MARX, ENGELS, LENIN, STALIN Y MAO

MARX, ENGELS, LENIN, STALIN Y MAO

miércoles, 2 de febrero de 2011

BREVEMENTE SOBRE LAS DISCREPANCIAS EN EL PARTIDO


 La socialdemocracia es la fusión del
Movimiento obrero espontáneo con el
Socialismo”
Carlos Kautsky


   ¡Qué importunos son nuestros “mencheviques”! Hablo de los “mencheviques” de Tiflís. Han oído decir que en el Partido hay discrepancias y repiten machacones: ¡quieras que no, siempre y en todas partes hemos de hablar de discrepancias; quieras que no, hemos de increpa a diestro y siniestro a los “bolcheviques”! E increpan a más y mejor, como energúmenos.  En todas las esquinas,  estén entre propios o extraños, en una palabra, venga o no a cuento, vociferan lo mismo: ¡cuidado con la “mayoría”, son gente extraña, hombres de otra fe! No contentos con el campo “ordinario” de su actividad, han llevado “el asunto” a las publicaciones legales y han puesto así una vez más de manifiesto su… importunidad.
   ¿De qué se acusa a la “mayoría”? ¿Por qué se “encorajina” tanto nuestra minoría?
   Veamos la historia.
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   La “mayoría” y la “minoría” surgieron por primera vez en el II Congreso del Partido (1903). Fue el Congreso en el que nuestras fuerzas dispersas debían agruparse en un partido único y poderoso. Nosotros, los activistas del Partido, ciframos grandes esperanzas en este Congreso. ¡Por fin -exclamamos con alegría- llegaremos a la unificación en un solo partido y podremos actuar con arreglo a un solo plan!... Naturalmente que ya actuábamos antes, pero nuestras actividades eran dispersas y carecían de organización. Y el II Congreso del Partido debía agrupar las fuerzas diseminadas y fundirlas en un todo. Debíamos crear un partido único.

   Pero de hecho resultó que nuestras esperanzas eran, hasta cierto punto, prematuras. El Congreso no pudo darnos un partido único e indiviso; tan sólo sentó los cimientos de tal partido. En cambio, el Congreso nos mostró claramente que en el Partido existen dos tendencias: la tendencia de “Iskra” (se trata de la vieja “Iskra”) y la tendencia de sus adversarios. De acuerdo con esto, el Congreso se dividió en dos partes: “mayoría” y “minoría”. La primera se adhirió a la tendencia de “Iskra” y se agrupó en torno a ella;  en cuanto a la segunda, como adversaria de “Iskra”, ocupó la posición opuesta.

   Así,  pues, “Iskra” se convirtió en la bandera de la “mayoría” del Partido y la posición de “Iskra” pasó a ser la posición de la “mayoría”.

   ¿Qué camino seguía “Iskra”, qué defendía?

   Para comprenderlo, es necesario conocer las condiciones en que “Iskra” entró en la palestra de la historia.

   “Iskra” comenzó a salir en diciembre de 1900. Era la época en que se iniciaba la crisis de la industria rusa.

   El florecimiento industrial, acompañado de diversas huelgas económicas 1896-1898), se vió sustituido paulatinamente por la crisis. La crisis se fue agravando de día en día y vino a obstaculizar las huelgas económicas. A pesar de ello, el movimiento obrero se abría paso y avanzaba: los diferentes arroyuelos fundíanse en un torrente, el movimiento adquiría un matiz de clase y poco a poco emprendía el camino de la lucha política. El movimiento obrero crecía con sorprendente rapidez… Lo único que no se veía era el destacamento de vanguardia, la socialdemocracia (*), que introdujera en este movimiento la conciencia socialista, lo uniese con el socialismo y, de tal modo, imprimiera a la lucha del proletariado un carácter socialdemócrata.

   ¿Qué hacían, pues, los “socialdemócratas” de entonces (se les llamaba “economistas”)? Incensaban el movimiento espontáneo y repetían con toda despreocupación: la conciencia socialista no es tan necesaria para el movimiento obrero, también sin ella éste alcanzará felizmente su meta, lo esencial es el propio movimiento. El movimiento lo es todo, y la conciencia, una nimiedad. Un movimiento sin socialismo: a eso tendían.

   ¿En qué consiste, pues, en tal caso la misión de la socialdemocracia de Rusia? Debe ser un instrumento dócil del movimiento espontáneo -afirmaban-. No es asunto nuestro introducir la conciencia socialista en el movimiento obrero, no es asunto nuestro ponernos al frente de este movimiento: sería ejercer una violencia infructuosa; nuestro deber consiste tan sólo en seguir con atención el movimiento y señalar exactamente lo que ocurre en la vida social: nosotros debemos ir a la zaga del movimiento espontáneo (**). En una palabra, la socialdemocracia era presentada como un lastre superfluo en el movimiento.

   Quien no admite la socialdemocracia, no debe admitir tampoco el Partido Socialdemócrata. Precisamente por eso los “economistas” afirmaban con tanta obstinación que la existencia de un partido político del proletariado en Rusia es imposible. Que se ocupen de la lucha política los liberales -decían-, esto es más propio de ellos. ¿Y qué haremos nosotros, los socialdemócratas? Nosotros debemos seguir existiendo como hasta ahora, en forma de círculos dispersos y actuar aisladamente, cada uno en su rincón.

   ¡No el Partido, sino el círculo!, decían ellos.

   Así, pues, de un lado, el movimiento obrero crecía y necesitaba un destacamento dirigente de vanguardia, y del otro lado, la “socialdemocracia”, representada por los “economistas”, en lugar de encabezar el movimiento, se negaba a sí misma e iba a la zaga del movimiento.

   Había que exponer públicamente la idea de que el movimiento obrero espontáneo sin socialismo equivale a un vagar en las tinieblas, que si conduce algún día al objetivo, nadie sabe cuándo será ni a costa de qué sufrimientos, y que, por consiguiente,  la conciencia socialista tiene una importancia muy grande para el movimiento obrero.

   Había que decir también que la potadora de esta conciencia, la socialdemocracia, está obligada a introducir la conciencia socialista en el movimiento obrero, a marchar siempre a la cabeza y no contemplar el movimiento obrero espontáneo al margen de  él, no ir a la zaga.

   Habría que expresar asimismo la idea deque la obligación directa de la socialdemocracia de Rusia es reunir los diferentes destacamentos avanzados del proletariado, agruparlos en un partido único y pone fin así de una vez para siempre a la dispersión del Partido.

   Y fue “Iskra” la que emprendió precisamente el cumplimiento de estas tareas.

   He aquí lo que dice en su artículo programático (v. “Iskra”, nº 1): “La socialdemocracia es la fusión del movimiento obrero con el socialismo”, es decir, el movimiento sin socialismo o el socialismo al margen del movimiento es un fenómeno indeseable contra el que debe lucha la socialdemocracia. Y como los “economistas” y los partidarios de “Rabócheie Dielo” se prosternaban  ante el movimiento espontáneo, como rebajaban la importancia del socialismo, “Iskra” señalaba: “Separado de la socialdemocracia, el movimiento obrero se empequeñece y necesariamente se aburguesa”. De acuerdo con ello, es obligación de la socialdemocracia “señalar a este movimiento su objetivo final, sus tareas políticas, salvaguardar su independencia política e ideológica”. 

   ¿Qué obligaciones recaen sobre la socialdemocracia de Rusia? “De aquí se desprende por sí misma -continúa “Iskra”- la tarea que está llamada a realizar la socialdemocracia rusa: introducir en la masa del proletariado las ideas socialistas y la conciencia política de sí mismo y organizar un partido revolucionario, indisolublemente ligado al movimiento obrero espontáneo”; es decir, debe estar siempre a la cabeza del movimiento y su obligación primordial es fundir en un solo partido las fuerzas socialdemócratas del movimiento obrero. 

   Así fundamenta su programa la redacción de “Iskra” (*).

   ¿Realizó “Iskra” este excelente programa?

   De todos es sabida la abnegación con que llevó a la práctica estas importantísimas ideas. Nos los demostró claramente el II Congreso del Partido, que por 35 votos reconoció a “Iskra” como órgano central del Partido.

   ¿Después de esto, no resulta acaso ridículo que ciertos marxistas de pacotilla se  pongan a cubrir de improperios a la vieja “Iskra”?

   He aquí lo que escribe sobe “Iskra” el menchevique “Social-Demokrat”:

   Ella (“Iskra”) debía haber hecho un análisis de la ideas del “economismo”, impugnar las falsas concepciones, aceptar las verdaderas y llevarlo a un nuevo cauce… Pero no ocurrió así. La lucha contra el “economismo” originó otro extremismo: el menoscabo de la lucha económica, una actitud despectiva hacia ella y el reconocimiento de la importancia predominante a favor de la lucha política. Una política sin economía: he aquí la nueva tendencia” (v. “Social-Demokrat”, nº 1, “¿Mayoría o Minoría?”).

