Realizada por el
escritor inglés H.G. Wells.
Wells:
Le estoy muy agradecido, Sr. Stalin, por darme la oportunidad de conversar con
Ud. Hace poco estuve en los Estados Unidos. Tuve una larga entrevista con el
presidente Roosevelt, y en ella traté de averiguar, por cuáles ideas se deja
guiar él. Ahora vengo con Ud. para preguntarle, qué hace para cambiar el mundo.
Stalin:
No tanto.
Wells:
Viajo por el mundo como hombre sencillo, y como hombre sencillo observo lo que
sucede a mi alrededor.
Stalin:
Hombres de la vida pública de su importancia, no son “gente sencilla”.
Naturalmente, sólo la historia pronuncia el juicio definitivo acerca de la
importancia que tal o cual hombre haya tenido efectivamente; pero en todo caso,
Ud. no contempla el mundo con los ojos del “hombre sencillo”.
Wells:
No finjo modestia. Lo que quiero decir es, que trato de ver el mundo con los
ojos del hombre sencillo, y no con los de un político de partido o de un alto
funcionario de administración. Mi visita a los Estado Unidos me ha dado más de
un estímulo para nuevas reflexiones. El viejo mundo financiero allí se está
derrumbando; la vida económica del país va siendo reorganizada según nuevos
principios. Lenin dijo: “Debemos aprender a manejar nuestros asuntos, debemos
aprender de los capitalistas”. Hoy, los capitalistas deben aprender de ustedes,
y asimilar el espíritu del socialismo. Me parece, que los Estados Unidos se
encuentran en un profundo proceso de reorganización, está naciendo una economía
planificada, una economía socialista. Ud. y Roosevelt parten de posiciones
diferentes. ¿Pero acaso no existen, a pesar de eso, puntos de contacto entre lo
que se piensa en Washington y lo que se piensa en Moscú? ¿No existe un cierto
parentesco entre las respectivas ideas y necesidades? Las mismas cosas me
llamaron la atención en Washington como ahora aquí: se constituyen oficinas, se
crea una serie de nuevos órganos reguladores del Estado, se organiza el
servicio estatal que hace tiempo hacía falta. Lo que se necesita allí como aquí
es la posibilidad de intervenir con medidas directivas.
Stalin:
Los Estados Unidos persiguen un fin diferente al nuestro en la URSS. El fin que
persiguen los Estados Unidos se ha dado como resultado de los problemas
económicos, de la crisis económica. Los americanos quieren encontrar una salida
a la crisis, con medidas del capitalismo privado, sin cambiar la base
económica. Intentan limitar a un mínimo el daño, las pérdidas que resultan del
sistema económico actual. Con nosotros, en cambio, la vieja base económica ha
sido, como Ud. sabe, destruida, y en su lugar fue creada una base económica
nueva, completamente diferente. Aunque los americanos, a los que alude,
alcanzaran su meta en parte, es decir, si lograsen limitar las pérdidas a un
mínimo, no eliminarían las raíces de la anarquía inherente al sistema
capitalista. Protegen el sistema económico que origina, forzosa e
inevitablemente, anarquía de la producción. Para ellos no se trata, por lo
tanto, de una reorganización de la sociedad, de abolir el viejo sistema social,
del cual nacen la anarquía y las crisis, sino, a lo sumo, de restringir
determinadas desventajas, de restringir determinados abusos. Subjetivamente,
los americanos tal vez tengan la opinión de estar reorganizando la sociedad; pero
objetivamente protegen la base actual de la sociedad. Por eso, objetivamente no
habrá ninguna reorganización de la sociedad. Y tampoco una economía
planificada. ¿Qué es la economía planificada? ¡Veamos algunas de sus
cualidades! La economía planificada tiene como meta abolir la desocupación.
Supongamos, que manteniendo el sistema capitalista, fuese posible limitar la
desocupación a un cierto mínimo. Con seguridad, ningún capitalista aprobaría la
eliminación total de la desocupación, la abolición del ejército de reserva de
desocupados que está destinado a ejercer presión sobre el mercado de trabajo, y
constituye una garantía de mano de obra barata. Ahí tiene Ud. una de las
contradicciones de la “economía planificada” de la sociedad burguesa. ¡Sigamos!
Economía planificada significa, impulsar la producción en aquellas ramas
industriales, cuyos bienes son de especial importancia para la masa del pueblo.
Pero Ud. sabe que, en el capitalismo, la ampliación de la producción se lleva a
cabo de acuerdo a reglas totalmente diferentes, que el capital afluye a
aquellos sectores económicos, en los que el pago de utilidades sea mayor. Nunca
podrá Ud. inducir a un capitalista a que se inflinja pérdidas a sí mismo, y a
que se contente con un pago de utilidades más bajo, para satisfacer las
necesidades del pueblo. Sin que desaparezcan los capitalistas, sin que sea
abolido el principio de la propiedad privada de los medios de producción, es
imposible edificar una economía planificada.
