como veis, la “socialización de la tierra” es inaceptable.

Otros dicen que las tierras incautadas deben ser entregadas al Estado democrático y que los campesinos no serán más que arrendatarios de la tierra del Estado.

Esto se llama “nacionalización de la tierra”.

¿Es aceptable la nacionalización de la tierra? Si tenemos en cuenta que el Estado futuro, por democrático que sea, será, no obstante, un Estado burgués, que a la entrega de las tierras a dicho Estado seguirá el fortalecimiento político de la burguesía, lo cual es extraordinariamente desventajoso para el proletariado rural y urbano; si tenemos en cuenta también que los mismos campesinos estarán en contra de la “nacionalización de la tierra” y no se conformarán con el papel de arrendatarios, cae por su peso que la “nacionalización de la tierra” no corresponde a los intereses del actual movimiento.

En consecuencia, la “nacionalización de la tierra” tampoco es aceptable.


Otros dicen que la tierra debe ser entregada en propiedad a los municipios, y que los campesinos serán arrendatarios de la tierra de los municipios.

Esto se llama “municipalización de la tierra”.

¿Es aceptable la municipalización de la tierra? ¿Qué significa la “municipalización de la tierra”? Significa, en primer lugar, que los campesinos no recibirán en propiedad las tierras que en el curso de la lucha arrebaten a los terratenientes y al Estado. ¿Cómo verán esto los campesinos? Los campesinos quieren tener la tierra en propiedad, los campesinos quieren repartirse las tierras incautadas, hasta en sus sueños ven estas tierras como propiedad suya, y cuando se les diga que las tierras no deben serles entregadas a ellos, sino a los municipios, indudablemente no estarán de acuerdo con los partidarios de la “municipalización”. Esto no debemos olvidarlo.

Además, ¿Qué debemos hace si los campesinos, en el ímpetu de la revolución, se apropian de todas las tierras incautadas y no dejan nada para los municipios? No vamos a ponernos en medio del camino, diciéndoles: ¡deteneos, estas tierras deben ser entregadas a los municipios y no a vosotros, os bastará con ser arrendatarios!

En segundo lugar, si aceptamos la consigna de la “municipalización”, debemos lanzar desde ahora mismo esta consigna entre el pueblo y debemos desde este instante explica a los campesinos que las tierras por que luchan, tierras que ellos quieren tener en sus manos, serán entregadas en propiedad a los municipios y no a los campesinos. Naturalmente, si el Partido tiene gran influencia entre los campesinos, es posible que éstos se muestren de acuerdo con el Partido, pero ni que decir tiene que los campesinos no lucharán ya con el empuje de antes, lo que será pernicioso en extremo para la actual revolución. Y si el Partido no tiene entre los campesinos gran influencia, entonces los campesinos se apartan de él y le volverá la espalda, lo cual originará un conflicto entre los campesinos y el Partido y debilitará considerablemente las fuerzas de la revolución.

Se nos dirá: los deseos de los campesinos están a menudo en contradicción con el curso del desarrollo y nosotros no podemos desentendernos del curso de la historia y acceder siempre a los deseos de los campesinos; cada Partido debe tener sus propios principios. ¡Es la pura verdad! El Partido debe guiase por sus principios, Pero traicionaría a sus principios el partido que rechazara todas las aspiraciones de los campesinos arriba indicados. Si la aspiración de los campesinos a apoderarse de las tierras de los terratenientes y a su reparto no está en pugna con el curso de la historia, si esta aspiración, por el contrario, se desprende plenamente de la actual revolución democrática, si la verdadera lucha contra la propiedad feudal sólo es posible sobre la base de la propiedad burguesa, si las aspiraciones de los campesinos expresan precisamente tal tendencia, cae de su peso que el Partido no puede rechazar estas reivindicaciones de los campesinos, pues renunciar al apoyo de estas reivindicaciones significaría renunciar al desarrollo de la revolución. Por el contrario, si el Partido tiene principios, si no quiere convertirse en un freno de la revolución, debe contribuir a la satisfacción de estas aspiraciones de los campesinos. ¡Y estas aspiraciones se hallan en contradicción radical con la “municipalización de la tierra”!

Como veis, tampoco es aceptable la “municipalización de la tierra”.


III

Hemos visto que ni la “socialización”, ni  la “nacionalización”, ni la “municipalización”, que ninguna de estas soluciones puede satisfacer debidamente los intereses de la revolución actual.

¿Cómo, pues, deben ser distribuidas las tierras incautadas, a quién deben ser entregadas en propiedad?

Está claro que las tierras incautadas por los campesinos deben ser entregadas a los campesinos mismos, para que puedan repartírselas. Así debe resolverse la cuestión planteada arriba. El reparto de las tierras trae consigo la movilización de la propiedad. Los campesinos con escasos recursos venderán la tierra y se irán proletarizando; los campesinos acomodados adquirirán nuevas tierras y procederán a mejorar la técnica del laboreo, el campo se dividirá en clases, se encenderá una lucha agudizada de clases, y así se colocarán los cimientos del desarrollo posterior del capitalismo.