   Pero, ¿dónde, cuándo y en qué país ha ocurrido todo eso, honorable “crítico”? ¿Qué hicieron Plejánov, Axelrod, Zazúlich, Mártov, Starovier?, ¿por qué no encauzaron la “Iskra” por el camino de la “verdad”, ya que constituían la mayoría de la redacción? ¿Y dónde se hallaba usted mismo hasta ahora, respetadísimo señor?, ¿por qué no puso en guardia al II Congreso del Partido, que en tal caso no habría reconocido a “Iskra” como órgano central?

   Más dejemos al “crítico”.

   El caso es que “Iskra” señaló con justeza las “cuestiones palpitantes”, siguió precisamente el camino de que yo hablaba antes y aplicó de un modo abnegado su programa.

   De manera aún á precisa y convincente ha expresado la posición de “Iskra” Lenin en su admirable libro “¿Qué hacer?”.

   Detengámonos en este libro.

   Los “economistas” se prosternaban ante el movimiento obrero espontáneo, pero, ¿quién no sabe que el movimiento espontáneo es un movimiento sin socialismo, “es tradeunionismo” que no quiere ve nada más allá de los límites del capitalismo? ¿Quién no sabe que el movimiento obrero sin socialismo significa estancamiento en el marco del capitalismo, un errar en torno a la propiedad privada, que si conduce algún día a la revolución social, nadie sabe cuándo será ni a costa de qué sufrimientos? ¿Acaso para los obreros es indiferente llegar a la “tierra de promisión” en un plazo próximo o después de largo tiempo, por una vía fácil o por una vía difícil? Está claro que todo el que exalte el movimiento espontáneo y se prosterne ante él, independientemente de su voluntad abre un abismo entre el socialismo y el movimiento obrero, rebaja la importancia de la ideología socialista, la proscribe de la vida e independientemente de su voluntad somete a los obreros a la ideología burguesa, pues no comprende que “la Socialdemocracia es la fusión del movimiento obrero con el socialismo” (****), que “todo lo que sea prosternarse ante la espontaneidad del movimiento obrero, todo lo que sea rebajar el papel del “elemento conciente”, el papel de la socialdemocracia, equivale –en absoluto independientemente de la voluntad de quien lo hace- a fortalecer la influencia de la ideología burguesa sobre los obreros (*****)”.

   Expliquémonos más detenidamente. En nuestro tiempo pueden existir sólo dos ideologías: la burguesa y la socialista. La diferencia entre ellas consiste, entre otras cosas, en que la primera, es decir, la ideología burguesa, es mucho más antigua, está más difundida y ha arraigado más profundamente en la vida que la segunda; con las concepciones burguesas tropezamos en todas partes y en todos los terrenos, en nuestro propio ambiente y en el extraño, mientras que la ideología socialista  empieza a dar los primeros pasos, no hace sino empezar a abrirse camino. Huelga señalar que si se trata de la difusión de las ideas,  la ideología burguesa, es decir, la conciencia tradeunionista, se difunde con  mucha más facilidad y abarca mucho más ampliamente al movimiento obrero espontáneo que la ideología socialista, que está dando tan sólo sus primeros pasos. Esto es tanto más cierto cuanto que el movimiento espontáneo –el movimiento sin socialismo- de todos modos “marcha precisamente hacia la subordinación a la ideología burguesa” (*6). Y la subordinación a la ideología burguesa significa el desplazamiento de la ideología socialista, por cuanto ambas se niegan recíprocamente.

   ¿Cómo –se nos preguntará-, acaso la clase obrera no tiende al socialismo? Sí, tiende la socialismo. De no ser así, la actividad de la socialdemocracia sería infructuosa. Pero también es cierto que a esta tendencia se opone, obstaculizándola, otra tendencia, la tendencia a la ideología burguesa.

   Acabo de decir que nuestra vida social está impregnada de ideas burguesas, por lo que es mucho más fácil difundir la ideología burguesa que la socialista. No debe olvidarse que, al mismo tiempo, los ideólogos burgueses no duermen, se presentan a su manera bajo la cobertura socialista y, sin cesar, tratan de subordinar a la clase obrera a la ideología burguesa. Y si además los socialdemócratas a ejemplo de los “economistas”, se tumban a la bartola y van a la zaga del movimiento espontáneo (y el movimiento obrero es precisamente espontáneo cuando la socialdemocracia se conduce así), cae por su peso que el movimiento obrero espontáneo seguirá ese camino trillado y se subordinará a la ideología burguesa, por supuesto hasta que largas búsquedas y sufrimientos le obliguen a romper los vínculos que le unen a la ideología burguesa y a emprender la senda de la revolución social.

   Esto es precisamente lo que se llama tendencia a la ideología burguesa.

   He aquí lo que dice Lenin:

   “La clase obrera tiende de un modo espontáneo al socialismo, pero la ideología burguesa, la más difundida (y resucitada sin cesar en las formas más diversas), se impone, sin embargo, espontáneamente más que nada al obrero” (*7). Precisamente por eso el movimiento obrero espontáneo, mientras es espontáneo, mientras no se ha unido a la conciencia socialista, se subordina a la ideología burguesa y tiende a esa subordinación (*8). Si esto no fuese así, sería superflua la crítica socialdemócrata, la propaganda socialdemócrata, sería superflua también la “fusión del movimiento obrero con el socialismo”.

   La socialdemocracia está obligada a luchar contra esta tendencia a la ideología burguesa y prestar su concurso a la otra tendencia: la tendencia al socialismo. Naturalmente, algún día, tras largas búsquedas y penalidades el movimiento espontáneo también alcanzará el objetivo sin ayuda de la socialdemocracia, llegará al umbral de la revolución social, ya que “la clase obrera tiende de un modo espontáneo al socialismo”(*9). Pero ¿y hasta entonces, qué debemos hacer? ¿Cruzarnos de brazos, como los “economistas”, y ceder el terreno a los Struve y a los Zubátov? ¿Dar de lado a la socialdemocracia y contribuir así al dominio de la ideología burguesa, de la ideología tradeunionista? ¿Echar al olvido el marxismo y no “fundir el socialismo con el movimiento obrero?

   ¡No! La socialdemocracia es el destacamento de vanguardia del proletariado (*10), y su deber es ir siempre al frente del proletariado, su deber es “hacer que el movimiento obrero abandone esta tendencia espontánea del tradeunionismo a cobijarse bajo el ala de la burguesía y atraerlo hacia el ala de la socialdemocracia revolucionaria” (*11). El deber de la socialdemocracia es introducir la conciencia socialista en el movimiento obrero espontáneo, fundir el movimiento obrero con el socialismo y dar así a la lucha del proletariado un carácter socialdemócrata.

   Dicen que en algunos países la clase obrera ha elaborado ella sola la ideología socialista (el socialismo científico) y que ella sola la elaborará también en los países restantes, por lo que es completamente superfluo introducir la conciencia socialista en el movimiento obrero desde fuera. Pero esto es un profundo error. Para elaborar el socialismo científico, hay que ir a la vanguardia de la ciencia, hay que estar pertrechado con los conocimientos científicos y saber investiga profundamente las leyes del desarrollo histórico. Pero la clase obrera, mientras siga siendo clase obrera, no está en condiciones de ponerse al frente de la ciencia, de hacerla avanzar y de investiga científicamente las leyes históricas: carece de tiempo y de medios para ello. El socialismo científico “puede surgir únicamente sobre la base de profundos conocimientos científicos…” –dice C. Kautsky-. “… Pero el portador de la ciencia no es el proletariado, sino la intelectualidad burguesa (subrayado por C. Kautsky). Es del cerebro de algunos miembros de esta capa de donde ha surgido el socialismo moderno, y han sido ellos quienes lo han transmitido a los proletarios destacados por su desarrollo intelectual…” (*12).

   En relación con ello, Lenin dice: todo el que se prosterna ante el movimiento obrero espontáneo y, cruzándose de brazos, lo contempla desde el margen, el que disminuye constantemente la importancia de la socialdemocracia y cede el terreno a los Struve y a los Zubátov, se imagina que este movimiento elaborará por sí solo  el socialismo científico. “Pero esto es un profundo error” (*13). Algunos piensan que los obreros de Petersburgo, en las huelgas de los años 90, poseían una conciencia socialdemócrata, pero eso también es un error. No tenían tal conciencia, “ni podían tenerla. Esta (la conciencia socialdemócrata) sólo podía ser introducida desde fuera. La historia de todos los países atestigua que la clase obrera, exclusivamente con sus propias fuerzas, sólo está en condiciones de elaborar una conciencia tradeunionista, es decir, la convicción de que es necesario agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar del gobierno la promulgación de tales o cuales leyes necesarias para los obreros, etc. En cambio, la doctrina del socialismo ha surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas, elaboradas por representantes instruidos de las clases poseedoras, por los intelectuales. Los propios fundadores del socialismo científico moderno, Marx y Engels, pertenecían por su posición social a los intelectuales burgueses” (*14). Esto no significa, naturalmente, continúa Lenin, “que los obreros no participan en esta elaboración. Pero no participan en calidad de obreros, sino en calidad de teóricos del socialismo, como los Proudhon y los Weitling (ambos eran obreros); en otros términos, sólo participan en el momento y en la medida en que logan, en mayor o menor grado, dominar la ciencia de su siglo y hacerla avanzar” (*15).