Wells:
Estoy de acuerdo con Ud. en muchos sentidos. Pero quisiera realzar, que, al
decidirse un país entero por el principio de la economía planificada, al
comenzar el gobierno lentamente, paso a paso, a imponer ese principio
consecuentemente, al final habrá desaparecido la oligarquía financiera, y se
habrá alcanzado el socialismo, en el sentido anglosajón de la palabra. El
efecto que parte de las ideas “New-Deal” de Roosevelt es extraordinariamente
fuerte para mí, esas ideas son socialistas. Me parece que en vez de acentuar el
contraste entre ambos mundos, deberíamos aspirar a encontrar un lenguaje común
para todas las fuerzas constructivas.
Stalin:
Al hablar de la imposibilidad de realizar los principios de la economía
planificada, manteniendo al mismo tiempo la base económica del capitalismo, no
quiero, en lo más mínimo, rebajas las excepcionales facultades personales de
Roosevelt, su iniciativa, su valor y su fuerza de decisión. Indudablemente,
Roosevelt es, entre todos los líderes del mundo capitalista de hoy, uno de los
personajes más vigorosos y sobresalientes. Por eso quisiera volver a acentuar
una vez más, que mi convicción acerca de la imposibilidad de la economía
planificada bajo condiciones capitalistas no significa que ponga en duda las
facultades personales, el talento y el valor del presidente Roosevelt. Pero si
las circunstancias no lo permiten, el líder más dotado de clarividencia no
puede alcanzar el objetivo del cual Ud. habla. En un sentido puramente teórico,
por supuesto no queda excluida la posibilidad de acercarse, bajo las condiciones
del capitalismo, paulatina y gradualmente a la meta que Ud. llama “socialismo
en el sentido anglosajón de la palabra”. Pero ¿qué clase de socialismo será
ese? A lo sumo refrenaría a los representantes individuales más desvergonzados
del capital y aplicaría el principio de la intervención en la economía nacional
en un campo algo más amplio. Todo muy bien. Pero tan pronto Roosevelt o
cualquier otro líder del mundo burgués de hoy, quiera is más allá, y quiera
seriamente atacar las bases del capitalismo, irremediablemente sufrirá un
fracaso rotundo. Los bancos, la industria, las grandes empresas, las grandes
grajas agrícolas no le pertenecen a Roosevelt. Sin excepción son propiedad
privada. El ferrocarril, la flota mercante, todo esto está en manos de propietarios
privados. Y, finalmente, aún el ejército de obreros calificados, de ingenieros,
de técnicos no está bajo el mando de Roosevelt, sino bajo el mando de
propietarios privados: toda esta gente, sin excepción, trabaja para
propietarios privados. Tampoco nos debemos olvidar de la función del Estado en
el mundo burgués. El Estado es una institución que organiza la defensa del país
y mantiene el “orden”; es una máquina para la recaudación de impuestos. El
Estado capitalista no tiene mucho que ver con la economía en el sentido propio
de la palabra; ésta no se encuentra en manos del Estado. Al contrario, el
Estado está en manos de la economía capitalista. Justamente por eso, Roosevelt,
a pesar de toda su energía, me temo que no logrará el fin señalado por Ud.,
siempre suponiendo que esté, efectivamente, persiguiendo tal fin. Tal vez sea
posible, dentro de algunas generaciones, aproximarse un poco más a esa meta;
personalmente, sin embargo, creo que ni siquiera eso es muy probable.
Wells:
Quizá esté yo más convencido de una interpretación económica de la política que
Ud. Los inventos y la ciencia moderna han producido poderosas fuerzas que
impulsan hacia una mejor organización, un mejor funcionamiento de la sociedad,
es decir, al socialismo. Organización y regulación de la actividad individual
se han convertido, por encima de toda teoría social, en necesidades mecánicas.
Si empezamos por el control estatal de los bancos, y, en un segundo paso,
ampliamos el control hasta incluir la industria pesada, luego la industria
entera, el comercio, etc., entonces este control, que lo abarca todo,
equivaldrá a la propiedad estatal de todas las ramas de la economía nacional.
Este será el proceso de socialización. Socialismo e individualismo no son
contrarios como blanco y negro. Hay muchas gradaciones. Existe un
individualismo que raya en el bandolerismo, y existen una disciplina y una
organización, que son equivalentes al socialismo. La introducción de la
economía planificada depende, en gran parte, de los organizadores de la
economía, de la inteligencia técnica bien formada, que poco a poco puede ser
ganada para los principios de organización socialista. Esto es lo que importa.
Pues organización viene antes que socialismo. Es el factor más importantes. Sin
organización, la idea del socialismo queda siendo una simple idea.