 Como veis, el reparto de las tierras se desprende por sí solo del actual desarrollo económico.

De otro lado, la consigna “La tierra para los campesinos, sólo para los campesinos y para nadie más” animará a los campesinos, les infundirá nuevas fuerzas y ayudará a llevar hasta el fin el movimiento revolucionario en el campo; que ha comenzado ya.

Como veis, también el curso de la revolución actual señala la necesidad del reparto de la tierra.

 Los adversarios nos acusan de que así hacemos renacer la pequeña burguesía y de que ello está en contradicción radical con la doctrina de Marx. He aquí lo que escribe “Revoliutsiónaia  Rossía”:

“Ayudando a los campesinos a expropiar a los terratenientes, contribuís sin proponéroslo a la entronización de la hacienda pequeñoburguesa sobre las ruinas de formas más o menos desarrolladas ya de la hacienda agraria capitalista. ¿No propone ello “un paso atrás” desde el punto de vista del marxismo ortodoxo?” (v. “Revoliutsiónaia Rossía”, nº 75).

Debo decir que los señores “críticos” han involucrado los hechos. Han olvidado que la hacienda de los terratenientes no es una hacienda capitalista, que es una supervivencia de la hacienda feudal, y, por consiguiente, con la expropiación de los terratenientes se destruyen los restos de la hacienda feudal, y no la hacienda capitalista.  Han olvidado también que, desde el punto de vista del marxismo, a la hacienda feudal nunca ha sucedido directamente ni puede suceder la hacienda  capitalista; entre ellas media la hacienda pequeñoburguesa, que reemplaza a la hacienda feudal y después se transforma en hacienda capitalista. Carlos Marx decía ya en el tercer tomo de “El Capital” que, en la historia, la hacienda feudal ha sido seguida al principio por la hacienda agraria pequeñoburguesa y únicamente después se ha desarrollado la gran hacienda capitalista: no ha habido ni puede haber un salto directo de la una a la otra. Y sin embargo estos peregrinos “críticos” nos dicen que la incautación de las tierras de los terratenientes y su reparto ¡son un retroceso desde el punto de vista del marxismo! ¡Pronto nos acusarán de que también la “abolición del régimen de servidumbre” es un retroceso desde el punto de vista del marxismo, ya que también entonces algunas tierras fueron “incautadas” a los terratenientes y entregadas a los pequeños productores, a los campesinos. ¡Ridículas gentes! No comprenden que el marxismo enfoca todo desde le punto de vista histórico, que desde le punto de vista del marxismo la hacienda agraria pequeñoburguesa es progresiva en comparación con la hacienda feudal,  y que la destrucción de la hacienda feudal y la instauración de la pequeñoburguesa son una condición imprescindible del desarrollo del capitalismo, el cual desalojará más tarde a esta hacienda pequeñoburguesa.

Sin embargo,  dejemos en paz a los “críticos”.

La cuestión es que la entrega de las tierras a los campesinos y después su reparto socavan las bases de las supervivencias feudales, preparan el terreno para el desarrollo de la hacienda capitalista, incrementan de modo considerable el ascenso revolucionario, y precisamente por ello son aceptables para el Partido Socialdemócrata.

Así, pues,  para demoler los restos del régimen de servidumbre es necesaria la confiscación de todas las tierras de los terratenientes, tierras que deben ser tomadas en propiedad por los campesinos y distribuidas ante ellos, de acuerdo con sus intereses.

Sobre esta base debe ser edificado el programa agrario del Partido.

Se nos dirá: todo eso se refiere a los campesinos, pero ¿qué pensáis hacer con los proletarios agrícolas? Respondemos que si para los campesinos es necesario un programa agrario democrático, para los proletarios del campo y de la ciudad tenemos el programa socialista, en el que se hallan expresados sus intereses de clase, y sus intereses cotidianos son tenidos en cuenta en los dieciséis puntos del programa mínimo, donde se habla de la mejora de las condiciones de trabajo (v. el Programa del Partido aprobado en el II Congreso). Por ahora, el trabajo socialista inmediato del Partido se expresa en que éste lleva a cabo propaganda socialista entre los proletarios agrícolas, los agrupa en organizaciones socialistas propias y los fusiona con los proletarios urbanos en un partido político independiente. El Partido desarrolla constantemente su actividad entre este sector de los campesinos y les dice: por cuanto realizáis la revolución democrática, mantened contacto con los campesinos en lucha y combatid contra los terratenientes; pero por cuanto vais hacia el socialismo, uníos resueltamente con los proletarios de la ciudad y luchad de una manera implacable contra todo  burgués, sea campesino o noble. ¡Con los campesinos, por la república democrática! ¡Con los obreros, por el socialismo! Esto es lo que el Partido dice a los proletarios agrícolas.