   Todo esto podemos representárnoslo, más o menos, de la manera siguiente. Existe el régimen capitalista. Hay obreros y hay patronos. Entre ellos se entabla la lucha. Todavía no se ve en parte alguna el socialismo científico. No existía en parte alguna el socialismo científico ni siquiera en la imaginación, cuando los obreros luchaban ya… Sí, los obreros luchan, pero luchan dispersos contra sus patronos, chocan con sus autoridades locales: allí organizan huelgas, aquí van a mítines y manifestaciones, en unos sitios exigen derechos a las autoridades, en otros declaran el boicot, unos hablan de la lucha política, otros de la lucha económica, etc.  Pero esto de por sí solo no quiere decir que los obreros tengan conciencia socialdemócrata, esto por sí solo no quiere decir que el objetivo de su movimiento sea la demolición del régimen capitalista, que estén seguros del derrocamiento del capitalismo y de la implantación del régimen socialista como están  seguros de la inevitabilidad de la salida del sol, que estiman la conquista de su dominio político (dictadura del proletariado) como el instrumento indispensable para la victoria del socialismo, etc.

   Mientras tanto, se desarrolla la ciencia. El movimiento obrero atrae paulatinamente su atención. La mayor parte de los hombres de ciencia llegan a la idea de que el movimiento obrero es un motín de revoltosos a los que no estaría mal hace entrar en razón a fustazo limpio. Otros, en cambio, consideran que la obligación de los ricos es dar a los pobres unas migajas, es decir, que el movimiento obrero es un movimiento de mendigos, cuya finalidad estriba en recibir una limosna. Y entre mil hombres de ciencia como éstos puede aparecer quizá uno que aborde científicamente el movimiento obrero, investigue científicamente toda la vida social, siga de cerca la colisión de las clases, preste oído atento a las sordas protestas de la clase obrera y, en fin, demuestre científicamente que el régimen capitalista no es de ningún modo algo eterno, que es tan pasajero como el feudalismo, que tras él debe llegar con toda inevitabilidad el régimen socialista, que es su negación y que sólo puede ser implantado por el proletariado mediante la revolución social. En una palabra, se elabora el socialismo científico.

   Naturalmente, si no hubiera capitalismo ni lucha de clases, tampoco habría socialismo científico. Pero asimismo es cierto que esos pocos hombres, por ejemplo, Marx y Engels, no habrían elaborado el socialismo científico si no hubiesen poseído conocimientos científicos.

   ¿Qué es el socialismo científico sin movimiento obrero? Una brújula que, al no ser utilizada, puede únicamente cubrirse de herrumbre, y entonces habrá que arrojarla por la borda. 

   ¿Qué es el movimiento obrero sin socialismo? Un barco sin brújula, que aun así llegará a la otra costa, pero que de tener brújula alcanzaría la costa mucho antes y tropezaría con menos peligros.

   Unid lo uno y lo otro y tendréis un excelente barco, que a toda marcha se dirigirá derecho a la otra costa y llegará incólume al puerto.

   Unid el movimiento obrero con el socialismo y tendréis un movimiento socialdemócrata que se dirigirá veloz por el camino recto a la “tierra de promisión”.

   Así, pues, el deber de la socialdemocracia (y no sólo de los intelectuales socialdemócratas) es unir el socialismo con el movimiento obrero, int4roducir en el movimiento la conciencia socialista y dar así al movimiento obrero espontáneo un carácter socialdemócrata.

   Esto es lo que dice Lenin.

   Algunos afirman que, en opinión de Lenin y de la “mayoría”, el movimiento obrero, si no está unido a la ideología socialista, fracasará, no llegará a la revolución social. Pero eso es una invención, una invención de hombres ociosos, que en todo caso sólo podía ocurrírseles a marxistas de pacotilla como An (v. “¿Qué es el Partido?”, nº 6 de “Mogzauris”).

   Lenin afirma terminantemente que “la clase obrera tiende de modo espontáneo al socialismo” (*16), y si no se detiene mas en ello es sólo porque considera superfluo demostrar lo que ya está demostrado. Además, Lenin  no se había planteado en modo alguno investigar el movimiento espontáneo; sólo ha querido demostrar a los militantes dedicados al trabajo práctico qué deben hacer conscientemente.

   He aquí lo que dice Lenin en otro lugar, donde polemiza con Mártov:

   “ “Nuestro Partido es el intérprete consciente de un proceso inconsciente”. Exacto. Y precisamente por eso es un error pretender que “todo huelguista” pueda adjudicarse el título de miembro del Partido, porque si “toda huelga” no fuera sólo la expresión espontáneo de un poderoso instinto de clase y de una lucha de clases que conduce inevitablemente a la revolución social, sino expresión consciente de este proceso…, entonces nuestro Partido … acabaría de golpe con toda la sociedad burguesa” (*17).

   Como veis, en opinión de Lenin, también la lucha de clases y los choques de la clases que no pueden se denominados socialdemócratas, conducen, sin embargo, inevitablemente a la clase obrera a la revolución social.

   Si os interesa igualmente la opinión de otros representantes de la “mayoría”, escuchad. He aquí lo que dice en el II Congreso del Partido uno de ellos, el camarada Gorin:

   “¿Cuál sería la situación si el proletariado fuera abandonado a su propia suerte? La situación sería análoga a lo que ocurrió en víspera de la revolución burguesa. Los revolucionarios burgueses carecían de toda ideología científica. Y, no obstante, surgió el régimen burgués. El proletariado sin ideólogos, naturalmente, al fin y al cabo, actuaría en el sentido de la revolución social, peo por instinto … El proletariado llevaría a la práctica el socialismo también por instinto, pero no poseería la teoría socialista. Ahora bien, el proceso sería lento y más doloroso” (*18).

   Las aclaraciones están de más.

   Así, pues, el movimiento obrero espontáneo, el movimiento obrero sin socialismo, inevitablemente se empequeñece y adquiere un carácter tradeunionista: se somete a la ideología burguesa. ¿Puede deducirse de aquí que el socialismo lo es todo y el movimiento obrero nada? ¡Naturalmente que no! Así hablan tan sólo los idealistas. Algún día, al cabo de mucho tiempo, el desarrollo económico llevará inevitablemente a la clase obrera a la revolución social y, por lo tanto, la obligará a rompe toda clase de vínculos con la ideología burguesa. La cosa estriba únicamente en que este camino será largo y doloroso.

   Por otra parte, el socialismo sin movimiento obrero, cualquiera que sea su base científica sobre la que haya surgido, no pasará, sin embargo, de ser una frase huera y perderá  su importancia. ¿Se puede deducir de aquí que el movimiento lo es todo y el socialismo nada? ¡Naturalmente que no! Así piensan tan sólo los marxistas de pacotilla, para quienes la conciencia no tiene importancia alguna, ya que s engendrada por la propia vida social. El socialismo puede ser unido al movimiento obrero, y convertido, por tanto, de frase huera en un arma afilada.

   ¿Conclusión?

   La conclusión es la siguiente: el movimiento obrero debe ser unido al socialismo, la actividad práctica y el pensamiento teórico deben fundirse en un todo y da así al movimiento obrero espontáneo un carácter socialdemócrata, pues “la socialdemocracia es la fusión del movimiento obrero con el socialismo” (*19). Entonces el socialismo, unido con el movimiento obrero, de frase vacía se convierte, en manos de los obreros, en una fuerza grandiosa. Entonces el movimiento espontáneo, convertido en movimiento socialdemócrata, marchará a pasos acelerados y por una senda segura hacia el régimen socialista.

   Así, pues, ¿cuál es la misión de la socialdemocracia de Rusia? ¿Qué debemos hacer?

   Nuestra obligación, la obligación de la socialdemocracia,  es hace que el movimiento espontáneo de los obreros abandone el camino tradeunionista y tome el camino socialdemócrata. Nuestra obligación es introducir en este movimiento la conciencia socialista (*20) y agrupar a las fuerzas de vanguardia de la clase obrera en un partido centralizado. Nuestro deber es ir siempre a la vanguardia del movimiento y luchar infatigablemente contra todos los que estorben la realización de estas tareas, sean enemigos o “amigos”.