Stalin:
Entre el individuo y el colectivo, entre los intereses del individuo y los de
la comunidad, no existen antagonismos incompatibles, o por lo menos no deberían
de existir. No deberían de existir, ya que el colectivismo, el socialismo, no
niega los intereses individuales, sino que, al contrario, los une con los
intereses del colectivo. El socialismo no puede separarse de los intereses
individuales. Sólo la sociedad socialista puede satisfacer al máximo estos
intereses personales. Más aún: Sólo la sociedad socialista puede intervenir con
decisión a favor de los intereses del individuo. En este sentido, no existen
antagonismos incompatibles entre “individualismo” y socialismo. Pero ¿podemos
negar los antagonismos entre las clases, entre la clase poseedora, la clase de
los capitalistas; y la clase trabajadora, el proletariado? De un lado tenemos
la clase poseedora, a la cual le pertenecen los bancos, las fábricas, las
minas, los medios de transporte, las plantaciones en las colonias. Esa gente no
ve más que su propio interés: quiere lucros. No se somete a la voluntad del
colectivo; intenta subordinar todo lo colectivo a su voluntad. Por otro lado,
tenemos a la clase de los pobres, la clase explotada, a la cual no le
pertenecen ni fábricas, ni empresas, ni bancos, que, para poder vivir, está
forzada a vender su fuerza de trabajo a los capitalistas, y que carece de la
posibilidad de satisfacer sus necesidades más elementales. ¿Cómo armonizar
intereses y aspiraciones tan contrarios? A mi parecer Roosevelt no logró
encontrar el camino hacia la reconciliación de estos intereses. Eso es también
imposible, como lo demuestra la experiencia. Por supuesto Ud. conoce la
situación en los Estados Unidos mejor que yo, pues nunca he estado allí y me
informo acerca de las condiciones americanas, principalmente por medio de la
literatura. Pero tengo alguna experiencia en la lucha por el socialismo, y esta
experiencia me dice, que Roosevelt, si realmente tratara de servir a los intereses
de la clase obrera a costa de la clase capitalista, será substituido, de parte
de esa clase capitalista, por otro presidente. Los capitalistas dirán: los
presidentes van y vienen, mas nosotros no nos vamos, si tal o cual presidente
no representa nuestros intereses, nos buscaremos otros. ¿Qué puede, a fin de
cuentas, oponer el presidente a la voluntad de la clase capitalista?
Wells:
Me opongo a esa simplificada subdivisión de la humanidad en pobres y ricos.
Desde luego que existe una categoría de gente, que sólo persigue afanosamente
el lucro propio. Pero ¿acaso no se le ve a esta gente como a una plaga, en el
oeste tanto como aquí? ¿No existe mucha gente en el oeste, para la cual el
beneficio no es ninguna meta en sí, que dispone de ciertos medios financieros,
que quiere invertir y costear el sustento de estas inversiones, sin que vean en
esto su meta principal? Ven en las inversiones una necesidad desagradable.
¿Acaso no existen muchos ingenieros capaces, que cumplen con su deber,
organizadores de la economía, que encuentran el acicate para su actividad en
otra cosa que no sea el lucro? A mi parecer existe una clase numéricamente
fuerte de gente capacitada, que admite que el sistema actual es
insatisfactorio, y que jugará un papel importante aún en la sociedad
capitalista del futuro. Durante los últimos años he pugnado mucho, he pensado
mucho acerca de la necesidad de hacer propaganda por el socialismo y el
cosmopolitismo en amplios círculos de los ingenieros, los pilotos, los
empleados técnico-militares. Carece de sentido querer acercarse a esos círculos
con una propaganda de una simple lucha de clases. Esa gente comprende, en qué
estado se encuentra el mundo. Comprende que es un maldito caos, pero el simple
antagonismo de la lucha de clases de Ud., lo toma como algo disparatado.
Stalin:
Ud. se contrapone a la subdivisión simplificada de la humanidad en pobres y
ricos. Naturalmente, existe una capa media; existe la inteligencia técnica a la
que se refirió, y existen personas muy buenas y muy honestas en ella. También
existen, en ella, personas deshonestas y malas. Generalmente Ud. encuentra aquí
todo tipo de gente. Pero antes que nada la humanidad se divide en pobres y
ricos, en poseedores y explotados, y apartar la vista de esta división
fundamental, significa apartar la vista del hecho fundamental. Yo no niego la
existencia de capas medias, intermedias, que se puedan poner del lado de una, o
de otra de las dos clases combatientes, o que se mantengan en una posición
neutral en esta lucha. Pero repito, apartar la vista de esta división
fundamental de la sociedad, o de la lucha fundamental entre las dos clases
principales significa cerrar los ojos ante los hechos. Esta lucha se está
librando y se seguirá librando. Cómo termine la lucha, depende del proletariado,
de la clase obrera.
Wells:
Pero ¿no existe mucha gente, que no es pobre, y sin embargo trabaja, trabaja
productivamente?
Stalin:
Naturalmente que hay pequeños propietarios de tierra, artesanos, pequeños
comerciantes; pero el destino de un país no depende de esa gente, sino de las
masas trabajadoras que producen todo aquello que la sociedad necesita.
Wells:
Pero tendrá que reconocer que existen géneros de capitalistas que difieren
mucho entre sí. Hay capitalistas que sólo piensan en el lucro, sólo piensan en
hacerse ricos; pero también hay quienes están dispuestos a hacer sacrificios.
Tome por ejemplo al viejo Morgan. Sólo pensaba en el lucro; era sencillamente
un parásito de la sociedad; sólo acumulaba posesiones. Pero tome a Rockefeller.