 Mientras el movimiento de los proletarios y su programa socialista avivarán el fuego de la lucha de clases, a su vez el movimiento campesino y su programa agrario-democrático avivarán en el campo el fuego de la lucha de estamentos, a fin de destruir así de raíz toda división de estamentos.

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P. S. Al termina el artículo, hay que hacerse por fuerza eco de la carta de un lector, que nos escribe lo siguiente: “No me ha satisfecho, a pesar de todo, su primer artículo. ¿Acaso el Partido no estaba en contra de la confiscación de todas las tierra? Y si era así, ¿por qué el Partido no hablaba de ello?”.

No, estimado lector, el Partido jamás ha estado  contra tal confiscación. Ya en el II Congreso, precisamente en el Congreso en que se aprobó el punto sobe los “recortes”, ya  en aquel Congreso (en 1903), el Partido, por boca de Plejánov y de Lenin, decía que apoyaríamos a los campesinos si exigían la confiscación de todas las tierras” (Véase las Actas del II Congreso. N. de J. Stalin). Dos años después (en 1905), ambas fracciones del Partido, los “bolcheviques” en el III Congreso y los “mencheviques” en la I Conferencia, declararon unánimemente que apoyarían por entero a los campesinos en la confiscación de todas las tierras. Después, en los periódicos de las dos tendencias del Partido, tanto en “Iskra” y “Proletari” como en “Nóvaia Zhizn” y “Natchalos”, se exhortaba reiteradamente a los campesinos a proceder a la confiscación de todas las tierras… Como se ve, el Partido estaba desde el comienzo mismo a favor de la confiscación de todas las tierras, y, por consiguiente,  usted no tiene ningún motivo para pensar que el Partido iba a la zaga del movimiento campesino. El movimiento campesino aun no había comenzado de veras, los campesinos aun no exigían ni siquiera los “recortes”, cuando el Partido hablaba ya en su II Congreso de la confiscación de todas  las tierras.

Y si usted, a pesar de todo, nos pregunta por qué no incluimos en el programa en aquel mismo año de 1903 la reivindicación de la confiscación de todas las tierras, le responderemos con otra pregunta: ¿por qué los socialistas revolucionarios , en 1900, no incluyeron en su programa la reivindicación de la república democrática: ¿estaban acaso en contra de esta reivindicación? (Véase: “Nuestras tareas”, ed. de la “Unión de socialistas revolucionarios”, 1900. N. de J. Stalin). ¿Por qué entonces hablaban sólo de la nacionalización y hoy nos llenan los oídos con la socialización? ¿Y si hoy no decimos nada en el programa mínimo de la jornada de siete horas, acaso esto significa que estemos contra ella? Así, pues, ¿de qué se trata? Únicamente de que en 1903, cuando el movimiento no se había afianzado aún, la confiscación de todas las tierras había quedado en el papel; el movimiento,  aún débil, no habría podido hacer cumplir esta reivindicación, en vista de lo cual a aquella época correspondía más la consigna de los “recortes”. Pero más tarde cuando el movimiento se desarrolló y planteó cuestiones prácticas, el Partido debía mostrar que el movimiento no puede ni debe detenerse en los “recortes”, que es necesaria la confiscación de todas las tierras.

Tales son los hechos.

Por último, unas cuantas palabras sobre “Tsnobis Purtseli” (v. el núm. 3033). Este periódico vierte necedades a propósito de la “moda” y del “principio” y asegura que en algún tiempo el Partido erigió en principio los “recortes”. Que esto es una mentira, que el Partido, ateniéndose a los principios, reconocía desde el comienzo mismo ante  el mundo entero la confiscación de todas las tierras, lo ha podido ver el lector más arriba. Por lo que se refiere a que “Tsnobis Purtseli” no distingue entre los principios y las cuestiones prácticas, la cosa no es una desgracia: crecerá y aprenderá a distinguirlos (*).

Publicado con la firma de J. Besoshvili
El 17, el 22 y el 24 de marzo de 1906 en los
Nos. 5, 9 y 10 del periódico “Elva”



NOTAS

(*) “Tsnobis Purtseli” “ha oído” en alguna parte que “los socialdemócratas de Rusia… han aprobado un nuevo programa agrario, en virtud del cual… apoyan la municipalización de las tierras”. Debo declarar que los socialdemócratas de Rusia no han aprobado ningún programa semejante. La aprobación del programa incumbe al Congreso y este Congreso no se ha celebrado todavía. Está claro que alguien o algo ha inducido a error a “Tsnobis Purtseli”, que haría muy bien en no obsequiar a sus lectores con infundíos.





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