   Tal es, en líneas generales, la posición de la “mayoría”.

    A nuestra “minoría” no le gusta la posición de la “mayoría”: ¡”no es marxista”, “esta en contradicción radical” con el marxismo! ¿Es así, respetabilísimos señores? ¿Dónde, cuándo, en qué planeta es esto así? Leed nuestros artículos, dicen, y os convenceréis de que tenemos razón. Bien, vamos a leerlos.

   Tenemos ante nosotros el artículo titulado “¿Qué es el Partido?” (v. “Mogzauri”, núm. 6). ¿De qué acusa el “crítico” An a la “mayoría” del Partido? “Esta (“mayoría”)… se proclama cabeza del Partido… y exige la subordinación de los demás… y para justifica su conducta, a menudo inventa hasta teorías, como por ejemplo: los obreros no pueden asimilar ( subrayado por mí) con sus propias fuerzas “los altos ideales”, etc.” (*21).

   Cabe ahora preguntar: ¿expone y ha expuesto alguna vez la “mayoría” semejantes “teorías”? ¡En ninguna parte, nunca! Por el contrario, el representante ideológico de la “mayoría”, el camarada Lenin, dice con absoluta precisión que la clase obrera asimila muy fácilmente  los “altos ideales”, asimila muy fácilmente el socialismo. Escuchad:

   “Con frecuencia se oye decir: la clase obrera tiende de un modo espontáneo al socialismo. Esto es por entero justo en el sentido de que la teoría socialista determina, con más profundidad y exactitud que ninguna otra, las causas de las calamidades que padece la clase obrera, y precisamente por ello los obreros la asimilan con tanta facilidad” (*22).

   Como, veis, en opinión de la “mayoría”, los obreros asimilan fácilmente los “altos ideales” que llamamos socialismo.

   Entonces, ¿por qué sutiliza de esa manera An, de dónde ha exhumado su extraño “descubrimiento”? El asunto, lectores, estriba en que el “crítico” An se refería a otra cosa completamente distinta. Se refería al lugar del libro “¿Qué hacer?” en el que Lenin habla de la elaboración del socialismo, en el que Lenin afirma que la clase obrera no puede elaborar con sus propia fuerzas el socialismo científico (*23). Pero ¿cómo es esto?-diréis-. Una cosa es la elaboración del socialismo y otra su asimilación. ¿Por qué ha olvidado An las palabras de Lenin que tan claramente hablan de la asimilación de los “altos ideales”? Tenéis razón, lectores, pero ¿qué puede hacer An, si le gusta tanto ser “crítico”? Ved qué heroicidad: idear su propia “teoría”, atribuírsela al adversario y después bombardea él mismo el fruto de su fantasía. ¡Así se hace la crítica! En todo caso es indudable que An “no ha podido asimilar con sus propias fuerzas” el libro de Lenin “¿Qué hacer?”.

   Abramos ahora el llamado “Sotsial-Demokrat”.  ¿Qué dice el autor del artículo titulado “¿Mayoría o minoría?”? (v. “Sotsial-Demokrat”, nº 1).

   Muy envalentonado, arremete con gran alboroto contra Lenin porque, en su opinión, “el desarrollo natural (debería decir: “espontáneo”) del movimiento obrero no tiende al socialismo, sino a la ideología burguesa” (*24). El autor, por lo visto, no comprende que el movimiento obrero espontáneo es un movimiento sin socialismo (que el autor demuestre que no es así), y tal movimiento se somete indefectiblemente a la ideología burguesa tradeunionista, tiende a ella, pues en nuestro tiempo pueden existir tan sólo dos ideologías: la socialista y la burguesa, y donde no está la primera, indefectiblemente aparece la segunda y ocupa el lugar de aquella (¡demostrad lo contrario!). Sí, Lenin dice eso precisamente. Pero al propio tiempo no olvida la otra tendencia inherente al movimiento obrero: la tendencia al socialismo, que solamente hasta cierto momento es velada por la tendencia a la ideología burguesa. Lenin dice explícitamente que “la clase obrera tiende de un modo espontáneo al socialismo” (*25), y señala con toda justicia que la obligación de la socialdemocracia es acelerar la victoria de esta tendencia, entre otras cosas también mediante la lucha contra los “economistas”. ¿Por qué, pues, usted, respetable “crítico”, no ha transcrito en su artículo estas palabras de Lenin? ¿Es que no pertenecen al mismo Lenin? No le convenía a usted, ¿verdad?

   “A juicio de Lenin… -continúa el autor-, el obrero por su situación (subrayado por mí) es más bien burgués que socialista… “(*26). ¡Vaya una necedad, que yo no esperaba ni siquiera de este autor! ¿Acaso Lenin habla de la situación del obrero, acaso afirma que el obrero por su situación es burgués? ¿Qué necio puede decir que el obrero es burgués por su situación, el obrero, que está privado de los instrumentos de producción y vive de la venta de su fuerza de trabajo? ¡No! Lenin dice algo completamente distinto. El asunto estriba en que yo puedo ser proletario, y no burgués por mí situación, pero al mismo tiempo no tener conciencia de mi situación y, en vista de ello, someterme a la ideología burguesa. Precisamente así ocurre, en el caso presente, con la clase obrera. Y esto es algo muy distinto.

   En general, el autor gusta de emplear palabras vacías, ¡de pronto las lanza sin pensarlo más! Por ejemplo, el autor repite obstinadamente que “el leninismo está en contradicción radical con el marxismo” (*27), y lo repite sin comprender a dónde le conduce esa “idea”. Convengamos con él por un instante en que el leninismo, en efecto, “está en contradicción radical con el marxismo”. ¿Y qué más? ¿Qué se desprende de ello? Helo aquí. “El leninismo arrastró” a “Iskra” (a la vieja “Iskra”) –esto no lo niega tampoco el autor-; por consiguiente,  también “Iskra” “está en contradicción radical con el marxismo”. El II Congreso del Partido, por 35 votos, reconoció a “Iskra” como órgano central del Partido y dedicó grandes elogios a sus méritos (*28);  por consiguiente, tanto este Congreso, como su programa, como su táctica “están en contradicción radical con el marxismo”… Es ridículo, ¿verdad, lectores?

   El autor, no obstante, continúa: “En opinión de Lenin, el movimiento obrero espontáneo va hacia la unión con la burguesía… “Sí, sí, el autor indudablemente va hacia la unión con la necedad, y estaría bien que se apartara de ese camino.

   Mas dejemos al “crítico”. Volvamos al marxismo.

   El respetable “crítico” repite obstinadamente que la posición de la “mayoría” y de su representante, Lenin, está en contradicción radical con el marxismo, pues tanto Kautsky como Marx y Engels dicen, según él, ¡lo contrario de lo que sostiene Lenin! ¿Es así? ¡Veamos!

   “C. Kautsky –nos informa el autor- escribe en su “Programa de Erfurt”: “Los intereses del proletariado y de la burguesía son hasta tal punto opuestos, que las aspiraciones de estas dos clases no pueden coincidir durante un tiempo más o menos prolongado. En todo país con modo capitalista de producción, la participación de la clase obrera en la política tiene que llevarla tarde o temprano a separarse de los partidos burgueses y formar un partido independiente, el partido obrero””.

   Pero, ¿qué se desprende de esto? Tan sólo que los intereses de la burguesía y del proletariado están en mutua contradicción, que “tarde o temprano” el proletariado se separará de la burguesía formando un partido obrero independiente (tenedlo en cuenta: partido obrero y no partido obrero socialdemócrata). ¡El autor supone que Kautsky discrepa aquí de Lenin! Pero Lenin dice que el proletariado, tarde o temprano, no sólo se separará de la burguesía, sino que llevará a cabo la revolución social, es decir, derrocará a la burguesía (*29). La tarea de la socialdemocracia –añade- es procurar que esto se lleve a cabo cuanto antes y se lleve a cabo conscientemente. Sí, conscientemente, y no de manera espontánea, ya que Lenin trata precisamente de esta conciencia.

   “… Allí donde las cosas han llegado hasta la formación de un partido obrero independiente –continúa el “crítico”, citando el libro de Kautsky-, este partido, tarde o temprano, debe por necesidad natural asimilar las tendencias socialistas, si no está inspirado en ellas desde el comienzo mismo; debe, en fin de cuentas, convertirse en partido obrero socialista, es decir, en socialdemocracia” (*30).

   ¿Qué significa esto? Exclusivamente que el partido obrero asimilará las tendencias socialistas. ¿Pero es qué Lenin lo niega? ¡De ningún modo! Lenin dice terminantemente que no sólo el partido obrero, sino también toda la clase obrera asimila el socialismo (*31). Entonces ¿qué tontería se le ocurre a este “Sotsial-Demokrat” y a su mentiroso héroe? ¿A qué vienen con absurdos de todo género?  Como se dice, han oído campanas y no saben dónde. Precisamente esto es lo que ha ocurrido con nuestro embrollado autor.