Era un organizador brillante; ha demostrado de manera ejemplar cómo se debe
organizar la explotación del petróleo. O tome a Ford. Desde luego que Ford
busca el beneficio propio. ¿Pero no es también un organizador apasionado de la
racionalización en la producción, del cual Ud. aprende? Quiero señalar que en
los últimos tiempos se ha producido un cambio importante en la actitud de los
países de habla inglesa con respecto a la URSS. La causa de esto hay que
buscarla en la posición de Japón y en los acontecimientos en Alemania. Pero al
lado de eso existen otras razones que no tiene su origen en la política
internacional. Existe una causa más profunda, y está, justamente, en que mucha
gente se va dando cuenta de que el sistema basado en el lucro privado se está
derrumbando. Bajo estas circunstancias me parece que no debemos poner el
antagonismo entre ambos mundos en primer plano, sino que nos deberíamos esforzar
por unificar todas las corrientes constructivas, todas las fuerzas
constructivas, en la medida de lo posible, en una línea. Tengo la impresión, de
que mi posición es más izquierdista que la suya, Sr. Stalin, creo que el viejo
sistema está más cercano a su fin de lo que Ud. cree.
Stalin:
Al hablar de capitalistas, que sólo buscan el lucro, sólo buscan la riqueza, no
estoy queriendo decir que esa gente no tenga ningún valor y que no sirva para
nada más. Muchos de ellos disponen, sin duda, de grandes capacidades
organizativas, que no pretendería negar ni soñando. No es poco lo que los
hombres de la Unión Soviética aprendemos de los capitalistas. Y Morgan, al cual
caracteriza de modo tan desventajoso, fue indudablemente, un organizador bueno
ya capaz. Pero si habla de gente resuelta a crear un mundo nuevo, por cierto
que no la encontrará en las filas de aquellos que sirven fielmente a la causa
del lucro. Nosotros y ellos estamos en dos polos opuestos. Ud. ha mencionado a
Ford. Desde luego que es un organizador capaz de la producción. ¿Pero no conoce
su actitud para con la clase obrera? ¿No sabe a cuántos obreros lanza a la
calle? El capitalista está encadenado al lucro, y ningún poder del mundo lo
puede arrancar de allí. El capitalismo no es eliminado por los organizadores de
la producción, por la inteligencia técnica, sino por la clase obrera, porque
las capas que mencionamos no tienen un papel autónomo. El ingeniero, el
organizador de la producción, no trabaja como él quiere, sino como debe,
trabaja de una manera que sirve a los intereses de su patrón. Desde luego que
hay excepciones; hay hombres en esa capa que han despertado del delirio
capitalista. En determinadas condiciones, la inteligencia técnica puede lograr
milagros y prestar grandes servicios a la humanidad. Pero también puede causar
grandes daños. No es poca la experiencia que tenemos los hombres de la Unión
Soviética con la inteligencia técnica. Después de la Revolución de Octubre, una
determinada parte de la inteligencia técnica se negó a colaborar en la
construcción de la nueva sociedad; se resistía a este trabajo de construcción y
lo saboteaba. Hicimos todo lo que pudimos para integrar a la intelectualidad
técnica a este trabajo constructivo; lo intentamos de una manera y de otra.
Pasó mucho tiempo antes de que nuestros intelectuales preparados se encontraran
dispuestos a apoyar el nuevo sistema activamente. Hoy, lo mejor de esta
intelectualidad técnica está en la línea más avanzada de aquellos que
construyen la sociedad socialista. Partiendo de estas experiencias, estamos muy
lejos de subestimar tanto los buenos como los malos lados de esta
intelectualidad; sabemos que, de un lado, puede causa daño, del otro, puede
lograr “milagros”. Naturalmente , las cosas serían diferentes, si fuese posible
arrancar a la intelectualidad, de un solo golpe, del mundo capitalista. Pero
eso es utópico. ¿Hay entre la intelectualidad técnica, muchos que osarían
romper con el mundo burgués e intervenir a favor de la edificación de una nueva
sociedad? ¿Cree Ud. que haya mucha gente de ese tipo, digamos, en Inglaterra o
en Francia? No, son sólo pocos, los que estarían dispuestos a separarse de sus
patronos y empezar con la construcción de un nuevo mundo. Además, ¿podemos
ignorar el hecho que, para cambiar el mundo, se tiene que estar en posesión del
poder político? Me parece, Sr. Wells, que subestima mucho la cuestión del poder
político, que esta pregunta, en su concepción, no está considerada en absoluto.
¿Qué puede hacer esa gente, aún con las mejores intenciones del mundo, si no
está en condiciones de plantearse la pregunta del poder, y no está, ella misma,
en posesión del poder? En el mejor de los casos, puede apoyar a la clase que
tome el poder, pero no puede cambiar el mundo por su propia fuerza. Eso sólo lo
puede hacer una clase mayoritaria, que se pone en el lugar de la clase
capitalista, y se convierte, en vez de ésta, en dirigente. Esta clase, es la
clase obrera. Desde luego que hay que aceptar la ayuda de la intelectualidad
técnica; y, en sentido inverso, hay que ayudarle a ella. Pero no se debe creer,
que la intelectualidad técnica fuese capaz de jugar un papel histórico
autónomo. La transformación del mundo es un proceso grande, complicado y
penoso. Esta gran tarea exige una gran clase. Sólo grandes barcos emprenden
largos viajes.