   Según veis, Kautsky no disiente aquí ni en un ápice de Lenin. Pero, en cambio, todo ello demuestra, con excepcional claridad, la insensatez del autor.

   ¿Dice Kautsky algo a favor de la posición de la “mayoría”? He aquí lo que escribe en uno de sus  notables artículos, en el que analiza el proyecto de programa de la socialdemocracia austriaca:

   “Muchos de nuestros críticos revisionistas (seguidores de Bernstein) entienden que Marx ha afirmado que el desarrollo económico y la lucha de clases, además de crear las premisas para la producción socialista, también engendran directamente la conciencia (subrayado por C. Kautsky) de su necesidad. Y he aquí que esos críticos replican que Inglaterra, el país de mayor desarrollo capitalista, es más ajeno que ningún otro país a esta conciencia. A juzgar por el nuevo proyecto (austriaco), se podría creer que esta… concepción… es compartida también por la comisión que redactó el programa austriaco. El proyecto dice: “Cuanto más aumenta el proletariado con el desarrollo del capitalismo, tanto más obligado se ve a emprender la lucha contra el capitalismo y tanto más capacitado está para emprenderla. El proletariado llega a adquirir la conciencia de la posibilidad y de la necesidad del socialismo. En este orden de ideas, la conciencia socialista aparece como el resultado necesario y directo de la lucha de clase del proletariado. Pero esto es falso… La conciencia socialista moderna puede surgir únicamente sobre la base de profundos conocimientos científicos…Pero el portador de la ciencia no es el proletariado, sino la intelectualidad burguesa (subrayado por C. Kautsky). Es del cerebro de algunos miembros de esta capa de donde ha surgido el socialismo moderno, y han sido ellos quienes lo han transmitido (el socialismo científico) a los proletarios destacados por su desarrollo intelectual, los cuales lo introducen luego en la lucha de clase del proletariado… De modo que la conciencia socialista es algo introducido desde fuera en la lucha de clase del proletariado, y no algo que ha surgido espontáneamente dentro de ella. De acuerdo con esto ya el viejo programa de Heinfeld decía con todo fundamento que es tarea de la socialdemocracia llevar  la  proletariado la conciencia de su situación y de su misión…” (*32).

   ¿No recordáis, lectores, análogas ideas de Lenin sobre esta cuestión, no recordáis la conocida posición de la “mayoría”? ¿Por qué el Comité de Tiflís y su “Sotsial-Demokrat” han ocultado la verdad, por qué el respetable “crítico”, al hablar de Kautsky, no reprodujo en su artículo estas palabras de Kautsky? ¿A quién engañan esos honorabilísimos señores, por qué “mantienen una actitud tan despectiva” hacia el lector? ¿No será porque… temen la verdad, se esconden de la verdad y piensan que también la verdad puede ser escondida?  ¡Se parecen al ave que esconde la cabeza bajo el ala y se imagina que nadie la ve! Pero se equivocan, como se equivoca el ave.

   Si la conciencia socialista fue elaborada sobre una base científica, si esta conciencia es introducida gracias a los esfuerzos de la socialdemocracia (*33) en el movimiento obrero desde fuera, es evidente que todo esto ocurre porque la clase obrera, mientras siga siendo clase obrera, no puede ponerse a la vanguardia de la ciencia y elaborar con sus propias fuerzas el socialismo científico: carece de tiempo y de medios para ello.
   He aquí lo que dice C. Kautsky en su “Programa de Erfult”:

   “… El proletariado puede, en el mejor de los casos, asimila parte de los conocimientos laborados por la erudición burguesa y adaptarlos a sus fines y necesidades, pero mientras siga siendo proletario, carece de tiempo libre y de medios para elaborar independientemente la ciencia más allá de los límites alcanzados por los pensadores burgueses. Por eso precisamente, el socialismo obrero original debía llevar todos los rasgos esenciales del utopismo” (*34) (utopismo: teoría falsa, no científica).

   El socialismo utópico de este género adquiere con frecuencia un carácter anárquico, continúa Kautsky,  pero “… como es sabido, en toda partes donde el movimiento anarquista (comprendiendo por tal el utopismo proletario. C. Kautsky) ha calado verdaderamente en las masas y se ha convertido en un movimiento de clase, siempre, tarde o temprano, a pesar de su aparente radicalismo, ha terminado transformándose en el movimiento puramente gremial más estrecho” (*35).

   En otros términos, si el movimiento obrero no está unido al socialismo científico, se empequeñece inevitablemente,  adquiere un carácter “estrechamente gremial” y, por lo tanto, se somete a la ideología tradeunionista.

   “¡Esto es humilla a los obreros, esto es encumbrar a los intelectuales!”, claman nuestro “crítico” y su “Sotsial-Demokrat”… ¡Pobre “crítico”, lamentable “Sotsial-Demokrat”! ¡Ellos consideran al proletariado  como una damisela caprichosa a la que no se puede decir la verdad y a la que siempre hay que dirigir cumplidos para que no salga corriendo! ¡No, honorabilísimos señores! Nosotros tenemos fe en que el proletariado manifestará  más firmeza de lo que vosotros pensáis. ¡Nosotros tenemos fe en que no se asustará de la verdad! Pero vosotros… ¿Qué podemos deciros? También en este caso os  habéis asustado de la verdad y en vuestro artículo no habéis transmitido al lector las auténticas ideas de Kautsky…

   Por lo tanto, el socialismo científico sin movimiento obrero son palabras vacías, siempre fáciles de echar al viento.

   Por otra parte, el movimiento obrero sin el socialismo es un error tradeunionista, que algún día, naturalmente, conducirá a la revolución social, pero a costa de largos sufrimientos y dolores.

   ¿Conclusión?

   “El movimiento obrero debe unirse con el socialismo”: “la socialdemocracia es la fusión del movimiento obrero con el socialismo” (*36).

   Así habla Kautsky, teórico del marxismo.

   Hemos visto que lo mismo dice “Iskra” (la vieja) y la “mayoría”.

   Hemos visto que en la misma posición se mantiene el camarada Lenin.

   Así, pues, la “mayoría” se mantiene firmemente en las posiciones marxistas.

   Está claro que “la actitud despectiva hacia los obreros”, “el encumbramiento de los intelectuales”, “la posición no marxista de la mayoría” y demás perlas parecidas tan profusas en los “críticos” mencheviques, no son otra cosa que palabras altisonantes, para la fantasía de los “mencheviques” de Tiflís.

   Por el contrario, veremos que en realidad la propia “minoría” de Tiflís”, el “Comité de Tiflís y su “Sotsial-Demokrat” están “en contradicción radical con el marxismo”. Pero de esto hablaremos después. Por ahora dirijamos nuestra atención a lo siguiente.

   En confirmación de sus juicios, el autor del artículo “¿Mayoría o minoría?” aduce unas palabras de Marx (?): “El teórico de una u otra clase llega teóricamente a la conclusión hacia la que la propia clase ha llegado ya en la práctica” (*37).

   Una de dos. O el autor no sabe el georgiano o es una errata del cajista. Ni una sola persona letrada dirá “hacia la que ha llegado ya”. Lo correcto sería decir: “a la que ha llegado ya” o “hacia la que se dirige ya”, debo advertir que trasmite erróneamente las palabras de Marx. Marx no dijo nada parecido. Y si el autor se refiere a la primero formulación, la frase transcrita por él adquirirá  este giro: “el teórico de una u otra clase llega teóricamente a la conclusión a la que ha llegado ya en la práctica la propia clase”. Dicho de otra forma, si Marx y Engels llegaron teóricamente a la conclusión de que el hundimiento del capitalismo y la edificación del socialismo son inevitables, esto significa que el proletariado ¡ha rechazado ya el capitalismo prácticamente, ha hundido ya el capitalismo y ha edificado en su lugar la vida socialista!

   ¡Pobre Marx! ¡Quién sabe cuántos disparates le atribuirán aún nuestros marxistas de pacotilla!

    ¿Dice realmente eso Marx? He aquí lo que en verdad dice: los representantes teóricos de la pequeña burguesía “se ven teóricamente impulsados a los mismos problemas y a las mismas soluciones a que impulsan prácticamente a los pequeños burgueses el interés material y la situación social. Tal es, en general, la relación que existe entre los representantes políticos y literarios de una clase y la clase por ellos representadas”(*38).

Como veis, Marx de ningún modo dice “ha llegado ya”. Estas palabras “filosóficas” han sido inventadas por el respetable “crítico”.

   En este caso, las palabras de Marx adquieren un sentido completamente distinto.