Wells:
Sí, pero para emprender un viaje largo, se necesita un capitán y un timonel.
Stalin:
Eso es correcto, pero lo primero que se necesita para un viaje largo, es un
barco grande. ¿Qué es un timonel sin barco? Nada.
Wells:
El barco grande es la humanidad, no una clase.
Stalin:
Ud., Sr. Wells, por lo visto parte de la suposición, de que todos los hombres
son buenos. Yo, mientras tanto, no olvido que también existen muchos hombres
malos. No creo en la virtud de la burguesía.
Wells:
Recuerdo la situación de la intelectualidad hace algunas décadas. En aquel
entonces, la intelectualidad técnica era numéricamente pequeña, pero había
mucho que hacer, y cada ingeniero tenía, técnica e intelectualmente, su
oportunidad. Por eso, la intelectualidad técnica era la clase menos
revolucionaria. Hoy, mientras tanto, hay intelectuales técnicos de sobra, y su
mentalidad ha cambiado muy marcadamente. El hombre con formación profesional,
que antes jamás habría prestado atención a discursos revolucionarios, ahora se
interesa mucho por ellos. Recientemente estuve en una cena de la Royal Society,
nuestra gran sociedad científica inglesa. El discurso del presidente fue una
intervención en defensa de la planificación social y del control científico.
Hoy, el hombre que está al frente de la Royal Society, sostiene ideas
revolucionarias e insiste en una reorganización científica de la sociedad
humana. Su propaganda de guerra de clases no ha podido adaptarse al paso de
este desarrollo. El pensar humano cambia.
Stalin:
Ya lo sé, sí, y la explicación de esto hay que buscarla en el hecho de
encontrarse la sociedad capitalista en una callejón sin salida. Los
capitalistas buscan un camino que los conduzca fuera de este callejón sin
salida, que sea compatible con el prestigio de esta clase, con los intereses de
esta clase, pero no lo encuentran. Podrán salirse un corto trecho fuera de la
crisis, gateando con pies y manos en el suelo, pero no pueden encontrar un
camino que les posibilite salir con la cabeza erguida, un camino que no
atentara fundamentalmente contra los intereses del capitalismo. Esto se
comprende, naturalmente, en amplios círculos de la intelectualidad técnica. Una
gran parte de esos hombres empieza a comprender la comunidad de intereses con
la clase que es capaz de mostrar una escapatoria al callejón sin salida.
Wells:
Si hay alguien que entienda algo de la revolución, del lado práctico de la
revolución, es Ud., Sr. Stalin. ¿Acaso se han sublevado alguna vez las masas?
¿No es una verdad innegable, que todas las revoluciones son hechas por una
minoría?
Stalin:
Para hacer una revolución, es menester una minoría revolucionaria dirigente;
pero la minoría más capacitada, más abnegada, y más enérgica, quedaría
desvalida, si no pudiese basarse en el apoyo, por lo menos pasivo, de millones.
Wells:
¿Por lo menos pasivo? ¿Tal vez subconsciente?
Stalin:
En parte también el apoyo semiinstintivo, y semiconsciente, pero sin el apoyo
de millones aún la mejor minoría sería impotente.
Wells:
Al observar la propaganda comunista en el oeste, tengo la impresión, que esa
propaganda, en vista de la situación actual, suena muy atrasada, pues es
propaganda para la insurrección. Propaganda a favor del derrocamiento del
sistema social por la violencia, fue buena y justa, cuando iba dirigida contra
una tiranía. Pero en las condiciones actuales, derrumbándose solo el sistema de
todos modos, se debería de atribuir importancia al rendimiento, a la eficacia,
a la productividad, y no a la sublevación. Yo encuentro, que el tono de
sublevación es un tono falso. La propaganda comunista en el oeste es una
contrariedad para los hombres de mentalidad constructiva.
Stalin:
Naturalmente, el viejo sistema se derrumba y se pudre. Correcto. Pero también
es correcto, que se están haciendo nuevos esfuerzos, para, con otros métodos,
con todos los medios, proteger este sistema moribundo, y salvarlo. Ud. saca una
conclusión errónea de una premisa correcta. Con razón afirma, que el viejo
mundo se derrumba. Pero se equivoca, si cree, que se derrumba por sí solo. No,
la sustitución de un sistema social por otro es un proceso revolucionario,
largo y penoso. No es un proceso espontáneo simplemente, sino una lucha: es un
proceso que se lleva a cabo en el choque de las clases. El capitalismo se
pudre, pero no se le puede comparar sencillamente con un árbol, que esté tan
corrompido, que tiene que caer a tierra por sí solo. No, la revolución, el
relevo de un sistema por otro, ha sido siempre una lucha, una lucha penosa y
cruel, una lucha de vida o muerte. Y cada vez que los hombres del mundo nuevo
llegaron al poder, tuvieron que defenderse de los intentos del mundo viejo de
restaurar el viejo orden por la violencia; estos hombres del mundo nuevo
siempre han tenido que estar en guardia, siempre dispuestos a rechazar los
ataques del mundo viejo al nuevo sistema. Sí, tiene razón al decir que se
derrumba el viejo sistema social; pero no se derrumba por sí mismo. Tome por
ejemplo el fascismo. El fascismo es una fuerza reaccionaria que, utilizando la
violencia, intenta conservar el viejo mundo. ¿Qué quiere hacer con los
fascistas? ¿Discutir con ellos? ¿Tratar de convencerlos? Pero así, con ellos,
no se logra ni lo más mínimo. Los comunistas no glorifican, de ninguna manera,
la aplicación de la violencia. Pero ellos, los comunistas, no tienen la
intención de dejarse sorprender, no se pueden fiar de que el viejo mundo se
saldrá del escenario voluntariamente, ven, que el viejo sistema se defiende por
la violencia y, por eso mismo, los comunistas le dicen a la clase obrera:
¡Contestad a la violencia con la violencia, haced todo lo que esté en vuestras
fuerzas para impedir que os aplaste el viejo orden moribundo, no dejéis que os
aten las manos, aquellas manos, con las que derribaréis el viejo sistema! Ud.