   ¿Qué idea desarrolla Marx en la tesis que hemos transcrito? Sólo que el teórico de una u otra clase no puede crear el ideal cuyos elementos no existen en la realidad, que no puede más que captar los elementos del porvenir y sobe esta base crear teóricamente el ideal al que una u otra clase llega en la práctica. La diferencia está en que el teórico se adelanta a la clase y capta antes que ella los gérmenes del futuro. Esto es, precisamente, lo que se llama “llegar a algo teóricamente”. 

   He aquí lo que dicen Marx y Engels en su “Manifiesto”:

   “Prácticamente, los comunistas (es decir, los socialdemócratas) son, pues, el sector más resuelto de los partidos obreros de todos los países, el sector que siempre impulsa adelante; teóricamente, tienen sobre el resto del proletariado la ventaja de su clara visión de las condiciones, marcha y de los resultados generales del movimiento proletario”.

   Sí, los ideólogos “impulsan adelante”, ven mucho más allá que “el resto del proletariado”, y en ello está todo el quid. Los ideólogos impulsan adelante, y precisamente por ello la idea, la conciencia socialista, tiene gran importancia para el movimiento.

   ¿Por eso precisamente ataca usted a la “mayoría”, honorable “crítico”? Entonces despídase del marxismo y sepa que la “mayoría” está orgullosa de su posición marxista.
   La situación de la “mayoría” en el caso presente recuerda mucho la situación de Engels en los años 90.

   La idea es la fuente de la vida social, afirmaban los idealistas. A su juicio, la conciencia social es el fundamento sobre el que se construye la vida de la sociedad. Por eso se les llama idealistas.

   Era preciso demostrar que las ideas no caen del cielo, que son originadas por la vida misma.

   En la palestra de la historia aparecieron Marx y Engels, que cumplieron a maravilla este papel. Demostraron que la vida social es la fuente de las ideas, por lo que la vida de la sociedad es el fundamento sobe el que está edificada la conciencia social. Así cavaron la fosa al idealismo y desbrozaron el camino al materialismo.

   Algunos semimarxistas lo comprendieron en el sentido de que la conciencia, las ideas tienen en la vida una importancia insignificante.

   Era preciso demostrar la gran importancia de las ideas.

   Entonces intervino Engels y en sus cartas (1891-1894) subrayó que las ideas, ciertamente, no caen del cielo, sino que son engendradas por la propia  vida, pero, una vez surgidas, adquieren gran importancia, unen a los hombres, los organizan e imponen su sello a la vida social que las ha engendrado: las ideas tienen gran importancia en el movimiento histórico.
   “Eso no es marxismo, eso es una traición al marxismo”, alborotaron Bernstein y sus semejantes. Los marxistas se burlaron de estos gritos…

   En Rusia ha habido semimarxistas: los “economistas”. Afirmaban que como las ideas son engendradas por la vida social, la conciencia socialista tiene importancia insignificante para el movimiento obrero.

   Era preciso demostrar que la conciencia socialista tiene gran importancia para el movimiento obrero, que sin ella el movimiento no es sino un errar tradeunionista, del que no se sabe cuándo se librará el proletariado y cuándo llegará a la revolución social.

   Y entonces apareció “Iskra”, que cumplió magníficamente tal papel. Salió a la luz el libro “¿Qué hacer?”, en el que Lenin subraya la gran importancia de la conciencia socialista. Se formó la “mayoría” en el seno del Partido, que emprendió con firmeza este camino.

   Mas entonces intervienen los pequeños Bernsteines y comienzan a “alborotar”: ¡eso “está en contradicción radical con el marxismo”!

   ¿Pero sabéis vosotros, pequeños “economistas”, qué es el marxismo?

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   ¡Extraño! –dirá el lector-. ¿De qué se trata? –preguntará-.  ¿Por qué Plejánov escribió su artículo crítico contra Lenin? (v. la nueva “Iskra”, nº 70, 71). ¿Por qué censura a la “mayoría”? ¿Acaso los marxistas de pacotilla de Tiflís y su “Sotsial-Demokrat” no repiten la ideas expuestas por Plejánov? Sí, las repiten, pero tan torpemente, que repugna oírles. Sí, Plejánov ha criticado. Pero ¿sabéis de qué se trata? Plejánov no discrepa de la “mayoría” ni de Lenin. Y no sólo Plejánov, tampoco Mártov ni Zazúlich, ni Axelrod. Realmente, en la cuestión que hemos tratado más arriba, los jefes de la “minoría” no discrepan de la vieja “Iskra”. Y la vieja “Iskra” es la bandera de la “mayoría”. ¡No os asombréis! He aquí los hechos.

   Conocemos el artículo programático de la vieja “Iskra” (véase más arriba). Sabemos que en este artículo está expresada plenamente la posición de la “mayoría”. ¿A quién pertenece este artículo? A la redacción de entonces de la “Iskra”. ¿Quiénes formaban parte de esta redacción?  Lenin, Plejánov, Axelrod, Mártov, Zazúlich y Starovier. De ellos, en la actualidad, sólo uno, Lenin, forma parte de la “mayoría”, los cinco restantes dirigen la “minoría”; pero el hecho sigue siendo, no obstante, un hecho: el artículo programático de “Iskra” apareció bajo su redacción, y, por consiguiente, no deberían abjurar de sus palabras, ya que, al parecer, creían en lo que escribían.

   Pero, si se quiere, dejemos a “Iskra”.

   Veamos lo que escribe Mártov:

   “Hasta la idea de la solidaridad de clase de todo el proletariado… no es ya tan sencilla como para engendrarse por sí sola en la cabeza de cada obrero… El socialismo… tampoco nace, ni mucho menos, en las cabezas de los obreros “por sí solo”… La teoría socialista fue preparada por todo el desarrollo tanto de la vida como del conocimiento. Y el comienzo de la difusión de las ideas del socialismo entre los obreros se debió también, en casi todo el continente europeo, a los socialistas que habían recibido instrucción en los centros de enseñanza para las clases superiores” (*39).

   Oigamos ahora a Plejánov, que con tales aires de importancia y en tono tan solemne ha escrito contra Lenin en la nueva “Iskra” (nº 70, 71). L cosa ocurre en el II Congreso del Partido. Plejánov polemizaron Martínov y defiende a Lenin. Reprocha a Martínov, que, agarrándose a una frase de Lenin, pasó por alto el libro “¿Qué hacer?” en su conjunto, y prosigue:

   “El procedimiento del camarada Martínov me recuerda a un censor que decía: “dadme el “padrenuestro”, permitidme arrancar de él una frase y os demostraré que su autor debía ser ahorcado” Pero todos los reproches dirigidos contra esta malhadada frase (de Lenin), y no sólo por el camarada Martínov, sino también por otros muchísimos, se basan en un malentendido. El camarada Martínov cita unas palabras de Engels: “El socialismo moderno es la expresión teórica del movimiento obrero moderno”. El camarada Lenin también está de acuerdo con Engels… Pero las palabras de Engels son una tesis general. La cuestión estriba en quién formula por primera vez esta tesis teórica. Lenin no escribía un tratado de filosofía de la historia, sino un artículo polémico contra los “economistas”, que decían: debemos esperar a ver a qué llega la clase obrera por sí sola, sin ayuda del “bacilo revolucionario” (es decir, sin la socialdemocracia). A esta última se le prohibía decir nada a los obreros, precisamente porque es el “bacilo revolucionario”, es decir, posee conciencia teórica. Pero si elimináis el “bacilo”, queda solo la masa inconsciente, en que la conciencia debe ser introducida desde fuera. Si quisierais ser justo con Lenin y leyerais atentamente todo su libro, veríais que eso es precisamente lo que él dice” (*40).

   Así hablaba Plejánov en el II Congreso del Partido.

   Y ese mismo Plejánov, instigado por esos mismos Mártov, Axelrod, Zazúlich, Starovier y otros, unos meses después interviene de nuevo y, aferrándose a esa misma frase de Lenin que defendiera en el Congreso, declara: Lenin y la “mayoría” no son marxistas. El sabe que si se arranca una frase del mismo “padrenuestro” y se la interpreta por aislado, su autor podría ir a parar a la horca como hereje. El sabe que esto sería injusto, que un crítico imparcial no procede así, pero, no obstante, arranca esa frase del libro de Lenin; no obstante, procede con injusticia y se denigra públicamente a sí mismo. Y Mártov, Zazúlich, Axelrod y Starovier le hacen coro, publican bajo su redacción en la nueva “Iskra” el artículo de Plejánov (nos. 70, 71) y se cubren así una vez más de ignominia.

   ¿Por qué han manifestado tal inconsecuencia, por qué estos jefes de la “minoría” se han denigrado a si mismos,  por qué han renegado del artículo programático de “Iskra” que ellos firmaran, por qué han renegado de sus propias palabras? ¡Se ha visto alguna vez semejante falsedad en un partido socialdemócrata?

   ¿Qué ha sucedido, pues,  en los pocos meses transcurridos ente el II Congreso y la aparición del artículo de Plejánov?

   Se trata de lo siguiente. De los seis redactores, el II Congreso eligió redactores de “Iskra” sólo a tres: Plejánov, Lenin y Mártov. En cuanto a Axelrod, Starovier y Zazúlich, el Congreso los llevó a otros puestos. El Congreso, naturalmente, tenía derecho a ello, y todos estaban obligados a someterse a él; el Congreso es el interprete de la voluntad del Partido, y quien va contra sus decisiones, pisotea la voluntad del Partido.

    Ahora bien, estos obstinados redactores no se sometieron a la voluntad del Partido, a la disciplina del Partido (la disciplina del Partido es la voluntad del Partido). ¡Resulta que la disciplina del Partido ha sido ideada para simples militantes como nosotros! Ellos se revolvieron airados contra el Congreso, porque no los eligió redactores, se colocaron al margen, arrastraron consigo a Mártov y formaron la oposición. Declararon el boicot al Partido, se negaron a efectuar el trabajo de partido y empezaron a amenazar al Partido; si no, provocaremos la escisión. Y comenzó la escisión. Así pisotearon una vez más la voluntad del Partido.

   He aquí las exigencias de los redactores en huelga:

   “Se restablece la vieja redacción de “Iskra” (es decir, dadnos tres puestos en la redacción).

   Se da entrada en el Comité Central a un determinado número de miembros de la oposición (es decir, de la “minoría”).

   Se asignan en el Consejo del Partido dos puestos a los miembros de la oposición, etc.…
   Presentamos estas condiciones como las únicas que aseguran al Partido la posibilidad de evitar un conflicto que pone en peligro la propia existencia del Partido” (es decir, satisfaced nuestras demandas; si no, provocaremos en el Partido una gran escisión)(*41)

   ¿Qué les contestó el Partido?

   El Comité Central, representante del Partido, y otros camaradas les declararon: no podemos ir contra el Congreso del Partido; las elecciones son asuntos del Congreso; sin embargo, nosotros intentaremos restablecer la paz y la concordia, aunque, a decir verdad, es vergonzoso luchar por los puestos; vosotros queréis escindir el Partido por los puestos, etc.

   Los redactores en huelga se sintieron ofendidos, su situación se hizo embarazosa –en realidad, resultó que habían emprendido la lucha por los puestos-, arrastraron a su lado a Plejánov (*42) y dieron comienzo a su heroica empresa. Necesitaban hallar una “discrepancia” más “importante” entre la “mayoría” y la “minoría” y demostrar así que no luchaban por los puestos. Buscaron, buscaron y encontraron en el libro de Lenin un lugar que, arrancándolo del texto e interpretándolo aisladamente, en realidad podía servirles de agarradera. Feliz idea –pensaron los jefes de la “minoría”-: Lenin es el dirigente de la “mayoría”, denigremos a Lenin e inclinaremos así al Partido a nuestro lado. Y entonces comenzaron las disquisiciones de Plejánov acerca de que “Lenin y sus adeptos no son marxistas”. Cierto, todavía ayer defendían esa misma idea del libro de Lenin contra la que hoy arremeten, pero asé son las cosas: al oportunista se le llama precisamente oportunista porque los principios no gozan de su favor.

   He ahí por qué se denigran a sí mismos, he ahí el origen de la falsedad.

   Pero esto no es todo.

   Pasó cierto tiempo. Los jefes de la minoría vieron que, fuera de unos cuantos ingenuos, nadie hacía caso de su agitación contra la “mayoría” y contra Lenin; vieron que los “asuntos” les iban mal y resolvieron cambia una vez más de careta. Ese mismo Plejánov, esos mismos Mártov y Axelrod han presentado el 10 de marzo de 1905 en nombre del Consejo del Partido una resolución en la que, entre otras cosas, se dice:

   “¡Camaradas! (se dirigen a la “mayoría”)… Ambas partes (es decir, la “mayoría” y la “minoría”) ha expresado reiteradamente su convicción de que las discrepancias en el terreno de la táctica y de la organización no son de tal carácter que hagan imposible el trabajo en el marco de una organización única del Partido” (*43), por lo cual, dicen, reunamos un tribunal de camaradas (integrado por Bebel y otros) y ventilemos nuestro pequeño litigio.

   En una palabra, las discrepancias en el Partido no son más que rencillas, en las que debe entender un tribunal de camaradas, pero nosotros, dicen, constituímos un todo único.
   Pero, ¿cómo es esto? A nosotros, “no marxistas, se nos llama a las organizaciones del Partido, nosotros constituimos, según ellos, un todo único y demás cosas por el estilo… ¿Qué significa esto? ¡Esto es una traición al Partido por vuestra parte, jefes de la “minoría”! ¿Acaso se puede coloca al frente del Partido a “no marxistas”? ¿Acaso los “no marxistas” pueden estar en el Partido Socialdemócrata? ¿O tal vez también vosotros habéis traicionado al marxismo y por eso habéis cambiado de frente?

   Mas sería ingenuo esperar respuesta. El problema es que estos notables jefes tienen en el bolsillo unos cuantos “principios”, y cuando necesitan uno cualquiera, lo sacan. Como suele decirse, ¡cambian de opinión como de camisa!...

   Tales son los jefes de la llamada “minoría”.

   Es fácil imaginarse cuál debe ser la cola de tales jefes: esa, por llamarla de algún modo, “minoría” de Tiflís… La desgracia consiste, además, en que la cola, en ocasiones, no obedece a la cabeza y cesa de subordinase. Por ejemplo, mientras los jefes de la “minoría” consideran posible la reconciliación y llaman a los militantes responsables del Partido a la concordia, la “minoría” de Tiflís y su “Sotsial-Demokrat” continúan declarando rabiosamente: ¡entre la “mayoría” y la “minoría” “la lucha es a vida o muerte” (*44) y debemos exterminarnos unos a otros! Cada uno va a lo suyo.

   La “minoría” se queja de que les llamamos oportunistas (sin principios”. Pero ¿cómo llamar a esto más que oportunismo, si reniegan de sus propias palabras, si van de aquí para allá, si eternamente titubean y vacilan? ¿Es posible que un verdadero socialdemócrata cambie a cada paso de convicción? No se cambia tan a menudo ni de pañuelo.

   Nuestros marxistas de pacotilla repiten con terquedad que la “minoría” tiene un carácter auténticamente proletario. ¿Es así? Veamos.

   Kautsky dice que “para el proletario es más fácil compenetrarse con los principios del  Partido; el proletariado tiende a una política de principios que no depende del humor del momento, de intereses personales o locales” (*45).           

   ¿Y la “minoría”? ¿Tiende también a seguir una política que no dependa del humor del momento ni de cosas por el estilo? Al contrario: vacila sin cesar, titubea eternamente, odia una política firme, de principios, prefiere no atenerse a los principios, se deja guiar por el humo del momento. Y a conocemos los hechos.

   Kautsky dice que al proletario le gusta la disciplina del Partido: “El proletario no es nada mientras continúa siendo un individuo aislado. Toda su fuerza, toda su capacidad de progreso, todas sus esperanzas y anhelos los extrae de la  organización…”. Precisamente ésta es la razón de que no se deje llevar ni por el interés personal, ni por la gloria personal, “cumple su deber dondequiera que lo coloquen, sometiéndose voluntariamente a la disciplina, de la que está penetrado todo su sentir, todo su pensar (*46).

   ¿Y la “minoría”? ¿Está igualmente penetrada de disciplina? Al contrario, desprecia la disciplina del Partido y se ríe de ella (*47). El primer ejemplo de infracción de la disciplina del Partido lo han dado los jefes de la “minoría”. Recordad a Axelrod, Zazúlich, Starovier, Mártov y otros, que no se sometieron a la decisión del II Congreso.

   “Otra cosa muy distinta es lo que ocurre con el intelectual” –continúa Kautsky-. Con gran trabajo se somete a la disciplina del Partido, y aun esto forzosamente,  que no de buen grado. “Reconoce la necesidad de la disciplina únicamente para las masa, pero no para los espíritu selectos. El, naturalmente, se cuenta entre los espíritus selectos… Un ejemplo perfecto de intelectual enteramente penetrado de espíritu proletario, que… trabajaba fuese cual fuese el puesto para el que se le nombraba, se sometía por entero a nuestra causa y despreciaba las lamentaciones plañideras…  que con frecuencia escuchamos de los intelectuales… un modelo perfecto de intelectual de ese tipo… era Liebknecht. Debe citarse también aquí a Marx,  que nunca trataba de abrirse paso hacia el primer puesto y se sometió de manera ejemplar a la disciplina de partido en la Internacional, donde más de una vez quedó en minoría”. (*48).