ve, por lo tanto, que los comunistas no consideran la sustitución de un sistema
social por otro simplemente como un proceso espontáneo y pacífico, sino como un
proceso complicado, largo y violento. Los comunistas no pueden cerrar los ojos
ante los hechos.
Wells:
Pero mire lo que está sucediendo en el mundo capitalista. Esto no es,
simplemente, un colapso, es un estallido de violencia reaccionaria, que termina
en el bandolerismo. Y a mi parecer, los socialistas pueden, cuando se da un
conflicto con la violencia reaccionaria e inepta, acudir a la ley, y en vez de
considerar a la policía como su enemigo, deberían apoyarla en su lucha contra
los reaccionarios. Creo que carece de sentido operar con los métodos del viejo
y rígido socialismo de insurrecciones.
Stalin:
Los comunistas se basan en ricas experiencias históricas; esas experiencias
enseñan, que una clase agotada no abandona el escenario voluntariamente. Piense
en la historia de Inglaterra en el siglo XVII. ¿No decían en aquel entonces
muchos que el viejo sistema social estaba podrido? Pero, a pesar de ello, ¿no
fue necesario un Cromwell para anonadarlo por la fuerza?
Wells:
Cromwell operaba sobre la base de la constitución, y en nombre del orden
constitucional.
Stalin:
¡En nombre de la constitución ejerció violencia, hizo ejecutar al rey, disolvió
y esparció el parlamento, hizo encarcelar o decapitar gente! O tome un ejemplo
de la historia de mi país. ¿No estaba claro hace mucho, que se pudría, se
desplomaba el sistema zarista? Pero ¿cuánta sangre tuvo que ser derramada aún,
para abatirlo? ¿Y la Revolución de Octubre? ¿No hubo muchos que veían con toda
claridad, que solamente nosotros, los bolcheviques, señalábamos una salida? ¿No
estaba claro que el capitalismo ruso estaba podrido? Pero Ud. sabe cuán fuerte
fue la resistencia, cuánta sangre tuvo que ser derramada para defender la
Revolución de Octubre contra todos sus enemigos, en el interior y en el
extranjero. O tome a Francia a finales del siglo XVIII. Mucho tiempo antes de
1789 ya estaba claro, cuán podrido estaba el poder del rey, cuán podrido estaba
el sistema feudal. Sin embargo, aquello no pudo llevarse a cabo sin un
levantamiento popular, un choque de las clases. ¿Por qué? Porque aquellas
clases que tienen que abandonar el escenario de la historia, son las últimas en
creer que su juego se ha acabado. Es imposible convencerlas de ello. Creen, que
las grietas en la putrefacta estructura del viejo orden podrían ser remendadas,
que la estructura tambaleante del viejo orden podría ser arreglada y salvada.
Por eso mismo, las clases que están hundiéndose, acuden a las armas y se valen
de cualquier medio, para mantenerse como clase dominante.
Wells:
¿Pero acaso la Gran Revolución francesa no fue encabezada por algunos abogados?
Stalin:
Estoy lejos de querer menoscabar el papel de la inteligencia en movimientos
revolucionarios: Pero ¿fue la Gran Revolución francesa una revolución de
abogados, o una revolución del pueblo, que logró la victoria movilizando a
amplias masas populares para la lucha contra el feudalismo, y defendiendo los
intereses del Tercer Estado? ¿Y actuaron los abogados entre los dirigentes de
la Gran Revolución francesa de acuerdo a las leyes del viejo orden? ¿No
introdujeron un derecho nuevo, burgués-revolucionario? Ricas experiencias históricas
enseñan que hasta hoy ninguna clase se ha retirado para hacerle lugar a otra
voluntariamente. Esto, en la historia no tiene precedente. Los comunistas han
aprendido esta lección histórica. Los comunistas celebrarían que la burguesía
se retirase voluntariamente. Pero tal giro de las cosas es, como sabemos por
experiencia, improbable. Por eso, los comunistas están prevenidos para lo peor,
y se dirigen a la clase obrera con el llamamiento de estar alerta y preparada
para la lucha. ¿De qué vale un dirigente que adormece la vigilancia de su
ejército, un dirigente que no comprende que el enemigo no va a capitular, que
tiene, que tiene que ser destruido? Quien, como dirigente, actúa de tal manera,
engaña, traiciona a la clase obrera. Esta es la razón por la cual opino, que
aquello que a Ud. la parece atrasado, para la clase obrera es, en realidad, una
norma para la actividad revolucionaria.