   ¿Y la “minoría”? ¿Se ha manifestado en ella de algún modo el espíritu proletario? ¿Se parece su conducta a la conducta de Liebknecht y de Marx? Al contrario: hemos visto que los jefes de la “minoría” no sometieron su “yo” a nuestra sagrada causa, hemos visto que precisamente estos jefes se entregaron a “lamentaciones plañideras cuando quedaron en minoría” en el II Congreso, hemos visto que después del Congreso fueron ellos precisamente los que lloraron la pérdida de los “primeros puestos” y precisamente por esos puestos fraguaron la escisión del Partido…

   ¿Es ese vuestro “carácter proletario”, honorables mencheviques?

   Entonces, ¿por qué en algunas ciudades los obreros están a nuestro lado?, nos preguntan los mencheviques.

   Sí, es verdad, en algunas ciudades los obreros están al lado de la “minoría”, pero esto no demuestra nada. Los obreros van también tras los revisionistas (los oportunistas de Alemania) en algunas ciudades, pero esto no quiere decir que la posición de los revisionistas sea proletaria, esto no quiere decir que no sean oportunistas. En cierta ocasión hasta el cuervo halló una rosa, pero eso no significa que el cuervo sea un ruiseñor. No en vano se dice:
                                                Encuentra una rosa el cuervo
                                                                Y ya se cree ruiseñor.

*****
     
   Ahora está claro sobre qué base surgieron las discrepancias en el Partido. Como se ve, en nuestro Partido se han manifestado dos tendencias: la tendencia de la firmeza proletaria y la tendencia del titubeo intelectualista. Y el exponente de este titubeo intelectualista es precisamente la actual “minoría”. ¡El “Comité” de Tiflís y su “Sotsial-Demokrat” son esclavos sumisos de esta “minoría”!

   Cierto, nuestros marxistas de pacotilla gritan a menudo que están contra la “psicología intelectualista” e intentan acusar de “titubeos intelectualistas” a la “mayoría”, pero esto recuerda el caso del ladrón que, después de haber robado el dinero, se puso a grita: “¡Al ladrón!”.

   Además, ya se sabe que cada uno habla de lo que le duele.

Se publica de acuerdo con el texto del
folleto editado en mayo de 1905 por
el Comité de la Unión del Cáucaso del
P. O. S. D. R.





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NOTAS:

(*) La socialdemocracia es el destacamento de vanguardia del proletariado. En este destacamento entra todo luchador socialdemócrata, sea obrero o intelectual.
 (**) Nuestro “Socialdemokrat” se ha inflamado de pasión por la “crítica” (v. el nº 1, “¿Mayoría o minoría?”), pero yo debo señalar que dicho periódico define erróneamente a los “economistas” y a los partidarios de “Rabócheie Dielo” (se diferencian muy poco los unos de los otros). La cuestión no reside en que “despreciaban las cuestiones políticas, sino en que iban a la zaga del movimiento y repetían lo que el movimiento les sugería. Hubo un tiempo  en que sólo se producían huelgas.  Entonces ellos propugnaban  la lucha económica. Llegó el tiempo de las manifestaciones (1901), se vertió sangre, soplaron vientos de decepción, y los obreros recurrieron al terror, suponiendo que el terror les salvaría de los tiranos. Entonces los economistas y los partidarios de “Rabócheie Dielo”  se sumaron también  al coro general y declararon, dándose aires de gran importancia: es la hora de recurrir al terror, de asaltar las cárceles, de libera a los camaradas, etc. (v. “Un viraje histórico”, “Rabócheie Dielo”). Como veis, eso significa en manera alguna “despreciar las cuestiones políticas”. El autor ha tomado su “crítica” de Martínov,  pero sería útil que conociese la historia.
(***) La redacción de “Iskra” se componía en (¿…?) miembros: Plejánov,  Axelrod, Zazúlich, Mártov,   Starovier. (¿Lenin?). 
(****) Kautsky, “El programa de Erfult”, edición del Comité Central, pág. 94.
(*****) Lenin, “¿Qué hacer?”, pág. 26.
(*6) Lenin, “¿Qué hacer?”, pág. 26. 
(*7) Ídem , pág. 28
(*8) Ídem, pág. 29.
(*9)       , pág. 29.
(*10) C. Marx, “Manifiesto”, pág. 15.
(*11) Lenin, “¿Qué hacer?”, pág. 28.
(*12) Lenin, “¿Qué hacer?”, pág. 27, donde están reproducidas estas líneas de Kautsky de su conocido artículo publicado en “Neue Zeit”, 1901-1902, nº 3, pág. 70.
(*13) Ídem, pág. 26.
(*14) Ídem, págs. 20-21.
(*15)        , pág. 27.
(*16) Lenin, “¿Qué hacer?”, pág. 29.
(*17) Lenin, “Un paso adelante, dos pasos atrás”, pág.53.
(*18) Actas del II Congreso del Partido, pág. 129.
(*19) “El programa de Erfurt”, ed. del C. C., pág. 94.
(*20) que elaboraron Marx y Engels.
(*21) “Mogzauri”, nº 6, pág. 71.
(*22) Lenin, “¿Qué hacer?”, pág. 29.
(*23) Ídem, págs. 20-21.
(*24) “Sotsial-Demokrat”,  nº 1, pág. 14.
(*25) Lenin,  “¿Qué hacer?”, pág. 29.
(*26) “Sotsial-Demokrat”, nº 1, pág. 14.
(*27) Ídem, pág. 15.
(*28) Véase las Actas del II Congreso del Partido, pág. 147. En ese mismo lugar aparece la resolución en que “Iskra” es llamada auténtica defensora de los principios de la socialdemocracia.
(*29) Véase: Lenin, “Un paso adelante, dos pasos atrás”, pág. 53.
(*30) “Sotsial-Demokrat”,  nº 1, pág. 15.
(*31) Lenin, “¿Qué hacer?”, pág. 29.
(*32) “Neue Zeit”, 1901-1902, XX, nº 3, pág. 79. Este notable artículo de Kautsky ha sido transcrito por Lenin en “Qué hacer? ”, v. pág. 27. 
(*33) Y no sólo de los intelectuales socialdemócratas.
(*34) “El programa de Erfurt”, ed. del C. C., pág. 93.
(*35)  Ídem, pág. 94.
(*36)  Idem, pág. 94.
(*37) “Sotsial-Demokrat”, nº 1, pág. 15.
(*38) Si no tenéis “El Dieciocho Brumario”, ved las Actas del II Congreso del Partido, pág. 111, donde se reproducen estas palabras de Marx.
(*39) Mártov, “La Bandera Roja”, pág. 3.
(*40) Actas del II Congreso del Partido, pág. 123.
(*41) Comentarios a las Actas de la Liga, pág. 26.
(*42) Posiblemente el lector preguntará cómo pudo ocurrir que Plejánov se pasara a la “minoría”, el mismo Plejánov que era partidario acérrimo de la “mayoría”. Se trata de que entre él y Lenin surgió una discrepancia. Cuando la “minoría” se enfureció y declaró el boicot, Plejánov mantuvo el punto de vista de que era necesario ceder en toda la línea. Lenin no estuvo de acuerdo con él. Plejánov comenzó paulatinamente a inclinarse a la “minoría”. Las divergencias entre ellos fueron en aumento y, por último, la cosa llegó a que un buen día Plejánov se convirtió en adversario de Lenin y de la “mayoría”. H e aquí lo que escribe Lenin acerca de esto:
   “…Unos días después fue, en efecto, a ver a Plejánov con un miembro del Consejo, y nuestra conversación con Plejánov tomó este cariz:
   -¿Sabe? A veces hay mujeres tan escandalosas (es decir, la “minoría”) –dijo Plejánov- , que es necesario ceder ante ellas para evitar histerismos y un ruidoso escándalo en público.
   - Tal vez –repuse-, pero hay que ceder de forma que uno conserve la fuerza suficiente para no permitir un “escándalo” aún mayor”, (v. los Comentarios a las Actas de la Liga, pág. 37, donde s transcribe la carta de Lenin).
   Lenin y Plejánov no llegaron a un acuerdo. A partir de ese momento se inició el paso de Plejánov a la “minoría”.
   Hemos sabido de fuentes fidedignas que Plejánov abandona también la “minoría” y ha fundado su propio órgano, el  “Dnievnik Sotsial-Demokrat”.  
(*43) “Iskra”, nº 91, pág. 3.
(*44) Véase: “Sotsial-Demokrat”, nº 1.
(*45) “El programa de Erfult”, ed. del C. C., pág. 88.
(*46) Véase: Lenin, “Un paso adelante, dos pasos atrás”, pág. 93, en la que se reproducen estas palabras de Kautsky.
(*47) Véase: las Actas de la Liga.
 (*48) Véase: Lenin, “Un paso adelante, dos atrás”, pág. 93, donde se reproducen estas líneas de Kautsky.








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