Wells:
No niego que sea necesario hacer uso de la violencia, pero sí es mi opinión,
que las formas de lucha deberían ser concertadas como mejor se pueda, con las
posibilidades que ofrecen las leyes existentes dignas de ser defendidas contra
ataques reaccionarios. No hay ninguna necesidad de desorganizar el sistema
viejo, ya que éste, tal como están las cosas, se va desorganizando por sí solo.
Por eso, la sublevación contra el orden viejo, contra la ley, me parece
anticuada y superada por el desarrollo. Estoy, dicho sea de paso, exagerando
conscientemente, para que la verdad se haga visible de modo más claro. Puedo
formular mi punto de vista de la siguiente manera: primero, estoy a favor del
orden; segundo, ataco al sistema existente en tanto que no puede garantizar el
orden; tercero, temo que la propaganda a favor de la guerra de clases vaya a
alejar del socialismo justamente a aquellas personas cultas, que el socialismo
necesita.
Stalin:
Si se quiere lograr un gran objetivo, un objetivo social importante, se precisa
una fuerza central, un baluarte, una clase revolucionaria. Como próximo paso,
es necesario organizar el apoyo de esta fuerza central por parte de fuerzas
auxiliares; en este caso, dicha fuerza auxiliar es el Partido, al cual están
afiliadas también las mejores fuerzas de la inteligencia. Ud. acaba de hablar
de “personas cultas”. Pero ¿en qué personas cultas pensaba? En Inglaterra
durante el siglo XVII, en Francia a fines del siglo XVIII, y en Rusia durante
la época de la Revolución de Octubre, ¿no estaban muchas personas del lado del
viejo orden? El viejo orden tenía a su servicio a muchas personas sumamente
cultas, que defendían el viejo orden, que combatían el nuevo orden. La cultura
es un arma, cuyo efecto depende de qué mano la haya forjado, qué mano la
dirija. Por supuesto, el proletariado necesita personas sumamente cultas.
Ciertamente; los ingenuos no pueden ser de ninguna ayuda para el proletariado
en su lucha por el socialismo, en la edificación de una nueva sociedad. No
subestimo el rol de la inteligencia; al contrario, lo subrayo. Pero la pregunta
es la siguiente: ¿de qué inteligencia estamos hablando? Porque hay diferentes
tipos de inteligencia.
Wells:
No puede haber revolución sin cambios radicales en la instrucción pública.
Basta citar dos ejemplos: el ejemplo de la República alemana, que no tocó el
viejo sistema educacional, y que por eso nunca se convirtió en República; y el
ejemplo del Labour Party inglés, que no tiene la intención de insistir en una
transformación radical de la instrucción pública.
Stalin:
Muy acertado. Permítame ahora responder a sus tres puntos. Primero: Lo más
importante para la revolución es la existencia de un baluarte social. Tal
baluarte social es la clase obrera. Segundo: se precisa de una fuerza auxiliar,
aquello, que los comunistas llaman Partido. Al Partido está afiliada la
inteligencia obrera, y aquellos elementos de la inteligencia técnica que están
estrechamente ligados a la clase obrera. La inteligencia se fuerte solamente,
si se une con la clase obrera. Si se contrapone a la clase obrera, se convierte
en una simple cifra. El nuevo poder político crea las nuevas leyes, el nuevo
orden, el cual es un orden revolucionario. Yo no estoy a favor del orden sin
más ni más. Yo estoy a favor de un orden que corresponda a los intereses de la
clase obrera. Por supuesto, si algunas leyes del viejo orden pueden ser
utilizadas en interés de la lucha por un orden nuevo, esto debería de hacerse.
No tengo objeciones contra su postulación de que el sistema actual debería ser
atacado, en tanto que no puede garantizar el orden necesario para el pueblo. Y,
finalmente, está equivocado si cree que los comunistas están enamorados de la
violencia. Con todo gusto renunciarían a la aplicación de violencia, si la
clase dominante estuviera dispuesta a cederle su lugar a la clase obrera. Pero
la experiencia histórica indica lo contrario de tal suposición.
Wells:
Aunque también es cierto, que la historia de Inglaterra conoce un caso, en que
una clase le dejara el poder a otra clase voluntariamente. En el periodo entre
1830 y 1870, la aristocracia, que en las postrimerías del siglo XVIII tuvo aún
una influencia considerable, voluntariamente, sin lucha seria, le cedió el
poder a la burguesía, lo cual fue una de las causas para el sentimental
mantenimiento de la monarquía. En lo sucesivo, esta transferencia del poder
condujo a que erigiera su dominio la oligarquía financiera.
Stalin:
Pero Ud. se ha pasado imperceptiblemente de cuestiones de la revolución a
cuestiones de la reforma. Eso no es lo mismo. ¿No opina que el movimiento
cartista tuvo gran significado para las reformas en la Inglaterra del siglo
XIX?
Wells:
Los cartistas poco hicieron, y desaparecieron sin dejar huellas.
Stalin:
No comparto su opinión. Los cartistas, y el movimiento huelguístico organizado
por ellos, tuvieron un papel importante; obligaron a las clases dominantes a
una serie de concesiones con respecto al derecho de sufragio, con respecto a la
abolición de los llamados “distritos electorales corrompidos”, con respecto a
algunos puntos de la “Carta”. El cartismo jugó un rol histórico de no poca
importancia y obligó a una parte de las clases dominantes, a menos que hubiese
querido tolerar continuas conmociones, a hacer ciertas concesiones, ciertas
reformas. En general cabe decir que las clases dominantes de Inglaterra, la
aristocracia tanto como la burguesía, se han mostrado desde el punto de vista
de sus intereses de clase, del punto de vista del afianzamiento de su poder,
ser las más hábiles, las más flexibles en comparación con todas las otras
clases dominantes. Tome, digamos, un ejemplo de la historia de nuestros días
-la huelga general en Inglaterra, en el año 1926. En caso de semejante
acontecimiento, a saber, que el Consejo general de los sindicatos dé la orden
de huelga, cualquier otra burguesía hubiese, en primer lugar, hecho detener a
los dirigentes sindicales. No así la burguesía británica, que con ello actuó de
manera absolutamente inteligente, desde el punto de vista de sus propios
intereses. No me imagino que la burguesía de los Estados Unidos, de Alemania o
de Francia hubiese aplicado una estrategia tan flexible. Para mantener su
dominio, las clases dominantes de Gran Bretaña no han rehusado nunca hacer pequeñas
concesiones, o reformas. Pero sería un error tomar estas reformas por
revolucionarias.
Wells:
Ud. Tiene una opinión más favorable de las clases dominantes de mi país que yo.
Pero ¿existe gran diferencia entre una pequeña revolución y una gran reforma?
¿Acaso una reforma no es una pequeña revolución?
Stalin:
A consecuencia de la presión desde abajo, de la presión de las masas, la
burguesía puede, manteniendo el sistema socio-económico reinante,
ocasionalmente conceder determinadas reformas parciales. Al actuar así, calcula
que esas concesiones son necesarias para mantener su dominio de clase. Es pues,
por este motivo, imposible caracterizar una reforma como revolución. Por ello,
no hemos de esperar ningún cambio del sistema social que se realice como
imperceptible transición de un sistema a otro, por vía de reformas, a través de
concesiones de la clase dominante.
Wells:
Le agradezco mucho por esta conversación, que para mí ha tenido una gran
importancia. Cuando me estuvo explicando diversos puntos, posiblemente haya
recordado el pasado, cuando en los círculos ilegales antes de la revolución,
solía explicar los fundamentos del socialismo. Hay actualmente sólo dos
personas sobre la tierra, cuya opinión, cuya más mínima declaración es
escuchada todavía por millones -de Ud. y Roosevelt. Otros, que prediquen cuanto
quieran; lo que digan no será impreso ni tenido en cuenta. Aún no puedo
apreciar, cuánto ha sido logrado en su país. Pero he visto ya las caras
contentar de hombres y mujeres sanos, y sé, que algo muy significativo se está
realizando aquí. La diferencia, en comparación con 1920, es asombrosa.
Stalin:
Mucho más se hubiera podido conseguir, si los bolcheviques hubiésemos sido más
inteligentes.
Wells:
No, si los seres humanos fuésemos más inteligentes. Sería una buena cosa
inventar un plan quinquenal para la reconstrucción del cerebro humano, pues
obviamente le faltan muchas cosas imprescindibles para un orden social
perfecto.
Stalin:
¿Piensa quedarse aquí para el Congreso de la Unión de Escritores Soviéticos?
Wells:
Desafortunadamente tengo varios compromisos, y me puedo quedar sólo por una
semana en la URSS. Vine con el deseo de hablar con Ud. y estoy muy contento con
nuestra charla. Pero, con los escritores, con los que pueda encontrarme, pienso
hablar de la posibilidad de sus afiliación al PEN-Club. Es ésta una
organización internacional de escritores, que fue fundada por Galsworthy;
después de morir él, yo me convertí en su presidente. La organización es aún
débil, pero tiene grupos de afiliados en muchos países, y, lo cual es aún más
importante, la prensa informa muy detalladamente acerca de los discursos de sus
miembros. Su principio es la libre manifestación de opiniones -también de
opiniones contrarias. Espero poder discutir este punto con Gorki. No sé, si
aquí ya se está preparado para tanta libertad…
Stalin:
Los bolcheviques llamamos a eso “autocrítica”. Se acostumbra en toda la URSS.
Si Ud. deseara alguna cosa, yo le podría ayudar con voluntarios.
Wells:
Le estoy muy agradecido.
Stalin:
Yo le agradezco por la entrevista.
Bolchevik, número 17, 1934
Publicado por
http://rsamadrid.wordpress.com
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